Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (15 de abril de 2022)
Isaías 52:13-53:12 / Hebreos 4:14-16; 5:7-9 / Juan 18:1-19:42
Espero y deseo estimados hermanos y hermanas que todos encontremos en nuestra agenda y en nuestro corazón, un poco del silencio necesario para dejar que todas estas palabras que hemos escuchado resuenen, arraiguen y den fruto en nuestros corazones. Son palabras que nos reclaman ese espacio interior, tanta es su profundidad y su fuerza.
Las lecturas que hemos leído confirman una idea que he querido hacer presente en estos días: la de la verdadera identidad de Jesús. Nada, ni siquiera la muerte en cruz, reservada a los delincuentes, esconde quién es él. De modo especial, en la lectura de la Pasión según San Juan que leemos el Viernes Santo, se nos muestra más claramente que Jesús de Nazaret clavado en la cruz es más que un hombre crucificado, aunque nunca deja de ser también un hombre crucificado.
Por un lado, ningún sufrimiento, ningún insulto, nada le es ahorrado y muere. Pero, por otra parte, Jesucristo domina la situación: fijaos, sino, en la fuerza que, en el momento que le detienen, tienen sus palabras: yo soy, que hacen que todo el mundo caiga al suelo; incluso domina la situación desde la Cruz: con la capacidad de confiar, mutuamente cuando ya ha sido crucificado, a su madre y a san Juan; y finalmente la serenidad de su muerte, sin gritos, sin quejas, sólo con un “todo se ha cumplido”, que nos adelanta que no estamos delante del final.
Habían crucificado a Jesús de Nazaret, el Rey de los Judíos, que se había presentado como un rey y mesías diferente. Quizás por eso, si ayer os hablaba de un amor que nos une en el recuerdo, la vida y la esperanza; hoy contemplamos un amor que resiste, que lo resiste todo. El amor de Dios se hace resistencia en Jesús crucificado, demostrándonos la capacidad de ir hasta el final, hasta el sacrificio de la propia vida en la coherencia de una misión que en Él une el ejemplo como persona y su mensaje como Evangelio.
Por eso resiste el Evangelio durante los siglos porque viene de quien ha aguantado en el amor los escarnios, los ultrajes y todo el mal que le ha venido encima, cuando él sólo pretendía darnos los instrumentos, las ideas y las claves para poder vencer personalmente y todos juntos ese mal, tan palpable en nuestro mundo, que, debemos reconocerlo, a veces se nos presenta tan o más resistente que el amor de Dios. Y si es verdad que el mal a veces se nos presenta más resistente que el amor de Dios, no lo es.
Y la prueba más clara de esto es la capacidad de los discípulos de Jesús para llegar todavía hoy a hacer el camino de la cruz, demostrando que Él nos hace participar de su resistencia al mal cuando nosotros también fundamentamos nuestra vida en su evangelio.
Tuve ocasión de participar la semana pasada en una oración que recordaba a los mártires de nuestro tiempo: eran hombres y mujeres concretos, jóvenes, mayores, con nombre y apellidos, de todo el mundo, que habían muerto en situaciones diversas, muchos de ellos murieron en el año 2021 y hasta este mismo 2022. Algunos habían sencillamente seguido su vocación hasta el final, atendiendo a enfermos de Covid e infectándose, otros habían sufrido directamente el odio religioso hasta la muerte contra los cristianos por parte de algunos fanáticos que nunca pueden ser representativos de ninguna religión o idea. Compartían todos el hecho de ser cristianos. Puedo aseguraros que la reflexión que me hice fue la de la actualidad de la cruz de Jesús en el mundo y de la validez de su mensaje que todavía hoy merece tener tantos testigos, que genera una fuerza tan grande de adhesión al amor, tan grande, que lo hace precisamente resistente. Y me hizo pensar si todas las modas que el mundo nos presenta y propone tienen algún crucificado que las valide, tal como nosotros tenemos a Jesús de Nazaret.
Quizás esta reflexión llevará a alguien de vosotros a pensar que eso que nos explica el P. Abad es sólo para los héroes, por las situaciones extremas y que ya veremos qué hacemos si nos llegan. Pero no. Una mujer conocida y cercana me comentó hace años que no entendía la cruz de Jesús. Se trataba de alguien profundamente cristiano, que había vivido ayudando siempre, coherentemente con su fe, yendo bastante más allá de lo justito para quedar bien. Sufriendo a veces para vivir de ese modo. Y pensé: ¿tú no entiendes la cruz si la vives todos los días?
Busquemos vivir el Evangelio y la cruz ya la encontraremos. Y cuando la encontremos, que nos guíe el amor resistente de Jesucristo y su ejemplo, ya que así y no de otro modo más espectacular, más directa o más rápida quiso salvar Dios al mundo, sirviéndose de su humanidad encarnada y aceptando todos sus límites.
Última actualització: 16 abril 2022