Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abat de Montserrat (8 de junio de 2025)
Hechos de los Apóstoles 2:1-11 / Romanos 8:8-17 / Juan 14:15-16.23b-26
Hoy, como decía al inicio, celebramos en esta eucaristía del día de Pentecostés el sacramento de la confirmación y también la primera comunión de dos escolanes.
Confirmar significa «hacer aún más firme, más seguro». En este sentido en la celebración de hoy se confirman bastantes cosas.
En primer lugar, la solemnidad de Pentecostés es confirmación de la Pascua y por tanto de todo el mensaje y de toda la vida de Jesucristo. La semana pasada celebrando la Ascensión al cielo, podíamos pensar que estaba todo hecho. Él se marchaba y ese Espíritu que venía era otro. Pero no. Hay una continuidad total entre Cristo y el Espíritu, ambos con el Padre, constituyen nuestro Dios Trinidad. Muchos capítulos del Evangelio de San Juan nos hablan de cómo la venida del Espíritu Santo va ligada a la marcha de Jesús. La Pascua era su regreso al Padre, la entrada en la vida eterna, nos abría un camino para todos nosotros. La humanidad volvía a Dios. La venida del Espíritu Santo, en cambio, es como un movimiento contrario, Dios viene a la humanidad, pero no sólo a un único hombre, como en la Encarnación, sino a todos y cada uno de nosotros. Un teólogo medieval exageró esta idea y habló como una segunda encarnación de Dios en el Espíritu Santo. La fe cristiana sólo cree en una sola encarnación, la de Cristo en Jesús de Nazaret; pero dicen que en los errores teológicos existe siempre una parte de verdad, sólo que exagerada. Seguramente este teólogo captó la importancia de ese movimiento de Dios hacia nosotros. Viene a toda la comunidad, a todo el mundo, como se nos representa en la escena que describe la primera lectura. Qué testimonio no tenemos de esto aquí en Montserrat. De este modo, Jesucristo no nos deja huérfanos porque da una respuesta y un medio a todo este tiempo de la historia, en el que, como nos dice el Evangelio, el Espíritu Santo le sustituye para que le recordemos, entendamos sus palabras y guardemos la comunión.
Hoy también confirmamos nuestra fe. La hacemos más firme y segura como dice la definición. Para la fe cristiana esta confirmación no es fácil de hacer. Por un lado, la fe es un asentimiento personal a Dios que precisamente porque es propio de los hombres y mujeres, siempre está como en déficit, como en un terreno no seguro. Reconocer esta debilidad es lo que nos permite abrirnos y confiar en el otro aspecto importante de la fe, aquél que confiesa que es Dios quien nos inspira como creyentes. Y si hacemos esto, podemos proclamar más tranquilos la firmeza y la seguridad de una fe que ya no es sólo nuestra, sino nuestra y de Dios. El Espíritu Santo confirma nuestra fe porque nos hace atentos a las cosas de Dios. En una frase de la segunda lectura hemos escuchado: El Espíritu se une personalmente a nuestro espíritu, para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y en el Evangelio, Jesús dice: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”. La liturgia lo pone en práctica, por un lado, explicando qué significa amar y hacer caso de las Palabras de Jesús. Por eso la secuencia que cantaremos en latín tiene unas frases que dicen:
Lava quod est sordidum,
Riga quod est aridum,
Sana quod est saucium.
Flecto quod est rigidum,
Fove quod est frigidum,
Regeo quod est devium.
Lava lo sucio
Riega lo que es seco
Cuida lo que es enfermo
Haz flexible lo rígido
Calienta lo frío
Endereza lo que está torcido.
El Espíritu Santo humaniza. Y si echáramos de menos un poco de refrigeración en climas como el nuestro, ¡la misma secuencia nos dice que también tempera el verano! Hay que reconocer que lo hace todo. Ojalá pudiéramos imitar al Espíritu en la humanización de nuestro entorno. Qué reto más bonito: Limpiar, regar, curar, destensar, calentar y enderezar… No parece que pida imposibles, pero todos sabemos que estas seis acciones no son fáciles en nuestro día a día. Por eso le pedimos y le invocamos, porque sabemos que no sólo lo tenemos por maestro, sino que también debe ayudarnos a imitarle.
Hoy, en tercer lugar, la Iglesia confirma, quiere hacer más firmes y seguros a estos hijos suyos que recibirán el sacramento precisamente de la confirmación.
El otro día, con los escolanes de primero que se confirmarán, nos encontramos brevemente. Teníais un examen de lenguaje musical, y me estuvisteis explicando las claves que ibais aprendiendo. Espero que el examen fuera bien. Después he pensado que el Espíritu Santo debería ser como clave. La clave es la que permite colocar la altura de las notas en el pentagrama. Esta clave diferente debería permitiros leer una música que no es la que hay que cantar o tocar con un instrumento, sino que es la música de la vida. Por el sacramento recibiréis el don del Espíritu. Ruego para que recibáis con Él la capacidad de ver en vuestras vidas la presencia de Dios y de su amor. Que recibáis una clave que puesta en un pentagrama os lleve a descifrar cómo os ha amado Dios a partir de muchas notas: vuestras familias, vuestros maestros, las circunstancias de la vida, la Escolanía, esta confirmación, don de Dios para la Iglesia. Pero creo que todavía podríais pedir algo más a este Espíritu, que quizás ya no es de B1, de B2 o de B3 (son los niveles de lenguaje musical de la Escolanía -lo aprendí el otro día) y es que compusierais con esta clave. El Evangelio nos ha hablado de amar y ha ligado nuestra fe al amor. Oremos para que los dos Guillem, los dos Miguel, David, Emilio y José, comencéis este camino de discípulos. No tengáis prisa, porque eso no es una sinfonía, ni siquiera una ópera, que se compone cada día. Dura siempre y se pueden poner voces e instrumentos, pero procurando que la armonía sea buena.
Albert y Jordi, a pesar de no ser escolanes y no sé si músicos, seguro que podéis aplicar perfectamente a vuestra vida la clave del amor. El don del Espíritu en vosotros tomará un matiz más maduro, os llevará a avanzar en este camino del conocimiento del misterio de Dios que finalmente sólo captamos por el amor, a los hermanos ya Dios mismo. En Montserrat lo hacemos con la alabanza, cuando somos capaces de ponernos en oración ante Él, apoyados por la tradición cristiana que el propio Espíritu ha inspirado desde aquel Pentecostés.
La invocación del Espíritu Santo sobre el pan y el vino, los transforma en los dones eucarísticos del cuerpo y la sangre de Cristo. Es el misterio de la fe. Participar es unirse a la gran familia de discípulos y por eso estamos contentos de que hoy Kilian y Pablo hagan la primera comunión, fijaos en la palabra: Comunión, estar juntos y tener los mismos sentimientos.
Preparémonos todos a recibirlo con una única fe, a la que nos adherimos espiritualmente escuchando la confesión de quienes se confirman.
Última actualització: 10 junio 2025