Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (30 de març de 2024)
(…) / Romanos 6: 3-11 / Marcos 16:1-7
Pascua
En esa noche tan llena, tan intensa, proclamamos que la solidaridad de Dios no es un recuerdo histórico ni una esperanza, es una realidad. Esta Vigilia Pascual recupera todos los elementos de nuestra fe. La memoria de las hazañas de Dios a favor de la humanidad ha ocupado un trecho de nuestra vigilia. Hemos repasado cómo el amor se hace historia a favor de los hombres y mujeres, como las promesas del Señor siempre se realizan en el tiempo y nos mueven a la esperanza de que se cumple y se supera. La creación, la Alianza, la liberación de Egipto, el retorno del Exilio, son las diversas etapas de un itinerario que desemboca en esta noche, glosada literariamente de forma sublime en el Pregón Pascual, una noche en la que ya no esperamos porque todo se ha realizado y cumplido. Por eso en el corazón de esta vigilia proclamamos: “Aleluya, realmente Cristo ha resucitado de entre los muertos, Aleluya” y lo repetiremos sin cesar toda una semana, como si fuera, por un lado, demasiado grande, demasiado difícil de digerir y de comprenderlo de una sola vez, y por otra, como movidos por una necesidad de compartirlo, de recordarnos a nosotros mismos la alegría interna de este mensaje pascual.
Dios comparte la vida de la humanidad en Jesús de Nazaret, comparte su muerte, pero la supera con la resurrección, porque Él es un dios de vivos y no un dios de muertos. Había que actuar desde dentro, desde el corazón de la humanidad para que todo fuera salvado por la resurrección. Para que la vida se impusiera sin reserva alguna. Nada podría expresar mejor esta vida, que la luz y el agua que llenan esta celebración desde el inicio.
Pascua en el mundo: Galilea
Con toda sinceridad podríamos afirmar: Si todo esto pudiera ser en el mundo tal y como lo celebramos esta noche, ¡con qué gozo no viviría la humanidad! Pero esta conciencia de un mundo que vive lejos de la realidad pascual, nunca quitará valor a nuestra vigilia. Si nuestra liturgia es capaz de hacernos sentir en esta noche la vida de Cristo Resucitado que perdura y se transmite, que nosotros veremos en los sacramentos que nos harán evidente que nuestro pueblo crece enriquecido por la iniciación cristiana del Benat, Eloi e Isidro; si en esta noche podemos vivir la convicción de que el mensaje del Evangelio, que recibió su legitimación definitiva en la noche de Pascua, está tan vigente como el primer día; si esta noche nos hace sentirnos cercanos a Dios, y conscientes de que, por su resurrección, Jesucristo no es sólo una memoria sino una presencia viva y cercana en lo más íntimo de nosotros mismos, en una palabra finalmente, si esta noche es una noche de fe, será una noche llamada a iluminar también toda la realidad que tenemos alrededor, por muy lejos que nuestro mundo presente tantas situaciones muy alejadas de la Pascua de Jesucristo.
El mismo evangelio de hoy no se ha quedado en el sepulcro vacío, no se ha quedado contemplando a este ángel resplandeciente, ni tampoco nos hemos quedado pensando quién había movido la piedra, esa piedra realmente muy grande, no. El evangelio de san Marcos que hemos leído, ha terminado enviando a los discípulos a Galilea a encontrarse con un hombre vivo, con un resucitado, no a venerar los restos o a investigar las evidencias de un hecho extraordinario, sino a seguir a Jesucristo en la realidad. Porque Galilea tiene en los evangelios un regusto de realidad. Parece enigmático que, en el corazón de la Pascua, desde Jerusalén, cuando Jesús de Nazaret ha resucitado y desafiado a la naturaleza mortal de la vida, cuando ha cumplido y superado todo lo imaginable en el mundo físico y metafísico para cualquier inteligencia, Dios nos reenvíe sencillamente al inicio, al lugar de la vida escondida de Nazaret, de la predicación, de las curaciones, también de las primeras incomprensiones. La Pascua no se desentiende del mundo. Lo hemos cantado en el Pregón Pascual: “Oh noche bienaventurada que une el cielo y la tierra”.
A nosotros nos tocará amados hermanos y hermanas, preguntarnos cuál es esa Galilea a la que nos envía el Señor resucitado.
Actitudes para vivir a ser cristianos en Galilea
Espero que para vosotros escolanes, muy especialmente para Bernat, Eloi e Isidre, que hoy se incorporan al pueblo de los bautizados, al pueblo de Cristo, la Escolanía y Montserrat haya sido un poco vuestra Galilea, el lugar donde los discípulos conocieron a Jesús, le escucharon y aprendieron a vivir como cristianos. Éste es el reto con el que, por el bautismo, la confirmación y la primera comunión os comprometéis hoy: ser cristianos. Y nosotros os acompañamos renovando también nuestra voluntad de serlo.
Para ser cristiano, y hablo también para todos los demás escolanes, para los niños y niñas y para los jóvenes que habéis pasado juntos esta Semana Santa en Montserrat, es necesario conocer, utilizar la inteligencia para comprender a Dios y para comprender el mundo. Con vuestros animadores, habéis pensado sobre Jesús que se nos daba como pan en la eucaristía, un pan hecho con trigo, que viene de una semilla, que vosotros como la tierra buena debéis acoger. Toda la asamblea acogerá en el momento del ofertorio este deseo de ser tierra buena, muy concreto, que presentaréis como un deseo. En la sociedad en la que vivimos, cualquier ocasión es insustituible para avanzar en el camino de la fe. Todo lo que aprendáis sobre Dios, sobre Jesucristo y su Evangelio ahora que sois muy jóvenes, lo tendréis para siempre y os ayudará siempre, os hará tener una capacidad diferente de ver las cosas. A los monjes nos gusta esta dimensión intelectual de nuestra fe y procuramos transmitirla sobre todo a los escolanes, en las clases de religión, en la preparación de las celebraciones. Somos hijos de ese gran monje y obispo, San Anselmo, que decía que la fe ponía preguntas y que eso también era buscar a Dios.
Para ser cristiano, también es necesario rezar. Desde Montserrat, nosotros invitamos a muchas personas a orar y vosotros los escolanes, los cantores, todos los que participáis en la liturgia y en la música, lo hacéis de una manera especial. La resurrección de Jesucristo nos asegura que Él está vivo y presente y que podemos buscarlo en nuestra oración. Los más jóvenes han querido adentrarse en el silencio de la naturaleza. Desde el libro de la sabiduría, los creyentes hemos visto en la creación pistas de la existencia y de la presencia de Dios. En un mundo tan lleno de palabras, el silencio es el primer paso para escuchar y para poder dice una palabra. Ojalá todos practicáramos aquella frase de un conocido jesuita del siglo pasado: ¡No estropeemos el tiempo, con palabras que no hayan nacido del silencio! Pero también se han fijado en otras cosas que he subrayado hoy: la palabra, la cotidianidad como lugares y momentos en los que podemos encontrar a Cristo.
Pero sobre todo debéis amar. Ser cristiano es sobre todo amar. Porque Dios es amor y Jesucristo nos ha amado y sólo nos pide esto. Es muy fácil de entender y más difícil de realizar. Pensar y preguntarnos cosas, hacer silencio y orar, deberían llevaros siempre a amar.
Y permítidme unas breves palabras en inglés, en atención a un grupo de jóvenes de una universidad de Ohio, que han pasado el Tríduum con nosotros.
This Easter night, invites us to take part in the life of the risen Christ. Light and water lead us into the mystery of the resurrection. Easter, as the centre of our life of faith is intended to help and enlighten a world often strange to the Gospel. However, the Risen Christ show us in his words, the way to Galilee, the way to the reality, to the beginnings, where we are called to be disciples, to be Christians, through reflection and though, through silence and prayer, and above all through love. Let us live all that in the joy of this Easter!
Y con la alegría de Pascua seguimos celebrando todavía todo lo que nos falta en “Esta noche que devuelve la alegría a los entristecidos, que exulta de alegría, en y que nos muestra la predilección con que Dios nos ha amado.”
Última actualització: 1 abril 2024