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Misa de la noche de Navidad, Misa del Gallo (24 diciembre 2023)

Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (24 de diciembre de 2023)

Isaías 9:1-6 / Tito 2:11-14 / Lucas 2:1-14

 

En esta Nochebuena, muchos hombres y mujeres, jóvenes y niños nos reunimos para estar juntos, para orar, para celebrar el nacimiento de Jesús de Nazaret, en Belén de Judea.

Da que pensar el que recordemos cada año una historia tan conocida. Seguro que es importante para nosotros. Estos momentos que se repiten cada año nos ayudan a entender que nosotros somos pequeños, somos poca cosa, sólo somos algunas generaciones que van pasando y que celebran lo mismo que nuestras abuelas, que nuestros bisabuelos y lo que esperamos que celebren quienes vendrán después de nosotros. Lo importante es lo que resta: la Navidad, que quiere decir: “Dios está con nosotros” como cantábamos en el tercer nocturno de maitines.

En el mundo en el que estamos, cuesta decir “Dios está con nosotros”. ¿Por qué? Porque no puede ser que Dios esté sólo con nosotros aquí en la Escolanía, en la Basílica, en quienes estáis en casa. Esta frase debe valer por todos. ¿Cómo estarán diciendo “Dios está con nosotros” los cristianos de Tierra Santa, especialmente los de la franja de Gaza, en medio de las guerras? ¿Cómo lo deben decir en Ucrania? ¿En Sudán? ¿Cómo decir esto en un mundo tan lleno de sufrimiento? Sería bonito que nos lo contaran ellos mismos, porque todos sabemos que incluso en estas situaciones, muchos de los que sufren dicen que Dios está con ellos. Nosotros estamos seguros de que, sobre todo en las situaciones más tristes, Él está ahí.

Nos ayuda a pensar así el que tampoco fuera fácil la primera Navidad. Nada tuvo que ver con ir de compras, iluminar las calles, preparar comida. Todo fue mucho más pobre, mucho más sencillo. Porque en el nacimiento de Jesús de Nazaret ya se insinuaba que allí empezaba una vida que, a pesar de ser la del Hijo de Dios hecho hombre, no escaparía de ninguna de las dificultades del mundo, es más, las iría a buscar con espíritu de cambiarlas, de redimirlas, de salvarlas.

Los artistas lo han entendido bien cuando por ejemplo han pintado al niño Jesús en los iconos amortajado, como a punto de enterrarlo, para expresar claramente su humanidad que algún día debería morir.

También lo entendió el compositor de la letra del oratori del Pessebre, Joan Alavedra, que después musicalizó Pau Casals, de quien este año hemos celebrado el quincuagésimo aniversario de su muerte. En un momento del principio y hablando de las figuras del Belén, antes de explicar la alegría del nacimiento hay un aria de contralto, que bajo el nombre muy inocente de la vieja que fila, ya habla de la pasión, porque aquello que hila la vieja es el trapo con el que el Señor se enjugará la sangre camino del calvario y el mismo sudario donde lo envolverán después de morir. Las reflexiones teológicas y artísticas sobre la Navidad tienen en cuenta ciertamente el sufrimiento tan humano de Jesús. Y esto tiene dos consecuencias.

A los escolanes deben gustarles las historias de héroes o de superhéroes. Las que nosotros leíamos en revistas y que ahora seguramente están en los videojuegos y en todo eso, que algunas generaciones ya no conocemos. Jesucristo, a pesar de ser Mesías, no es un superhéroe, no se nos presenta como un superhombre, es Dios hecho hombre, no Dios hecho superhombre o Superman, o Batman o alguno de esos héroes que admiréis. Quizás en gran parte de su manera de hacer es incluso mucho menos espectacular que todos estos superhéroes: no vuela, no se disfraza, no tiene una doble identidad, ni una fuerza física inhumana. Es mucho más sencillo. Es un hombre que ama. Que ama mucho: solidario de todo el mal y de todo el pecado del mundo. Difícil de imaginar a alguien capaz de arreglar todo lo que está mal, de comprender y perdonar los defectos de todas las personas. Pues él puede solucionarlo y de todo se puede compadecer.

La segunda idea que nos transmite esta humanidad que debe morir, ya representada en el momento de su nacimiento, es la capacidad de acoger por solidaridad todas las situaciones difíciles, todo el dolor del mundo, no para justificarlo, sino para combatirlo. Y especialmente todo aquel dolor que sería fácilmente evitable. En todas estas situaciones la muerte está muy presente. La Navidad y la memoria de Jesucristo debería recordarnos permanentemente que Él fue anunciado por los profetas como el príncipe de la paz y el clamor que acompañó a su nacimiento fue un deseo de paz a los hombres y mujeres de buena voluntad, como hemos leído en la primera lectura y en el Evangelio.

¡Qué mundo el nuestro! Cuántas situaciones como os decía que no tienen paz y en las que resuena esta noche la palabra “paz” como un deseo real. Pienso en los países y los conflictos que os he dicho y pienso sobre todo en lo que nosotros no conocemos porque no sale ni en las noticias, ni en los periódicos ni en las redes. El cardenal-arzobispo de Rabat, un buen amigo nuestro, que estuvo aquí durante la cuaresma del 2022, nos ha pedido que nos acordemos de los inmigrantes que llegan a Marruecos desde el África subsahariana y a los que ellos, que son una iglesia pequeñísima intentan atender. Nos queremos solidarizar con ellos con la colecta que cada año hacemos en Navidad. Os lo proponemos como un signo de comunión con tantas realidades que olvidamos, que no conocemos, que son noticia un día para quedar apartadas por la siguiente, y os invitamos a participar.

Sentimos en esta Navidad la necesidad de tener presente este grito de paz surgido de las guerras del mundo. Debemos preguntarnos qué podemos hacer nosotros, es necesario que no dejemos de escandalizarnos ante cualquier conflicto y no conformarnos con la incapacidad humana de arreglarlos de otra manera que no sea con las armas. La humanidad dedica una inmensa cantidad de medios económicos y políticos que parecen en muchos lugares y casos ineficientes y me hacen pensar si deberemos al final de dar la razón a un conocido hombre del mundo del deporte que al inicio de una de las recientes guerras notaba el fracaso de los medios y de las instituciones políticas. Hasta ahora, tiene bastante razón.

Nuestra gran fuerza, nuestra solución siempre será la que Dios ha puesto en medio de la humanidad en la persona y el Evangelio de su Hijo Jesucristo, cuyo efecto es en primer lugar nuestra conversión personal de nuestro egoísmo al amor. Aquí está el principio de la paz.

El mismo oratorio del Pesebre que he citado antes termina con unos versículos que dicen:

“Gloria a Dios y a toda criatura,
Paz en la tierra
Nunca más ningún pecado,
nunca más ninguna guerra,
Paz a los hombres de buena voluntad
Paz”

El poeta que escribió esto ya veía que, en el camino hacia la paz, el pecado de los hombres, el mal que hacemos cada uno es también importante. Jesucristo es el Cordero que quita el pecado del mundo, porque viene a salvar toda la naturaleza humana. Si en Navidad celebramos el principio de esta salvación, ojalá su efecto sea también el de avanzar decididamente en el camino de la paz, no una paz cualquiera, sino una paz que no tenga fin fundamentada como decía el Profeta Isaías en “el derecho y la justicia”, en libertad y con total respeto a los derechos humanos, podemos añadir nosotros.

Que Dios que ha amado al mundo hasta darle a su Hijo único, nos lo conceda.

Última actualització: 30 diciembre 2023