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La Ascensión del Señor (12 mayo de 2024)

Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, AbaD de Montserrat (12 de mayo de 2024)

Hechos de los Apóstoles 1:1-11 / EfesiOs 4:1-13 / Marcos 16:15-20

Jesucristo, queridos hermanos y hermanas, nos sorprende un poco en los Evangelios, apareciendo y desapareciendo.

Ya de niño, se entretuvo en el templo y sus padres no lo encontraron hasta tres días después. Durante el tiempo de la predicación en Galilea, en algunos momentos también se escondía buscando una soledad reparadora, y los discípulos tuvieron que decirle: “Señor. Todo el mundo te buscaba”. El viernes Santo conmemorábamos su muerte, a la que siguió el silencio del sábado. La gran desaparición podríamos llamar. Por Pascua celebrábamos un regreso, aunque su presencia como resucitado combinara lo tan ordinario como comer pescado junto al lago con los discípulos, con lo mucho más extraordinario, cómo atravesar paredes o estar junto a quienes habían convivido intensamente con él y no ser reconocido.

¿Acaso a Jesucristo le gusta despistarnos?

¿O quizás nos estimula a buscarlo, bajo cualquier circunstancia y así entrenó a aquellos primeros discípulos y también a nosotros, para que fuéramos capaces de seguir siguiéndolo siempre? O quizás incluso, ¿es que cada vez que desaparece, prepara en el fondo una manera diferente de estar en el mundo, entre nosotros?

Esto último, se hace verdad especialmente hoy, día de la Ascensión, cuando acaba esta manera extraordinaria de estar entre nosotros y entramos en lo que podríamos llamar el “modo definitivo”, entre comillas, porque esto no ha terminado y todavía debe volver otra vez, como el mismo evangelio de hoy nos advertía. A partir de este momento, la manera en que Jesucristo estará con nosotros será diferente: será la de aquel que se ha ido, pero nos ha dejado el ejemplo, la palabra, unos primeros discípulos dispuestos a seguirle y la promesa de una fuerza especial, que llamaremos Espíritu, que Jesucristo mismo dijo que vendría cuando Él no estuviera. Estos días muchos cristianos, especialmente jóvenes, reciben el sacramento de la confirmación, el don del Espíritu Santo. Lo esperamos. Os animo especialmente a los escolanes, y a sus hermanos y hermanas que recibiréis la confirmación el próximo domingo a esperar este momento con alegría. A realizar una última semana de preparación, para que sea un momento intenso y fuerte.

Hemos leído dos veces los relatos de la Ascensión:

En la primera lectura, el evangelista san Lucas, comienza su relato de los hechos de los apóstoles, su historia de la Iglesia incipiente, con esta escena, exactamente la misma que cerraba su evangelio. Este último momento de Jesucristo es el puente entre su vida personal y la de la comunidad congregada en torno a Él.

El Evangelio según San Marcos, también nos ha contado el mismo momento de la Ascensión.

Está claro que es un momento narrativo muy importante en el Nuevo Testamento y lo es porque los últimos instantes son siempre importantes. Si alguien está consciente, procura dar la síntesis del mensaje, el resumen de sí mismo. Y esto es lo que hace Jesucristo. Sería un buen ejercicio personal para todos, pensar qué sería lo que nos gustaría decir al final de todo. Es bastante divertido buscar cuáles fueron las últimas palabras de personajes conocidos.

Pero volvamos a la Ascensión que es la inauguración de un tiempo que se caracteriza por pedirnos tres compromisos.

El primero es la misión. Una palabra muy moderna y muy de moda en el mundo empresarial e institucional. Desde hace pocos años todo el mundo habla de misión y de visión, y mira por dónde los cristianos, resulta que la tenemos desde el principio, desde el momento cero. Una misión que es la de ser testigos de Jesucristo, la de ir por todo el mundo y predicar la Buena Nueva del Evangelio. Su ascensión al cielo confirma la Pascua. En el momento de despegar, aparecen, al igual que en el sepulcro, los hombres vestidos de blanco, que preguntan como señalando la tierra: “¿Por qué estáis mirando al cielo?”. Que se dirigen a los discípulos como hombres de Galilea. El día de Pascua, en la homilía decía que Galilea es el lugar de cada día, de la vida cotidiana. La tarea está en la tierra. Aquí es donde debemos realizar esta obra de servicio, que nos pide la carta a los Efesios, que hemos escuchado como segunda lectura.

Su ascensión es el empoderamiento de los discípulos y el nuestro. En el motete que cantará hoy los escolanes hay una frase un poco difícil de traducir que está sacada de la segunda lectura, del versículo octavo de la carta a los efesios, que dice que Jesús: al subir al cielo, “Ascendens in altumCaptivam duxit captivitatem”. (hv|cmalw,teusen aivcmalwsi,an) que se puede traducir por “se llevó un cortejo de cautivos”, como hemos leído, o también por “se llevó encarcelado, al encarcelamiento”, que es lo mismo que decir : Nos liberó. Sí. La Ascensión es un apoderamiento a imagen de Jesucristo, por eso al describir todas las capacidades de sus seguidores en el futuro, lo único que hace San Pablo es reproducir todo lo que el mismo Jesús había obrado. Por eso nos dice que edificamos el cuerpo de Cristo.

El segundo compromiso es la construcción plural de esa comunidad que recibe una misión. Jesús se dirige finalmente a los discípulos reunidos, no nos dice cuántos, pero nos quedamos con la impresión de que no estamos en un espacio cerrado y reservado, como los de las primeras apariciones del resucitado, sino que aquí el mensaje es público, en la montaña, como tantas otras veces hizo durante su predicación. Cuando Jesús se marcha, no deja un único discípulo que le sustituya. Deja una comunidad. Hay unidad en algunas cosas esenciales y diversidad en el resto. El sentido de esta frase que llegamos juntos a la talla de la plenitud de Cristo, nos hace pensar en el sentido de cada uno en ese cuerpo. Nadie está porque sí. Los escolanes también cantarán en el motete: “Dedit dona hominibus”. Dios dio dones a los hombres y a las mujeres, para seguir construyendo la comunidad que le representa en la tierra.

El tercer compromiso es nuestra situación en espera, en el tiempo. La ascensión deja una puerta abierta: “Este Jesús que habéis visto marcharse volverá” nos dicen los hombres de blanco.

La Ascensión del Señor ata perfectamente el cielo y la tierra y nos da el horizonte definitivo del compromiso. La misión y la comunidad quedan fortalecidas por esta esperanza del regreso de Jesucristo:

Compartiremos el cielo con Cristo, la gloria, si actuamos como Él. Lo que hacemos aquí determinará nuestra ascensión al cielo con Él. Por eso la mirada cristiana al futuro siempre compromete con el presente, y Jesucristo en la riqueza de su vida nos lo dijo constantemente y nos lo recuerda en cada eucaristía.

 

Última actualització: 13 mayo 2024