Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (17 de abril de 2025)
Éxodo 12:1-8.11-14 / 1 Corintios 11:23-26 / Juan 13:1-15
Et quid est sic mittere manum, ut scias quia talia te oportet praeparare, Así como pones la mano, sepas que te hacer algo parecido. (San Agustín. Tratados sobre el Evangelio de San Juan. 84)
Entre las multitudes que el domingo de Ramos aclamaban a Jesucristo y la soledad de la Pasión y la cruz que hemos ido viviendo toda esta Semana Santa y que culminará mañana, el Gran Viernes, celebramos hoy una cena, una cena nos dice la liturgia. En medio de este drama personal de Jesucristo, enfrentados a los cambios de humor y de tendencia del pueblo, este Jueves Santo nos lleva al ambiente familiar y comunitario propio de cualquier comida, nos coloca en la intimidad de los discípulos con el maestro, en aquellos días intensos de su pascua.
El jueves santo nos hace conscientes de la idea de esta comunidad, de un Dios presente, de una asamblea abierta y acogedora.
Reunida en torno a la comida, pero con un alcance mucho mayor que el de alimentarse, la cena de hoy, recuerda a aquella de Jesús con sus discípulos, que era también conmemoración de la Pascua judía, un momento fuerte, familiar y comunitario que incorpora la memoria de las hazañas de Dios en el pasado.
(Por el relato que tenemos, parece que en esta última cena ni comían de pie ni con tanta prisa como nos ha dicho el libro del Éxodo.)
Esta iglesia hace de la comida una oración porque no sólo recuerda las hazañas del pasado, sino que cree y confiesa a Dios actuando aquí y ahora.
Una comunidad que es finalmente, asamblea, la traducción de la palabra griega eklesia. Personas, pueblos y culturas se han incorporado a la mesa, persiguiendo hacer verdadera la profecía universal ya en el Antiguo Testamento de la unidad de todos en el Reino de Dios.
Y en medio de estas tres realidades, la comunidad, (el recuerdo, la memoria, la confesión… de Dios,) la acogida a los pueblos de la tierra, Jesús de Nazaret quiso dejarnos el signo sacramental más potente, más trascendental, más repetido que tal vez haya tenido la humanidad. El pan y el vino, entregados como cuerpo y sangre de Cristo.
Porque Él en esta cena que celebramos, hizo un reconocimiento de la realidad comunitaria que había construido, cuidado y liderado con sus discípulos. Oró con la mayor intensidad que hayamos conocido y nos dejó la posibilidad de hacerlo presente como Hijo de Dios en dos elementos tan normales y cotidianos como el pan y el vino. Además, el sacramento de la eucaristía cumple esta otra función de acogida universal i por eso en esta Iglesia cristiana aún separada por confesiones diversas, eclesialmente lo que marca definitivamente la unión de los cristianos es la capacidad de compartir la eucaristía, porque nos hace un solo cuerpo de Cristo. Por eso la celebración de hoy también la vivimos en el deseo
de la unidad, tal y como (cantábamos cantaremos): “formando unidad nos reúne el amor de Cristo…”
La celebración nos deja estas tres ideas: identidad compartida, apertura y acogida, fe expresada en la invocación de Dios.
Sabemos que la palabra de Dios es viva y eficaz, que debería ayudarnos a comprender el mundo y a darle soluciones. También la eucaristía debería llevar sentido para todos. En el jueves santo de este 2025, permitidme que mire un poco atrás para de alguna manera pedir que podamos crecer en el sentido de fraternidad, de comunidad. La Iglesia que se edifica en torno a la eucaristía es como decía Lumen Gentium, imagen de la fraternidad humana. El reto de construir una sociedad que esté comunicada, no sólo conectada, es muy importante. Desde Montserrat hemos querido reconocer esta realidad, presente durante nuestros mil años de historia en los que no sólo hemos sido comunidad que ha celebrado, sino que muchos, millones, se han reunido en torno a este altar tantos y tantos peregrinos.
Que podamos seguir reconociendo que es Dios por Jesucristo quien se hace presente en cada eucaristía, que es memoria y confesión de Dios. Repetida cada día, también en nuestro oficio que extiende nuestra liturgia. Que todo esto apunte siempre a Él, a la capacidad de comunicarse: (¿María… inscripción en el trono?). Su cuerpo, que hoy veneramos, presente permanentemente en la capilla del santísimo hace de nuestra basílica, un lugar habitado por Dios.
Hacernos conscientes de la realidad social humana y reconocer la presencia de Cristo debería llevarnos a querer transformar en sentido evangélico este mundo. Unamos a la veneración y a la centralidad del sacramento eucarístico, nuestro deseo de servir. Por eso hoy la Iglesia siguiendo el ejemplo de Jesús se hace servidora y lava los pies, tarea reservada a los criados. Lo hacemos recordando que el Señor lo hizo con plena conciencia, y el Evangelio lo subraya, “Jesús, consciente de que el Padre le había dejado en sus manos todas las cosas, consciente de que venía de Dios y a Dios volvía”, y además nos mandó que lo reprodujéramos. Por eso este jueves santo se llama en la tradición anglicana Maundy Thursday, el jueves del mandato.
Recibimos hoy de Jesucristo el don de repetir la acción de gracias sobre el pan y el vino, «hacedlo para celebrar mi memorial», y el don de hacernos servidores, «Si, pues, yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros os los tenéis que hacer unos a otros. Os he dado ejemplo para que vosotros lo hagáis como yo os lo he hecho».
Somos conscientes de que este ejemplo debería llevarnos a cambiar los corazones y que aquí Dios puede hacer algo. Si alguna vez nos desanimáramos ante la tozudez humana, nos quedaría orar. En algunos casos humanos difíciles, es muy interesante como nuestra Regla de San Benito, deja para final la oración, como el recurso último que tenemos cuando se han agotado todos los demás.
Finalmente podría también ser nuestra eucaristía, momento de acogida universal, signo de que en las palabras “tomad y comed todos” está realmente el deseo de Jesucristo de mirar más allá de aquellos discípulos que cenaban con
Él. Aquí en Montserrat vivimos todos los días la catolicidad de la fe. En nuestra misa conventual hay gente de todo el mundo.
Este jueves santo nos invita a vivir eucarísticamente, dando gracias. Esto que celebramos ilumina nuestra vida y nuestra realidad en el sentido de la necesidad de ser sensibles a Dios y a los demás, en la comunidad y la acogida. Si la solemnidad de hoy nos ayuda a fijarnos en ella, pensemos, también vosotros escolanes que en cada misa, celebramos esta misma donación de Jesús.
Última actualització: 19 abril 2025