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Solemnidad de Santa María, Madre de Dios (1 enero 2024)

Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (1 de enero de 2024)

Números 6:22-27 / Gálatas 4:4-7 / Lucas 2:16-21

 

“Cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley”.

Esta plenitud del tiempo y el envío de Cristo a la tierra fue el resultado de lo esperado y preparado en la tradición de Israel. Fue la culminación y la confirmación de que el Reino de Dios era posible.

La carta a los Gálatas también dice que por el nacimiento de Jesucristo nosotros obtenemos la condición de hijos. En las lecturas y oraciones de este tiempo, encontramos sin cesar la idea de que Navidad tiene un efecto claro para nosotros. Somos hijos y herederos de Dios y lo somos a imagen de Jesucristo. Esto significa que nuestra vida como la de él tendrá un sentido pleno cuando nos comprometamos con Dios en la construcción de su Reino.

Quisiera fijarme hoy en el salmo sesenta y seis que hemos cantado entre la primera y la segunda lectura. Es un salmo que habla de la presencia del Reino de Dios en la tierra. Muchos siglos antes del nacimiento de Jesucristo, el pueblo esperaba e imaginaba. Esta tradición nos es necesaria para comprender plenamente la Navidad del Señor. Qué nos dice el salmo de hoy sobre esta nueva dimensión donde Dios será finalmente Dios.

Sus versículos van desarrollando distintos aspectos:

“Que Dios tenga piedad y nos bendiga”:

Un reino es una nueva situación. La misericordia de Dios marca el inicio de este Reino. Si no empezamos por reconocer que somos limitados y que necesitamos el perdón de Dios, no daremos ni el primer paso.

El Reino de Dios es un tiempo y un estado de bendición, hoy quizá lo llamaríamos de progreso ampliamente entendido. Aparte de perdonarnos, también necesitamos que Dios nos ayude, y lo haga para todos. El Reino debe ser armónico. Bendecir significa “hacer grande”. Pedimos a Dios que haga grande armónicamente su Reino.

El salmo también tiene la frase repetida a menudo en el AT:

“Ilumine su rostro sobre nosotros”

La liturgia de estos días nos ha hablado a menudo de la luz. En el Credo decimos que Jesucristo es luz resplandor de la luz. La expresión “Ilumine su rostro sobre nosotros” nos habla de nuestra relación personal con Dios.

Es en el fondo una frase navideña. En la versión original hebrea la frase dice que “Dios ilumine su rostro sobre nosotros”, O que Dios nos muestre su cara, o incluso que Dios revele su cara, en la versión griega utiliza el verbo “epifanía”, lo mismo que dará nombre a la próxima fiesta de la Epifanía o de Reyes.

¿Qué es Navidad, sino que Dios se ha dado a conocer? Me parece bonito que la liturgia de la Palabra extienda esta manifestación de Dios a los sentidos: Dios ha hablado, Dios ha mostrado o nos hace ver la claridad de su mirada. La oreja y la vista participan de la buena nueva, la inteligencia también.

Este versículo nos abre a la idea de que el Reino de Dios es un reino interior. Todas sus dimensiones como todos los aspectos humanos quedan fortalecidos por la fe.

El Reino tiene una parte íntima, espiritual, mística me atrevería a decir, y espero que nadie se asuste, ya que místico sólo significa la posibilidad de comunicarnos con Dios y esto es un don del Espíritu Santo para todos los bautizados. Dios ilumina su rostro sobre nosotros para que seamos capaces de ver la claridad de su mirada. Es decir, entrar en una profunda, fructífera y salvadora relación personal con Él. Es necesaria una respuesta de nuestra parte a tanta gracia, a poder seguir los caminos de comunión que nos ha vuelto a abrir Jesucristo. Al final uno de los sentidos de nuestra vida, no sólo la de los monjes, es alabar a Dios y poder repetir con el salmo.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Lo han entendido todos los santos, que nunca han olvidado, a pesar de su fecundidad apostólica, que era necesaria la oración y la relación personal y espiritual con Dios.

El salmo todavía dice:

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

La bendición de Dios debe ser armónica porque nuestro Dios es social. Siempre incorpora a los demás a su proyecto. Por eso decimos que el Reino de Dios está con “nosotros”. La lectura en los Gálatas habla con la segunda persona del plural. La armonización de los bienes y derechos de la tierra, de la que os hablaba, es el estado que se construye sobre la justicia, la rectitud, el dejarse guiar por Dios: la Paz que Dios desea desde siempre sobre todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Estos días de fin de año, son muy indicados para encomendar a Dios tantas y tantas cosas que nos funcionan, para hacernos conscientes. Para pensar en qué podemos hacer para mejorarlas, para no empeorarlas. Para quejarnos si es necesario.

Y Dios no incorpora sólo “a los demás”, sino que incorpora “a todos los demás”. Un monje de nuestra comunidad ya difunto que puso un título a cada salmo que resumía su contenido, llamó a este salmo sesenta y seis: “catolicismo”, porque contempla que Dios es para todos.

Conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Dios envió a su Hijo a la tierra para que nosotros obtuviéramos la condición de hijos. Lo envió bajo la Ley, en continuidad con la tradición de su pueblo, en la esperanza de que se cumpliera todo lo que dice este salmo.

Al hacernos hijos, nos introdujo en la esperanza radical que desea el Reino de Dios y no nos ha colocado de forma pasiva, sino como colaboradores activos.

El día de hoy, día de Año Nuevo, es un día de deseos. Me cuesta imaginar un mejor deseo que recuperar la esperanza del Reino de Dios, tal y como nos la desea el salmo sesenta seis. Jesucristo en el mundo haciéndonos hijos de Dios a su imagen debería ser el motor de nuestra conversión definitiva y nuestra energía para construir el Reino.

El coral final de la parte del oratorio de Navidad que Johann Sebastian Bach dedicó al día de Año Nuevo dice,

Jesu richte mein Beginnen,
Jesu bleibte stets bei mir,
Jesu zäumte mir die Sinnen,
Jesu sei nur mein Begier,
Jesu sei mir in Gedanken,
Jesu, lasse mich nicht wanken!

Jesús, guía mi empresa,
Jesús, ¡quédate siempre conmigo!
(Jesús, frenad mis sentidos,)
Jesús, sed mi único deseo,
Jesús, sed en mi pensamiento
Jesús, no me dejes flaquear.

Que, con estos deseos, podamos adentrarnos en este año 2024, pidiendo por intercesión de Santa María, la Paz y el Bienestar, la bendición y la misericordia, con una esperanza que no desfallece porque está fundamentada en la fe y recibe la recompensa de ver los frutos de la caridad que ejercemos para con nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más necesitados.

 

Última actualització: 19 enero 2024