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Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María (8 de diciembre de 2023)

Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (8 de diciembre de 2023)

Génesis 3:9-15.20 / Efesios 1:3-6.11-12 / Lucas 1:26-38

 

 

Y María respondió.

El final del prefacio de hoy, que rezaremos al iniciar la oración eucarística, nos dice que María es para nosotros ejemplo de santidad. La santidad es la comunión posible y eficaz que cada uno de nosotros puede tener con Dios, con el Padre, con Jesucristo, siempre por la fuerza del Espíritu Santo y todas sus consecuencias.

Sí. María respondió. Sería una de las primeras actitudes de su santidad. Respondió porque estaba atenta, porque había escuchado lo que Dios le había dicho. Quizás no lo había entendido porque era bastante complicado y seguro que no había captado todas las implicaciones que ese anuncio tan extraordinario tendría en su vida, ya no digamos en la de toda la historia de la humanidad. Pero, sin embargo, respondió. Nada que ver con aquellos alumnos que en la Escuela cuando les hacen una pregunta y llaman a su nombre, bajan de la luna a la tierra y se dan cuenta de que no han oído ni la pregunta. San María, en la escena tan entrañable de la Anunciación nos da una primera lección: debemos estar atentos. Qué necesaria es la atención en nuestro mundo tan lleno de información, tan lleno de mensajes, donde en cada momento podemos estar conectados y no precisamente con nuestro interior ni con Dios.

Porque, en cambio, Dios habla más en el silencio, o por boca de una sola persona, o en un momento tranquilo. No creo que un grupo de whatsupp sea allí donde mejor le escucharemos. Debemos estar atentos porque si no, podemos no escuchar qué nos dice, ni siquiera oírlo. La Virgen María, a pesar de no tener móvil, fue totalmente capaz de escuchar una llamada y una voz, escucharla y cumplirla.

Como ella, podemos ejercitar nuestra capacidad de atención si hacemos un esfuerzo por escuchar y por responder a aquellas personas que nos preguntan, que nos dicen algo, que quieren hacerse cercanas. No hay mayor desprecio que hacer ver que el otro no existe. A todos nos gusta que nos respondan, pero aprendamos también a ser comedidos. No hace falta responderlo todo siempre ni de inmediato, ni especialmente exigir que los demás lo hagan. Cuántos de nosotros no hemos visto a personas ponerse muy nerviosas porque al cabo de pocos minutos o incluso segundos, alguien no ha respondido un mensaje. También debemos aprender a esperar.

Con la respuesta, Santa María nos da otra lección: la de la responsabilidad. Es responsable porque es capaz de responder, no sólo a una pregunta, sino haciéndose cargo de una situación. En catalán lo decimos: yo respondo de esa persona. La Virgen María aceptó la situación, feliz, por un lado, tan enigmático y sorprendente por otro, de ser madre de Jesús, Cristo, el Mesías el esperado de Israel. Su responsabilidad se concreta en la capacidad de mantenerse fiel en la respuesta dada: “aquí estoy, que se haga en mí según tu palabra” y de hacerlo durante toda la vida, cuando la misma responsabilidad de mantenerse fiel a la respuesta la llevó a nuevos horizontes, inimaginables al principio. Aquí está la verdadera fidelidad, la que no tiene calculadas desde el inicio todas sus consecuencias, sino que queda abierta.

Respuesta y responsabilidad forman parte de la santidad y no son nada que nos quede tan lejos. Con estos rasgos tan humanos, Santa María nos enseña la forma de ser discípulos, se pone al frente de esta humanidad, y muy especialmente de nosotros que queremos testimoniar en el mundo que Dios existe, como creador de toda vida y nos llama a la felicidad superando todos los males de la historia, que vienen de esa ambigüedad antigua, de ese pecado al que los hombres y las mujeres también estamos sometidos desde el mismo principio de nuestro tiempo.

En la segunda lectura, un himno cristiano muy antiguo que forma parte de la Carta a los Efesios, que nuestra liturgia ha incorporado cada semana en la hora de Vísperas del lunes, encontramos una especie de yo colectivo, una primera persona del plural que se dirige a Dios para darle gracias de la elección que ha hecho de la humanidad para llevarla por amor a la santidad, a cumplir la voluntad de Dios, a la irreprensibilidad, a la esperanza con Cristo.

El himno nos habla de un gran proyecto de Dios. Si la primera lectura nos había dejado quizás un mal sabor, porque se ponía en marcha la historia humana en sus aspectos inevitables de ambigüedad, sometida a la presencia de ciertas formas de mal, que siempre están activas; San Pablo, muchos siglos después y cuando la Iglesia naciente ya experimentaba plenamente la resurrección de Jesucristo, vuelve a colocar la historia en manos de Dios y no destaca tanto su ambigüedad humana como la línea recta de la voluntad de Dios sobre todos nosotros.

Parece que está haciendo el retrato perfecto de la llamada a ser cristianos, y por tanto, aunque no la cite, encabezando este “nosotros” encontramos Santa María, que no sólo hace suyo este canto, sino que es la única que puede decir que lo cumple de verdad, la única escogida sin lugar a dudas, la única irreprensible, la única toda santa por su a comunión con Dios Padre, con el Hijo que de ella se encarnó y con el Espíritu Santo que la habitó. Esto es lo que celebramos hoy, la santidad absoluta de María desde el momento de su Concepción.

Ella es la irreprensible, no por carácter, sino por naturaleza. La solemnidad de hoy, al proclamar su Inmaculada Concepción, recuerda que Cristo la separa de la ambigüedad que se produce en todos los demás seres humanos. La iguala así a Él mismo. Esto es lo que celebramos: su irreprensibilidad ante todo mal y todo pecado.

Pensad los escolanes qué significa ser irreprensible por naturaleza. Significa ser incapaces de hacer nada mal hecho, que nunca te puedan regañar, ni castigar, y no porque no te pillen sino porque no haces nada mal. Esto es casi imposible pero la responsabilidad personal en las cosas de cada día, en aquellas respuestas que debéis dar, os ayudarán a acercaros a esta irreprensibilidad. Vosotros que tenéis tan presente a Santa María en vuestro canto, en cada Salve, en el Virolai, pensad que ella es ejemplo de responsabilidad, de hacer lo que toca, de no decir ahora sí y ahora no, sino de mantenerse siempre fiel a una palabra dada. Esto puede ser muy importante en vuestras vidas y en las de todos nosotros.

¿Dónde estamos amados hermanos y hermanas ante este plan ideal de Dios? ¿Hemos respondido a la voluntad de Dios de bendecirnos? ¿Y cómo hemos respondido? ¿Cómo hemos podido, pero no hemos evitado hasta hoy las guerras, el hambre, la miseria, la injusticia? Tantas y tantas situaciones que nos duelen y que nos sorprenden especialmente porque parecen congeladas, resistentes a dejar entrar una brizna de sentido común, de razonabilidad, de responsabilidad.

El mundo no es santo ni irreprensible, como mucho está en camino y en esto debemos ser responsables: al mantenernos en el camino de la voluntad de Dios, ésta que el himno dice que es su designio sobre todos nosotros, ésta que María aceptó diciendo: “Que se cumpla en mí según vuestras palabras”; esa voluntad que cada día pedimos que “se haga” cuando rezamos el Padrenuestro.

Seamos responsables como María, con la voluntad de Dios.

Última actualització: 19 enero 2024