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San Pedro y San Pablo (29 junio 2025)

Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (29 de junio de 2025)

Hechos de los Apóstoles 12:1-11 / 2 Timoteo 4:6-8.17-18 / Mateo 16:13-19

No es fácil queridos hermanos y hermanas encontrar una expresión para describir qué representan San Pedro y San Pablo en la Iglesia. San Pedro podría ser el cimiento y quizá la planta baja pero San Pablo sería sin embargo el rascacielos de este cimiento, ya que su evangelización a los paganos fue la que extendió la fe en todo el mundo. Para el edificio son necesarios ambos. La liturgia de hoy también los pone en colaboración, como los dos olivos o los dos candelabros ante Dios. Por eso en tantas ocasiones nos referimos a ello en plural: Lumina mundi, luces del mundo, príncipes de la Iglesia, jueces de los siglos.

Una primera idea que quisiera compartir es cómo los santos Pedro y Pablo representan la dimensión arraigada en la tradición de Israel que se vuelve universal y católica en la Iglesia. Toda la liturgia de hoy tiene referencias continuas a ese significado. Los itinerarios personales de ambos apóstoles ya marcan haber pasado de una provincia de Judea, pequeña, a Roma, centro del mundo. Tuvieron una visión global, que diríamos hoy.

San Pedro fue en Judea el discípulo directo de Jesús, que recogió el testimonio de su vida, muerte y resurrección, el confesor de la esencia de la fe: «Vos sois el Mesías, el Hijo de Dios vivo», y por eso la piedra de toda la estructura. San Pablo el discípulo que evangelizó a los pueblos no judíos, pero además, el gran constructor intelectual del cristianismo.

Podemos vivir esta solemnidad con la mirada puesta en el mundo y en el reconocimiento de lo que hace la Iglesia que es, a pesar de sus debilidades, uno de los pilares del amor, la generosidad, la educación y la atención social. En estos momentos, además, la voz del Papa León es un clamor claro, casi único, a favor de las personas humanas, de la necesidad de la resolución pacífica de los conflictos internacionales, de la diplomacia, es una voz que cuestiona la utilidad del rearme, una doctrina presentada como necesaria después de la guerra de Ucrania. El Papa ha ido incluso más allá, cuando en uno de sus primeros discursos, dijo una frase muy profunda: “desarmad las palabras” y ponedlas al servicio de la verdad.

Aunque no lo parezca, León XIV fue elegido obispo de Roma el mes pasado. En un mundo donde el conflicto es más evidente que antes, el sucesor de San Pedro ha tomado la barca para intentar que al menos la Iglesia sea esa voz alternativa que quiere la paz. Creo que muchos cristianos nos podemos sentir unidos en torno a él y reconocer que aunque un mundo totalmente desarmado sea utópico, esta utopía es el Evangelio que debemos predicar y por el que debemos trabajar.

Una segunda idea de esta solemnidad es que esta Iglesia, esparcida por el mundo, da testimonio de Jesucristo. Como he dicho, entre los santos Pedro y Pablo podemos ver la relación entre la esencia de la fe y su desarrollo. Y aquí es donde San Pablo nos revela la altura, la longitud y la profundidad de ese Cristo. Sus escritos son inagotables. Los repetimos en nuestro oficio constantemente, los hemos interiorizado. Su teología, más reflexiva que la teología narrativa de los evangelios, conecta con nuestra forma de pensar. Lo que da contenido a nuestro ser cristianos es la fe en ese Dios presente en la humanidad. San Pablo nos recuerda que Jesucristo ha cambiado la forma de relacionarnos con el Dios de Israel, ha cambiado el núcleo. Él, Cristo, ocupa el lugar de la Ley y desde este núcleo nos enseña que nada nos podrá separar nunca del amor de Dios. San Pablo, a pesar de conocedor de la fragilidad humana, nos recordará siempre que en Jesucristo no estamos nunca perdidos. Esto nos permitirá ver de una manera nueva a la persona humana, criatura de este amor de Dios, nos exhortará a vivir según esta naturaleza y a desplegar virtudes que no deja de nombrar en esos listados, a crear comunidades, a razonar finalmente el retorno a Dios al cual los cristianos estamos destinados después de la muerte para que le sigamos a Él, resucitado y subido al cielo.

San Pablo nunca dejó de insistir en ello, oportuna e inoportunamente, hasta que al final de la vida pudo decir cómo hemos escuchado: “El Señor me asistía y me dio fuerzas para que acabara de proclamar el mensaje del evangelio y pudieran escucharlo todos los paganos.”

La vida cristiana que San Pedro y San Pablo extendieron por todas partes, y que les venía de una experiencia personal e íntima con Jesucristo se hace concreta en cada vida, en la de los matrimonios que hoy celebráis un aniversario, en los grupos que estáis con nosotros. Pero hoy que es el último día de este curso para la Schola Cantorum de nuestra escolanía, permitidme una palabra a todos vosotros porque habéis actualizado con vuestro servicio la oración que hecha música compusieron autores antiguos y contemporáneos. Dentro de la misión de acoger de nuestra comunidad siempre hemos contado con la inspiración y la belleza como instrumentos. Y la música ha tenido un sitio privilegiado. Pero es necesario que alguien con esfuerzo, dedicación y sentimiento dé vida a las notas y palabras. Y vosotros lo habéis hecho para nosotros monjes, para los peregrinos presenciales y para los virtuales. Espero que para todos vosotros esta participación en nuestra liturgia haya sido ejercicio de vida de oración y de vida cristiana. Después de estos dos cursos de Schola Cantorum sentimos que hemos ayudado a motivar a un grupo de jóvenes en este camino generoso de servicio musical, pastoral y de amistad entre vosotros. Esto también es signo de ese Reino que se construye desde el tiempo de los apóstoles. Es un signo concreto que espero que prepare otros en vuestras vidas. Este agradecimiento es aún un poco más especial para los diez de vosotros que por edad o por estudios dejáis hoy la Schola. Esperamos que el recuerdo sea siempre una semilla de Dios dentro de vosotros. A todos los que continúen, contamos con Schola para el próximo curso y estamos contentos de teneros con nosotros.

Encomendamos a los apóstoles San Pedro y San Pablo. Ellos que abarcaron el mundo con su palabra y con la construcción de la Iglesia, nos ayuden a vivir como discípulos de Jesucristo, que se nos da hecho pan y vino en la eucaristía.

 

Última actualització: 1 julio 2025