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San Pedro y San Pablo (29 junio 2024)

Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (29 de junio de 2024)

Hechos de los Apóstoles 12:1-11 / 2 Timoteo 4:6-8.17-18 / Mateo 16:13-19

Ayer por la tarde, observaba desde un lugar algo elevado, concretamente en lo alto de las escaleras de la basílica del Ara Coeli, las innumerables cúpulas de las iglesias de Roma y pensaba que la solemnidad de hoy era un día para celebrar a la Iglesia en su unidad y en su diversidad. Digo innumerables, pero literalmente no es verdad. Tienen nombre.

De la misma forma que el ojo físico sólo ve edificios pero que el corazón del que ama y ha vivido en esta venerable ciudad pone nombres a muchos de los lugares que ve y los puede ligar a recuerdos y eventos personales, también podríamos tener la tentación de que la Iglesia desde fuera sólo es una unión de personas anónimas, pero no es así porque nuestra comunidad cristiana está sostenida sobre la fe, y hay un Dios, que conoce lo que hay detrás de cada uno de nosotros. Y esto es así porque la fe es personal, porque la propuesta cristiana debe aceptarse individualmente.

El primer ejemplo de ello son los discípulos de Jesucristo y entre ellos, de una manera eminente los apóstoles y todavía dentro de los apóstoles, los dos que hoy celebramos: San Pedro y San Pablo, dos hombres que no sin dudas ni curvas entregaron su vida a Dios, personalmente convencidos de que su llamada era la transmisión de la persona de Jesucristo y de su evangelio. Ellos estaban convencidos. Son un ejemplo de que, de los cientos de millones de cristianos del mundo, ninguno es un número. Cada uno es una historia personal. El itinerario de cada uno con Dios puede ser de riqueza y fecundidad extraordinaria. La fe estimula todas las capacidades humanas.

El apóstol San Pablo nos es un ejemplo de cómo creer en Dios, de cómo aceptar a Jesucristo como Mesías, abre la inteligencia y la hace capaz de explicarnos tantas y tantas cosas: ¡cuántas frases no nos ha dejado! Por ejemplo: el amor de Cristo nos obliga, o nada nos separará del amor de Dios, o “si no amase” no sería nada. Siendo así, su extraordinaria capacidad personal junto a haber dejado hacer a Dios ha dado un fruto espiritual que ha enriquecido para siempre a la Iglesia. La oración del prefacio que rezaremos hoy lo dice con la expresión Pablo, quien trajo a plena luz la confesión de la fe.

Es bajo esta perspectiva personal, que intento comprender estas palabras de San Pablo algo enigmáticas, unas palabras que quizás a todos nos gustaría poder decir al final de la nuestra y que hemos escuchado en la segunda lectura de hoy:

Querido hermano: Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.

¿Es que alguien puede estar seguro realmente de recibir esta vida de Dios, que es allá donde lleva la fe? Especialmente San Pablo que es quizás el mejor de todos los teólogos cristianos, ¿podía tener esta pretensión? Diciendo esto al final de la vida, me parece que lo único que hacía San Pablo era seguir fiel, continuar diciendo: “Este Dios que me ha llevado hasta aquí, durante una vida nada fácil, me llevará hasta el final.” Pero esto no lo decía como una descripción de la realidad futura, sino lleno de confianza, como una confesión. Y, además, al final de todo de la cita decía “y no sólo a mí, sino a todos”. Nuestra fe nos hace decir que Dios tiene ese futuro preparado para cada uno de nosotros.

Hoy sólo querría deciros o proponeros a todos que cuidéis esta fe personal. Una vida de fe ensancha los horizontes de cada uno hasta límites no previstos. San Pablo nos es un testimonio magnífico de la fecundidad de esta fe, pero detrás de él podemos pensar en cuántas santas y santos de Dios, cuántas palabras, cuántas ideas, qué capacidad de transmitir la naturaleza del amor de Dios. Como las azoteas, como las cúpulas de Roma, o de cualquier sitio, Jesucristo mira los corazones y nos invita a decirle con el salmo de hoy:

He pedido al Señor que me guiara;
él me ha escuchado, nada me asusta.

Y a escuchar

Levantad hacia él la mirada. Os llenará de luz,
y no tendréis que bajar los ojos avergonzados.

Aunque los años acumulados de intentar ser fieles a Dios, nos van permitiendo comprender estos testimonios de los santos, hoy de una manera especial quisiera agradecerles a quienes no llevan tantos años y sois jóvenes, especialmente a las escolanas y escolanes de la schola Cantorum. Quiero agradecerles su fidelidad. No conozco sus itinerarios personales, soy consciente de que son diferentes, pero sí sé que durante este curso habéis estado cercanos a la fe, en el mensaje de Jesucristo, en muchas eucaristías de este curso hemos proclamado palabras de San Pablo, no me consta que haya cantado ninguna, pero habéis cantado texto y música que son también fruto de la fe. Habéis estado cerca del intento de los monjes de creer que manifestamos en la liturgia y ha tocado la fe de los peregrinos de Montserrat que son la esencia de esta casa y una de las razones de ser de la Escolanía y por tanto también vuestras.

Os estamos agradecidos por este testimonio y quisiera que formara parte de vuestro camino personal, de amistad, artístico, sensible, intelectual y también de fe. Como decía antes, Dios potencia todo esto, todo lo que forma la persona y le da otros horizontes. Ojalá lo hayamos podido facilitar un poco durante este año intenso y que espero que haya sido sólo el primero de otros muchos.

En la solemnidad de San Pedro, a quien he olvidado un poco en esta homilía, pero ya lo recuperaré otro año, y de San Pablo, nos confiamos en su protección sobre la Iglesia, sobre todo en el sentido de que velen el camino personal de

cada uno, que hagan encontrar un sentido a quienes lo han perdido, que permitan y ayuden a curar tantas heridas causadas a veces por los mismos cristianos, que hagan ver que Dios está más allá de todo mal y de todo pecado, que estimulen nuestra fe y nuestro amor que nos hace cercanos y solidarios de todos los hermanos y hermanas.

 

 

Última actualització: 2 julio 2024