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Misa de la noche de Navidad, Misa del Gallo (24 diciembre 2024)

Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (24 de diciembre de 2024)

Isaías 9:1-6 / Tito 2:11-14 / Lucas 2:1-14

Es de noche. ¡Hacemos tantas referencias, queridos hermanos y hermanas, a esta noche! El pueblo avanzaba a oscuras, los pastores velaban sus rebaños en la noche, Jesucristo nace en la noche y así lo representamos en los pesebres. Porque en los pesebres normalmente es de noche.

Este tipo de noche litúrgica que conservamos nosotros celebrando esta misa precisamente ahora, quiere recordar las noches del mundo. Las noches de las guerras, de la situación en Palestina y en Ucrania que casi hemos normalizado, cuando no tienen nada normal, la de todos los demás conflictos. Las noches de los inmigrantes que deben irse de sus casas. Las noches de Valencia y de los afectados por la DANA. Las noches de cada uno. Y no quiero amargaros la Navidad, pero me parece que necesitamos colocarnos en contexto y ser conscientes del mundo en el que Dios quiere venir.

Es ésta la oscuridad que hemos increpado durante la primera parte del adviento, al empezar cada día nuestra oración de laudos, diciendo “Con una voz clara, repudiamos la oscuridad”.

Nuestra respuesta a la oscuridad es muy sencilla: es hacer un Belén.

Representamos algo tan sencillo como un nacimiento. Nos unimos a “Todos los profetas que a grandes voces nos anuncian que viene Cristo”. Pero ese nacimiento tiene una fuerza que no tienen los demás. Cuando hacemos un poco de zoom y tomamos distancia, observamos qué ocurre alrededor. Cuando salimos de la contemplación de Jesús recién nacido, de María y de José, del buey y la mula, vemos que hay una anunciación: un mensaje dirigido a los pastores desde el cielo, desde Dios. En Nochebuena se recibe una Palabra que señala el nacimiento de Jesús como algo extraordinario.

Y a partir de ahí comienza el mensaje de que no es otro que el de una gran movilización. Vosotros escolanes también os movilizasteis incluso para hacer el Belén de Montserrat, tal y como ha quedado grabado en la felicitación de este año, ¡que ha tenido mucho éxito! Pero es importante que el Belén movilice. A los primeros que movilizó fueron los pastores. No era obvio que escucharan, no era obvio que se pusieran en camino. Pero fueron y detrás de ellos siguieron otros, muchos y distintos.

Los reyes o los magos de Oriente también se movilizan y representan la extensión en todo el mundo del reconocimiento de lo que acaba de suceder. Desde siempre los reyes de Oriente representan a los sabios venidos de lejos: ¿nos dice alguien que fueran judíos? Más bien parecería lo contrario tal y como nos son presentados. Parecerían unos hombres de otras religiones, pero capaces de leer los signos de su tiempo, y, por tanto, de establecer una comunión en el reconocimiento de Cristo que traspasa cultura y religiones.

Nos gusta en nuestros belenes poner a todos y querría ver en esto esta llamada universal a reconocer a Cristo en el niño nacido en aquella cueva de Belén porque, por muy humilde que sea la representación, es sin embargo el nacimiento de Jesús de Nazaret, el Verbo eterno de Dios que ha venido al mundo hecho hombre.

La fe nos lleva a ir de la realidad a la esperanza. Es real que es de noche y hace frío. Es real que hay quien no tiene dónde dormir. Es real el drama de la pobreza y de tantas y tantas otras cuestiones, pero también lo es el testimonio de fe que lleva al Belén a millones y millones de hogares y de lugares en todo el mundo, y todavía es más real la sensibilidad y la capacidad de moverse que vemos. Los pastores habrían podido tener la indiferencia de no escuchar, de dejar que nadie fuera a adorar al niño nacido en Belén, de pensar que no había alternativa por la noche, pero hubo esperanza porque había fe en la acción de Dios en el mundo y la movilización que comienza esta noche, nos hace afirmar que sí, que hay luz en la oscuridad, y que esa luz se llama Jesús, Cristo. Decimos que esta noche no tiene la última palabra.

Y si tenemos en cuenta esto, quizá nos toque pensar si nosotros también nos movilizamos en Navidad. Como en el villancico que los escolanes cantaban para la maratón, y preguntaba: “Y tú, ¿qué has hecho?”. También nosotros podemos preguntarnos: ¿Y qué hacemos?

Cuántas maneras no debe haber para que una voz clara rechace la oscuridad, de ser una figurita que se mueve y mira a Jesús, de querer ser parte del Belén. Ésta es la invitación y la llamada de esta noche que nosotros iluminamos con la fe de que en este niño, Dios ha venido al mundo.

Dios, en Jesucristo, ha respetado la medida humana de las cosas. Estamos sometidos a una forma de hacer que no se salta los procedimientos y los métodos humanos. Cuántas veces querríamos como los discípulos que bajara fuego del cielo y arreglara una situación. Pero la respuesta de Dios es Jesucristo y su ejemplo con una vida de hombre, sometido incluso Él, aunque voluntariamente, a tantas limitaciones.

Los medios extraordinarios, el fuego del cielo, la desaparición rápida de quienes nos molestan…, incluso por las buenas causas quedan descartados, al menos nunca están a nuestra disposición. Nosotros, en nuestra debilidad humana podríamos tener la tentación de terminar situaciones que no nos gustan con medios que no respetan coordenadas humanas. Qué destrozo no haríamos. Seguramente acabaríamos liquidándonos unos a otros.

Esta intervención extraordinaria de Dios sería fácil y rápida, pero Dios no ha escogido esto. ¿Quién nos ha dicho que la vida sea fácil? La vía humana, la limitación de no saltarnos el entendimiento de unos con otros, de buscar la voluntad de Dios desde nuestros límites de personas, nos obliga y por tanto nos lleva a un camino en el que no creamos nada desde la facilidad. Pese a que lo endulzamos mucho, el Belén no tiene nada fácil. Es la historia de una familia que viaja y no tiene dónde pasar la noche, de unos pastores pobres que deben estar al raso para guardar los rebaños, de unos reyes que emprenden un largo e incómodo viaje.

Para ayudar a las situaciones complicadas de nuestro entorno, hoy y mañana haremos una colecta a favor de Cáritas por la que la luz de Cristo llega a muchas zonas oscuras. Procuremos que llegue en forma de ayuda material, imprescindible en los tiempos que vivimos.

Dios se reserva su intervención en la persona de Jesucristo. En su Encarnación y en su resurrección, contemplamos las posibilidades extraordinarias que Él tiene, pero El Pesebre, como si fuera un preludio de la vida de Jesús, nos dice que pocas cosas le fueron fáciles en otros muchos momentos. Jesucristo respeta ser un hombre como nosotros y nos enseña el camino de una humanidad que puede con fe y esperanza avanzar sin forzar, construir sin destruir, convertir en lugar de imponer.

Esa confianza de Dios con la humanidad es inmensa. Navidad nos dice que Dios apuesta todavía por las capacidades humanas, a las que les confió el mundo que Él creó. Con Jesucristo nos da el modelo definitivo de ser humano y nos faculta para cambiar el mundo y cambiarnos a nosotros. Como en el villancico, sólo hace falta preguntarnos: ¿Qué hacemos? Quizás la mayor alegría que respiramos por estas fiestas sea la del reconocimiento de nuestra dignidad como personas, como decía San León.

Que nuestra mirada a Jesús niño en el Belén, en esta Santa Noche nos lleve al compromiso de ser fieles a nuestra humanidad, que en Él Dios ha acogido como propia.

 

Última actualització: 26 diciembre 2024