Homilía del P. Joan M Mayol, Rector del Santuario y monje de Montserrat (28 de abril de 2024)
Hechos dels Apóstoles 9:26-31 / 1 Juan 3:18-24 / Juan 15:1-8
Las grandes afirmaciones del Evangelio según san Juan son a la vez un símbolo y una alegoría que nos permiten conectar con el pasado bíblico, con el futuro escatológico o definitivo en Dios y el presente soteriológico o redentor, ese tiempo de conversión constante que nos es dado vivir. El pasado bíblico nos habla de la fidelidad de Dios, el escatológico nos infunde esperanza y el presente nos espolea a no perder el tiempo en los falsos amores que no generan vida.
El viñedo con sus cepas del evangelio de hoy, es el símbolo de todo el pueblo de Israel trasplantado por Dios de la esclavitud de Egipto en la tierra prometida, toda una historia de fidelidad de parte de Dios, pero a la vez de una infidelidad constante por parte del pueblo. Sin embargo, Israel se convierte en el pueblo escogido para hacer presente en medio del mundo la ley de Dios que eleva el espíritu del hombre al Creador y salvaguarda la dignidad de la vida de toda persona. El Hijo de Dios, entrando en la historia, ha convertido este símbolo de la viña en la alegoría de la vid que representa el resto excelente de este pueblo que, como una vid fecunda, responde a Dios con buenos frutos.
Pero la alegoría no nos habla sólo de la vid verdadera, es decir de Jesús, sino del Viñador que es Dios, su Padre, y de nosotros que somos los sarmientos de esta vid que Dios, como viñador entendido, limpia y poda para que dé un fruto abundante. Limpieza con su Palabra, y poda sacando el bien de los males que, en un mundo como el nuestro, son inevitables.
La afirmación central de Jesús en el evangelio de hoy es clave para la vida cristiana: Permaneced en mí y yo en vosotros. Quien está en mí y yo en él da mucho fruto.
¿Cómo estamos en Jesús? Estamos en Jesús si lo que nos dice queda en nosotros, en el fondo del corazón configurando nuestro estilo de vivir y convivir con los demás. Demasiado que lo sabemos y poco que parece a veces que lo hacemos. Configurarse en Él significa entre otras cosas pensar cuando actuamos si con lo que hacemos, decimos o callamos, estamos haciendo presente la verdad y la vida de Jesús, si fuera al contrario mostraríamos más bien que nuestra vida cristiana, como dice san Benito refiriéndose a la monástica, sería una mentira ante el mundo. El fragmento de carta de san Juan que hemos leído debería servirnos de recordatorio: Que nuestro amor no sea sólo de frases y de palabras sino de hechos y de verdad. Los hechos muestran lo que de verdad somos por mucho que las palabras digan lo contrario.
¿Cómo dar fruto? San Pablo nos es un ejemplo de este estar unido a Jesús y dar fruto. El fragmento del libro de los Hechos de los Apóstoles que hemos proclamado como primera lectura nos muestra cómo san Pablo pasó de perseguir a la comunidad a participar activamente de su culto y de la predicación de los apóstoles. La vida pascual es el fruto de la sinergia entre la gracia de Dios y el esfuerzo por la propia conversión. La conversión pascual es la que hace pasar de lo conocimiento y la aceptación del evangelio, a su anuncio con palabras de vida y con obras de verdad. La Pascua nos renueva la gracia y nos da nuevas fuerzas para pasar del narcisismo de los propios intereses al querer y al hacer el bien, sintiendo este bien como propio empezando por la familia y el ambiente laboral y cultural en el que nos movemos.
Un grupo de jóvenes cristianos de ahora cumplirán 125 años, son un ejemplo digno de celebrar. Me refiero a los jóvenes que fundaron la Liga Espiritual de Nuestra Señora de
Montserrat con el compromiso de trabajar por la “total reconstitución espiritual y temporal del pueblo catalán”. Estos cristianos tomaron la oración de la Visita a la Virgen de Montserrat, escrita por el Venerable Dr.Josep Torras i Bages, obispo de Vic, como texto programático que todavía hoy, sigue siendo válido tanto por el ambiente social desconcertante en el que nos movemos, como por el momento religioso que vivimos de una Iglesia en profunda renovación sinodal.
Torras i Bages, convierte el símbolo de la rosa en una alegoría de la fraternidad en torno a Santa María con vistas a hacer efectivo en el ámbito social el espíritu del evangelio que es espíritu de reconciliación, de paz y de fraternidad. En Montserrat, también podemos hacer del símbolo de otra rosa una alegoría similar; pienso en la rosa de oro que el Santo Padre, con motivo de los 800 años de la Cofradía, ofreció a la Moreneta animándonos a seguir adelante anunciando a Jesucristo de la mano de María, una misión que es don y tarea. El obsequio del Papa Francisco, más que una rosa es más bien la rama de un rosal florido. La rama de rosal florida, como la alegoría de la vid y los sarmientos, muestra bellamente el fruto que supone la unión vital de los bautizados con Cristo resucitado. Junto con María, la “Rosa de caridad” que canta la Visita Espiritual, y todos otros hijos de la Iglesia, estamos llamados a vivir unidos a Jesucristo trayendo al mundo, como Ella, con humildad y confianza, la belleza de la fe que hunde sus raíces en la historia de la salvación, y en esparcir el olor agradable de las buenas obras del evangelio como signos, en el presente, del consuelo y de la esperanza de la plenitud del Reino de Dios que anhelamos.
Mirando el mundo que Dios tanto ama y en el que nosotros debemos ir haciendo esta obra del evangelio, nos sentimos pequeños y no podemos dejar de invocar a aquella que es Madre de la Iglesia y auxilio de los cristianos rogándole por Cataluña y por el mundo entero con una de las invocaciones de la Visita Espiritual: Rosa de caridad, fuego que sin consumir calienta, quitad de Cataluña y del mundo el espíritu de discordia y juntad a todos sus hijos con corazón de hermanos.
Última actualització: 30 abril 2024