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Domingo I de Cuaresma (18 febrero 2024)

Homilía del P. Bernat Juliol, Prior de Montserrat (18 de febrero de 2024)

Génesis 9:8-15 / 1 Pedro 3:18.22 / Marcos 1:12-15

 

Queridos hermanos y hermanas en la fe:

El pasado miércoles, con la imposición de las cenizas, empezábamos el itinerario cuaresmal de la milicia cristiana. Un período de cuarenta días de conversión y de acercamiento a Dios a semejanza de los cuarenta años que el pueblo de Israel tardó en atravesar el desierto y de los cuarenta días que Jesús pasó allí. En el inicio, pues, de esta nueva Cuaresma, puede ser bueno que nos hagamos algunas preguntas que nos ayuden a profundizar en su vivencia: ¿Qué es la Cuaresma? ¿Cómo vivir la Cuaresma? ¿Por qué la Cuaresma? Propongo intentar responder a estas preguntas con la guía de un personaje que nos puede ayudar a tener una mirada nueva pero profunda del sentido del que estamos hablando. Me estoy refiriendo, nada menos, que a Harry Potter.

No es una frivolidad. La literatura, si es buena literatura, sabe leer el corazón de los seres humanos. Sabe ver cuáles son nuestros anhelos más profundos, nuestros deseos, nuestros miedos, nuestras esperanzas, los motivos de nuestra alegría. Los libros y películas de Harry Potter no son sólo un entretenimiento para los jóvenes, sino que son literatura a la altura de las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis o bien del Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien.

Pero, a modo de introducción, y para los menos introducidos en el tema, ¿quién es Harry Potter? Es un personaje literario que dio origen a una saga de siete novelas escritas por la escritora británica J.K. Rowling. Posteriormente se hicieron ocho películas. El éxito de los libros y películas ha sido espectacular por todo el mundo. Harry Potter es un chico joven que un buen día descubre que sabe hacer magia y es llevado a una escuela para magos llamada Hogwarts, donde se encuentra con un grupo de amigos que serán el fundamento de toda su vida.

¿Pero qué tiene que ver todo esto con nuestra Cuaresma? Intentamos responder a la primera pregunta: ¿qué es la Cuaresma? En el tercer libro, llamado El Preso de Azkaban, encontramos a Harry Potter en la escuela de Hogwarts, en una clase con el profesor Lupin. Éste enseña a sus alumnos los peligros de los boggarts, que son unas criaturas que no tienen forma, sino que se convierten en lo que a cada uno le da más miedo. A un estudiante se le convierte en araña, a otro en serpiente y a otro en el profesor más temido de la escuela, Severus Snape. Pero a Harry Potter, el boggart se le transforma en otra criatura, un dementor, que representa la parte más oscura de sí mismo. Lo que le da más miedo es, precisamente, él mismo.

En el evangelio según Marcos que hemos leído hoy, se nos dice que el Espíritu empujó a Jesús al desierto, donde pasó cuarenta días tentado por Satanás. Con este texto, la liturgia nos invita a ir también nosotros al desierto y a enfrentarnos con lo que nos da más miedo: es decir, con nosotros. Es una invitación a conocernos a nosotros mismos, a saber, estar solos con nosotros mismos. A buscar en la interioridad el camino que nos conduce a Dios. Como decía el filósofo francés Blaise Pascal del siglo XVII: “La infelicidad del hombre se basa en una sola cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación”.

Y en el desierto también nosotros somos tentados por el diablo. Al igual que nos enseña Harry Potter, tampoco el diablo tiene forma, adopta la forma de lo que nos da más miedo. El sociólogo contemporáneo Zygmunt Bauman, recientemente desaparecido, nos habla del «mal líquido». Ya no somos conscientes de tener que luchar con un mal absoluto, sino que éste se ha vuelto líquido y ha penetrado por las pequeñas rendijas de nuestra vida. El mal está ahí, pero muchas veces ya no lo sabemos reconocer. La Cuaresma debería enseñarnos a buscar esta parte más oscura de nuestro yo, y a evangelizarla.

Una vez hemos intentado responder a qué es la Cuaresma, preguntémonos ahora cómo debemos vivirla. Aquí nuestro amigo Harry puede volver a sernos de ayuda. En la vida de Harry Potter, lo más importante no son los trucos de magia que sabe hacer sino la fuerza de la amistad que le liga con sus amigos, especialmente con Hermione y Ron. Harry no puede hacer nada sin ellos, se ayudan mutuamente. Si nos fijamos, todo lo que consigue Harry no lo hace por la magia sino gracias a sus amigos. Harry Potter empieza a ser quien es cuando se encuentra con sus amigos. Unos amigos que están en una escuela bucólica, en un bonito castillo, junto a un gran lago. Y para llegar hay que tomar un tren en la estación de King’s Cross de Londres, en el andén 9 y ¾, al que se entra por una pared donde si no crees que hay una puerta, no puedes pasar.

Nos enseña esto que durante la Cuaresma debemos aprender a vivir para los demás. El camino del desierto, del aprender a conocernos a nosotros mismos, nos conduce hacia los demás. La fe cristiana no la vivimos solos, sino que la vivimos en comunidad. Las personas y los cristianos no somos islas que vivimos separadas unos de otros, sino que formamos una comunidad. Caminamos juntos hacia el Señor. Debemos aprender que nuestra fuerza está en nuestra comunidad, que debemos cuidarnos unos a otros. Que la vida sólo tiene sentido si la ponemos al servicio de quienes nos necesitan. También nosotros empezamos a ser quienes somos gracias a los demás. Y esta comunidad no es sino la Iglesia, una escuela donde cada día aprendemos a amarnos más unos a otros tal y como Cristo nos enseñó. Una escuela, por cierto, a la que accedemos a través del andén del bautismo, una puerta que sólo se abre si tenemos fe.

Y llegamos ahora a la última de las tres preguntas que nos habíamos formulado al inicio: ¿Por qué la Cuaresma? Vamos aquí a la parte más dramática de nuestro personaje amigo. Cuando Harry nació, lord Voldemort, el malo de la película, intentó matarle. No lo logró, pero una parte de él quedó dentro de Harry y fruto de esto a nuestro protagonista le quedó una cicatriz dolorosa en la frente. Por este motivo, para eliminar totalmente el mal del mundo, Harry tuvo que sacrificarse para los demás. Un sacrificio que no le condujo a la muerte sino a la vida. Y a partir de ese momento, la cicatriz nunca le hizo más daño.

¿Por qué, entonces, la Cuaresma? Todos nosotros, por el hecho de ser libres, hemos sido tocados por el pecado. Todos llevamos una cicatriz que proviene del pecado original. En todos nosotros se nos ha desdibujado esa hermosa imagen y semejanza que Dios nos dio en el momento de nuestra creación. Pero Cristo nos ha abierto de nuevo las puertas del Paraíso soportando sobre sí el pecado del mundo y dándonos esa vida que no tiene fin. El camino de la Cuaresma tiene un porqué: para que podamos llegar a la tierra prometida que mana leche y miel.

Estimados hermanos y hermanas, con todo lo dicho, no hemos hecho sino comentar las lecturas de hoy. El evangelio nos hablaba de ir al desierto, de enfrentarnos al mal que hay en nosotros mismos. La lectura del libro del Génesis nos hablaba de la Alianza en el desierto, cuando Dios constituyó Israel como pueblo, imagen del Pentecostés cristiano, cuando el Espíritu Santo nos une como Iglesia de los seguidores de Cristo. Y la lectura de la primera carta de San Pedro nos dejaba claro cuál es el sentido de la Cuaresma, cuál es el sentido de nuestra vida. Dice así: «Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu.».

Última actualització: 22 febrero 2024