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Domingo VII del tiempo ordinario (19 de febrero de 2023)

Homilía del P. Josep-Enric Parellada, monje de Montserrat (19 de febrero de 2023)

Levítico 19:1-2.17-18 / 1 Corintios 3:16-23 / Mateo 5:38-48

 

Estimados hermanos y hermanas,

Permítanme que inicie esta homilía, recordándome a mí mismo y compartiéndolo con vosotros dos breves afirmaciones. La primera, que a pesar de ser obvia la olvidamos a menudo, y es que la Palabra de Dios no podemos leerla ni meditarla nunca en tercera persona del singular, dicho de otro modo, olvidando que siempre se me dirige de manera personal. La segunda es que cada domingo el anuncio de la tercera lectura se hace por parte del diácono como lectura del Evangelio, que es lo mismo que decir, lectura de la Buena noticia ya que éste es el significado del concepto griego εὐαγγέλιον. Por tanto, hoy, en esta celebración, Dios nos habla personalmente a cada uno de nosotros y también comunitariamente para hacernos llegar una Buena Noticia.

Dicho esto, el fragmento evangélico que acabamos de proclamar cierra el capítulo 5 del evangelio según san Mateo que empezamos a leer el domingo día 29 de enero, con el texto de las Bienaventuranzas. Tanto en este texto como en todo el capítulo el evangelista utiliza un lenguaje fuerte, paradójico y escandaloso tanto para su tiempo como para el nuestro.

El texto de hoy no es una excepción y su estructura es la del cumplimiento de la Ley antigua, según el esquema “ya sabéis que, a los antiguos, les dijeron… pero yo os digo”. La enseñanza de Jesús dirigida a sus contemporáneos y por tanto también a nosotros, lejos de dar simples reglas de comportamiento, tiene como objetivo las relaciones interpersonales y especialmente las que son hostiles o violentas

La llamada de la Torá (Ex 21,26, Lv 24,20), en referencia a la llamada ley de la represalia o ley del Talión, es para Jesús el punto de partida para proponer otra vía, la suya, la de Jesús, y que es respuesta a la violencia sea en forma de bofetada, de robo o de opresión. La vía que propone Jesús va más allá del sentido común del derecho, encaminado a contener la invasión de la violencia y los mecanismos de la venganza.

¿En qué consiste la vía de Jesús? Jesús nos muestra una actitud de donación sin reservas y que la vivirá hasta la Cruz. No se trata de sufrir pasivamente, sino que revela algo más profundo. Son gestos aparentemente incomprensibles y llenos de libertad, contrarios al mecanismo de acción-reacción. Representan un camino que confunde al malvado y puede desarmarlo. Nos pasa igual a nosotros cuando hacemos una acción incorrecta y que duele y nos desama ver cómo el que hemos herido nos ofrece la mano. Este “plus” del amor no es algo de lo que seamos capaces espontáneamente, ni puede resultar del esfuerzo personal, sino que reclama por parte de cada uno, un camino, un itinerario para vivir y madurar según los sentimientos de Jesús, que no son otros que los que están en el corazón de Dios. Por eso no seamos fáciles en juzgar las reacciones de los demás.

En esta lógica no es extraño que Jesús exprese de forma contundente la revolucionaria proclama que es el centro del relato que hemos proclamado: “Ya sabéis que dijeron: “ama a los demás”, pero no a los enemigos. Pues yo os digo: Amad a los enemigos, rogad por aquellos que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre celestial: él hace salir el sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos e injustos”.

La paradoja de este Evangelio sólo es posible si ha habido un encuentro con Jesús y una renovada idea de Dios como Padre. El encuentro con Jesús nos pide un amor desproporcionado; el amor es siempre desproporcionado y choca con la forma de hacer y de ser del corazón humano, que puede llegar a confundir el amor a uno mismo con el vivir centrado y encerrado en el propio corazón, ya que el amor siempre es apertura al otro, posibilidad de ser para uno mismo y para los demás.

Retomando las dos afirmaciones con las que he empezado esta reflexión me doy cuenta de que hoy las palabras de Jesús nos tocan directamente a cada uno de nosotros, pero no como una acusación sino como posibilidad para reconocer que a veces no estamos muy lejos de las situaciones que nos descrito el evangelista. Pero también, hoy hemos recibido una buena noticia y es que, aunque no nos sea fácil vivir y ser como Jesús, sólo con que lo intentemos seremos prefectos como lo es el Padre celestial.

No quisiera terminar esta reflexión sin un recuerdo con gran respeto y una oración por todos los que son víctimas de tantas formas de violencia. Y todavía una oración para pedir a Jesús que nos ayude a mirar con su mirada a quienes obran el mal y el mal que nosotros obramos.

La Eucaristía que estamos celebrando es fuerza y viático en nuestro itinerario para poder ser perfectos como lo es el Padre celestial. Que así sea.

Última actualització: 20 febrero 2023