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Misa Exequial del G. Pere Damià Coral (26 de desembre de 2023)

Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abat de Montserrat (26 de desembre de 2023)

Hechos de los Apóstoles 6:8-10; 7:54-59 / Mateo 10:17-22

 

Continuamos, queridos hermanos y hermanas, celebrando, hoy, día de San Esteban, la Navidad, aunque nuestra comunidad, sus familiares y amigos ruegan en esta eucaristía por el reposo de nuestro hermano Pere Damià Coral Sendrós, monje, que murió en el corazón de la noche de ayer, mientras nosotros estábamos en la misa del Gallo. Quisiéramos acompañarle y dirigirnos al Señor con las palabras del salmo responsorial: Confío mi aliento en vuestras manos.

Jesús de Nazaret vivió en el mundo entre Navidad y Pascua. Su vida en la tierra nos ha dejado el testimonio de quién era, de qué decía, de lo que nos pedía. Ese tiempo, esta existencia no empezó como la de cualquier ser humano en el momento de su nacimiento. El sentido profundo de la Navidad es que esta vida de Jesús, es la de Cristo, la del Ungido, la del Mesías, la de la Palabra de Dios hecha carne y esto marca profundamente a su persona, su humanidad que está siempre unida a la divinidad que le corresponde como verbo de Dios hecho hombre.

Su muerte tampoco fue un final. Por su resurrección y ascensión al cielo recuperó el lugar junto al Padre, pero llevó allí a esta humanidad con la que había paseado, hablado, llorado y amado.

Sólo desde esa posición el Señor nos pide la donación radical. Toda vida cristiana está llamada a reproducir e imitar a Jesús de Nazaret en la dinámica que se mueve entre la Navidad y la Pascua, pero también aspira a seguirle más allá de la muerte, en la resurrección. Nuestro nacimiento, tanto el natural como el espiritual en la fe, es nuestra inserción en la comunión con Dios, en la Iglesia. Por el bautismo nos incorporamos a Él, y ya en la liturgia del bautismo está presente el anhelo y el deseo definitivo, aquél que espera todo cristiano, que es compartir finalmente la gloria de Cristo, junto a Dios, con María, asunta también al Cielo.

Todo esto nos trae, para decirlo con palabras sencillas, el que Dios entrara en nuestra casa en Navidad, para hacernos entrar en Su casa en Pascua. El hermano Pere Damià fue experimentando esta vida de fe, ya antes de entrar en el monasterio, en su relación con los oblatos del monasterio.

La fe puede vivirse en muy variadas opciones. Cualquier vida puede concretar esa dinámica. Uno de los primeros ejemplos es el santo que el calendario nos propone para hoy, precisamente al día siguiente de la solemnidad de la Navidad: San Esteban, el llamado protomártir de nuestra fe. La conciencia temprana de seguir los pasos de Cristo le dieron la fuerza de la confesión y de la fidelidad. Él nos ayuda a identificar el núcleo de lo que creemos: apertura al Espíritu Santo, comunión con Jesús por encima de cualquier concepto establecido, confianza final en su fuerza frente a todas las dificultades. La radicalidad de las circunstancias que los primeros cristianos se encontraron han hecho que les veneremos como testigos de esta fe que cree que la Palabra de Dios encarnada da sentido a toda la vida, a la misma muerte y que su resurrección fundamenta nuestra esperanza en la resurrección.

Desde el ejemplo de los mártires, como os decía, cualquier vida puede ser vivida como seguimiento de Jesús. De una forma muy concreta, la vida monástica ha sido considerada martirial, porque da testimonio de la fe, sencillamente intentando vivir con conciencia la dinámica de encarnación y resurrección que empezó Jesucristo. Lo hace sin sangre, día a día, con las armas de la obediencia, la conversión y la paciencia.

Nuestro hermano Pere Damià, recibió el nombre de Pere en su bautismo, había nacido en la Geltrú como a él le gustaba matizar, no en Vilanova y la Geltrú, y vivió unos primeros años plenamente identificado con la vida de su pueblo, su familia, el trabajo en la fábrica Pirelli, incluso en la política, muestra su preocupación por el país y por su gente. A una edad madura, a los 46 años, sintió la llamada de Jesucristo de vivir la fe y el amor a Jesucristo en nuestra comunidad de Montserrat, a la que entró en septiembre de 1987 recibiendo el nombre de Pere Damià. No se resistió, al Espíritu Santo como los hechos de los Apóstoles nos dicen de San Esteban. Acostumbrado al trabajo, enseguida empezó a colaborar en diversas secciones del monasterio, la enfermería y las colecciones en las que combinaba algunas aficiones personales. Su labor, por ejemplo, en la colección de gozos del monasterio le ha llevado a catalogar miles y miles de ejemplares. A menudo detrás de cada uno de ellos, encontraba un santo, una ermita, una persona que le había hecho llegar, un testimonio de cariño hacia Montserrat y el recuerdo de una devoción o de un lugar de Cataluña.

El hermano Pere Damià pertenecía a la generación que valoraba conservar y coleccionar. Hasta su muerte fue el responsable de las colecciones de sellos, monedas y postales e hizo un trabajo paciente, sencillo y humilde clasificando y, dando, por tanto, valor, a todas las monedas extranjeras que los peregrinos dejaban en Montserrat. Durante unos años vivió en el Miracle, en una vida cerca del campo y de la gente de los alrededores, de la que siempre guardó un buen recuerdo. ¡También se ocupó de la cocina y del refectorio del monasterio, uno de los servicios importantes para que haya paz en una comunidad!

La vida monástica y nuestra Regla de San Benito define espiritualmente algunos oficios. Los monjes leemos ordenadamente toda la Regla y cada día del año nos corresponde un fragmento. El día 24 de diciembre, se nos propone leer el capítulo dedicado a los porteros del monasterio que san Benito define pidiendo que sean unos hombres llenos de sensatez y que estén siempre listos para que quienes lleguen encuentren a alguien que les responda. El hermano Pere Damià había estado muchas horas en la portería del monasterio acogiendo y respondiendo a quienes llegaban. Lo hacía con amabilidad y era recordado por eso. San Benito nos enseña que en los huéspedes acogemos al propio Jesucristo y que debemos tratarlos con humanidad.

Pero un día quien llamará definitivamente a la puerta será Cristo mismo y habrá que estar entrenarnos para responderle. Esta noche de Navidad, Jesús llamó a la puerta del G. Pere Damià, algo inesperadamente. Es nuestra confianza en que una vida larga, vivida con fe y humilde en tantos servicios le haya preparado para estar a punto y que le haya respondido enseguida y con la gran confianza de la que nos habla el salmo responsorial de hoy.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia. 

Como vemos en las lecturas de hoy, las dificultades forman parte del camino y tampoco le fueron ahorradas durante estos últimos años a nuestro hermano en forma de diversas enfermedades y problemas de salud que fue soportando sin que le afectaran el sentido del humor, el amor a la comunidad, sintiéndose hermano y en algunos momentos graves encomendándose a su venerado beato Pere Tarrés y a los beatos mártires de Montserrat.

Como en San Esteban, la fe, la llamada y la convicción monástica marcaron una vida que quiso imitar la de Jesucristo siguiendo su evangelio desde su bautismo. Hoy al despedirlo y al enterrarlo, esperamos que también habrá entrado a participar en aquella vida del cielo que el Señor inauguró con su Pascua, porque toda su humanidad, redimida conjuntamente con la de todos por la Encarnación de Jesucristo continúe espiritualmente en la alegría de la inmortalidad, por la misericordia de Dios capaz de salvar y perdonar a todos los que en Él confían y llegar en el día final de la resurrección de los muertos en la plena comunión con todos los santos y redimidos de Dios.

 

 

Última actualització: 30 diciembre 2023