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Domingo XXXIII del tiempo ordinario (19 de noviembre de 2023)

Homilía del P. Carles-Xavier Noriega, monjo de Montserrat (19 de noviembre de 2023)

Proverbios 31:10-13.19-20.30-31 / 1 Tesalonicenses 5:1-6 / Mateo 23:14-301-12

 

Estimados hermanos y hermanas,

Nos encontramos a finales del año litúrgico y las lecturas nos invitan a hacer balance. En los evangelios de estos días encontramos las parábolas llamadas del juicio, todas ellas sacadas del capítulo 25 de Mateo: la parábola de las diez vírgenes que escuchamos la semana pasada, la parábola de los talentos que nos ha sido proclamado hoy y el gran retablo del juicio final que oiremos la próxima semana.

Estos son tres textos en los que Jesús nos quiere transmitir la seriedad de esta vida: nuestras elecciones de hoy comprometen nuestra eternidad. La parábola de las diez vírgenes nos dice que necesitamos una actitud de atención, de espera vigilante, como única manera sabia de vivir la fe. El gran retablo del juicio final nos muestra que lo que compromete a nuestra eternidad es la atención que damos a los más pequeños, a los más pobres, a los más heridos. Entre estos dos textos, está la parábola de talentos que nos sugiere qué actitudes deben guiar a nuestro corazón para tomar decisiones.

La parábola es bien conocida. Es de esas que quienes fuimos de pequeños a catequesis nunca hemos olvidado. Un amo sale de viaje y deja a sus sirvientes varios talentos para que los administren. A su regreso les pide cuentas, pero no todos han actuado con la misma diligencia. Los dos primeros los han invertido y han sacado beneficios. El tercero, miedoso, ha enterrado su talento y ahora se enfrenta a los reproches del amo.

La diferencia entre los dos tipos de administradores, no se mide tanto en si han obtenido beneficios o no, lo importante no es la cantidad de los dones o las ganancias, si no la actitud de confianza o de miedo ante la responsabilidad que les ha sido dada. El buen administrador se arriesga a realizar un mal negocio o no tener el beneficio previsto, pero trabaja con la confianza que su amo tiene en él. Quien esconde el talento retrata a la persona prisionera de una falsa imagen de Dios como juez riguroso que da miedo y no inspira confianza. Por eso se queda paralizado sin hacer nada positivo y perdiendo la oportunidad de usar en bien de los demás los talentos recibidos. Pero lo más grave, no es que no haya sabido sacar fruto del talento confiado, sino que cree que ha actuado correctamente. Este sirviente no sólo ha fracasado en su misión, sino en toda su vida.

Termina la parábola con el castigo al mal administrador. Éste es condenado sin haber hecho nada malo; simplemente por no haber hecho nada, por limitarse a conservar lo que le ha sido confiado. Jesús dedica unas palabras muy fuertes y cortantes a ese administrador que sólo sabe conservar. Son unas palabras difíciles de aceptar: “a todo aquel que tiene, le darán aún más, y tendrá a rebosar; pero al que no tiene, le tomarán hasta lo que le queda.” Parece exagerado, incluso injusto… pero atención, nos encontramos en una parábola, aquí no se trata de dinero ni de bienes materiales. Se trata de amor. ¿No es cierto que a menudo, cuando ayudamos a alguien, cuando hacemos un regalo, somos más felices, estamos más satisfechos, que cuando lo recibimos? El amor tiene esta paradoja, cuanto más damos, más tenemos. De esto trata el evangelio de hoy.

Jesús nos habla de ricos y pobres en amor y no de dinero. Nos habla de amar a Dios con obras y de verdad y no sólo de palabra. Nos habla del seguimiento de Jesús y de tomar cada día su cruz y no sólo saber teología. Es decir, de nada nos servirá conocer bien el evangelio si éste no nos transforma y lo sabemos hacer vida en nuestro quehacer cotidiano.

Hacer que nuestros talentos den fruto es afrontar el riesgo del amor, es amar a nuestros enemigos, es perdonar a aquellos que nos ofenden constantemente, es invitar a la mesa a aquellos que nunca nos lo podrán devolver.

Abrir las manos a los pobres, alargarla a los necesitados, como dice en el libro de los Proverbios, es invertir en eternidad o, como decía Santa Teresa de Lisieux, es “tocar el banco del Amor”. Porque llegará un día, y todos lo sabemos, que seremos juzgados, sí, pero seremos juzgados en el amor; de todo lo que hemos hecho, y también de lo que hemos dejado de hacer.

Hermanos y hermanas, Jesús nos invita a cambiar de mentalidad: del temor paralizante y la obediencia mezquina, a la perspectiva del amor liberador y la confianza creativa. La verdadera naturaleza de la relación entre Dios y la persona es el amor. El discípulo de Jesús, los cristianos, debemos actuar siempre en la lógica del amor y traducir el mensaje evangélico en actos concretos, generosos y atrevidos.

La parábola de hoy es una llamada de atención a no encerrarse en uno mismo, sino a ir hacia el otro; a no refugiarse en una fe estática, sino a trabajarla y hacerla crecer. Cada uno recibe los dones que recibe. Dios es libre y asombroso en sus decisiones. Pero lo que cuenta es la actitud de nuestra respuesta. El Reino de Dios es iniciativa de Dios, sí, pero es también fruto de nuestra colaboración.

 

Última actualització: 25 noviembre 2023