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Domingo XXVII del tiempo ordinario (8 de octubre de 2023)

Homilía del P. Josep-Enric Parellada, monje de Montserrat (8 de octubre de 2023)

Isaías 5:1-7 / Filipenses 4:6-9 / Mateo 21:33-43

 

Queridos hermanos y hermanas,

Los textos que nos propone la Liturgia de la Palabra de este domingo tienen un tono dramático y nos sitúan de lleno en el misterio de Jesús y al mismo tiempo nos confrontan con la respuesta que también nosotros damos a su llamada.

El poema de Isaías, que hemos escuchado en la primera lectura, presenta de manera poética y al mismo tiempo dolida el desengaño de Dios ante la infidelidad del pueblo de Israel, que es comparado con un viñedo. Con una mezcla de tristeza y de indignación el Señor exclama: “¿Qué más podía hacer yo por mi viña que no lo hubiera hecho?”.

La lamentación de Dios es un lamento que nace de un corazón que ama y que ha sido herido por el desamor. No podemos entender la llamada de Dios ni lo que Él es para nosotros si no comprendemos su relación como una relación de amor. Lo que caracteriza a lo que Dios es para nosotros es que: todo nace, todo proviene, todo radica en el amor que Dios nos tiene. Y la muestra máxima de ese amor total de Dios es su Hijo. Su Hijo no es enviado para dominar, para imponer con más dureza nuevas leyes, sino que es enviado para darse por amar hasta el extremo, para reconstruir desde la propia muerte lo perdido. De la muerte, de la donación generosa del Hijo, Dios hace surgir la vida.

El salmo responsorial que hemos cantado es la reacción del pueblo exiliado que se da cuenta de su infidelidad y quiere tocar el corazón del Dios que se había comprometido con ellos.

El evangelio mantiene el mismo tono dolorido de Dios, atónito porque su pueblo no quiera corresponderle. La parábola de los viñadores homicidas es una escenificación simbólica del conjunto de la historia de la salvación que tiene como cima a Jesucristo, cuya muerte ha sido el momento decisivo de esta historia y sobre la que Dios ha construido el edificio del nuevo pueblo.

La historia de la salvación no es nunca unilateral, sino que es la historia compartida entre Dios y el hombre y que pide una respuesta por nuestra parte. Se trata de una historia que siempre apunta al corazón. Por eso si profundizamos un poco más en las lecturas de hoy nos damos cuenta de que éstas miran hacia el corazón de Dios: Dios ama, Dios se duele, Dios se entristece, Dios quiere remontar las situaciones de ruptura y de alejamiento.

Y, sobre todo, Dios espera; nunca se cansa de esperar. Para hombres y mujeres de todos los tiempos, es muy importante saber que alguien espera en nosotros. Más aún, Dios no espera cruzado de brazos, sino que hace todo lo que puede para que su esperanza (consecuencia de su amor) dé el fruto que anhela: nuestra respuesta de amor.

La cumbre final de las lecturas de hoy está muy clara: toda la obra de Dios, toda la historia, conducen hacia Jesucristo. Convertido por la resurrección en piedra angular del nuevo pueblo de Dios, Cristo Jesús sigue invitándonos a la conversión. Su palabra, su acción, su persona, han plantado un viñedo espléndido y han puesto los cimientos del edificio que forman todos los que quieren pertenecer a este viñedo. Su muerte ha sido culminación de esta acción, y sobre ella Dios construye el Reino y nos llama a nosotros.

La eucaristía que estamos celebrando es signo de nuestro agradecimiento por haber sido llamados a hacer fructificar el Reino.

Última actualització: 8 octubre 2023