Homilía del P. Joan M Mayol, monje de Montserrat (22 de octubre de 2023)
Isaías 45:1.4-6 / 1 Tesalonicenses 1:1-15 / Mateo 22:15-21
Justo hace 15 días, con ocasión de los 800 años de la Institución de la Cofradía de la Virgen de Montserrat, junto con los obispos de Cataluña y cerca de un millar de peregrinos, Montserrat ha peregrinado a Roma. El Papa Francisco en esta ocasión ha obsequiado con la “Rosa de Oro” a la Santa Imagen de la Virgen María, Patrona de Cataluña, por la secular devoción y amor que ha suscitado y suscita en tantas generaciones de peregrinos que la han amado y le han dado a conocer en todo el mundo. Tanto los que hemos estado en Roma estos días, como los que se han unido espiritualmente, todos, ponemos esta Rosa de Oro a los pies de la Moreneta como testimonio de amor, devoción y agradecimiento de nuestra generación.
Al contemplar el rosario de peregrinos que día tras día suben a venerar a la Virgen de Montserrat, y tantos que sabemos que se encomiendan a ella desde lejos, desde su casa o en las diferentes Delegaciones de la Cofradía en todo el mundo, no podemos dejar de dar gracias a Dios por este milagro continuo que acontece en el secreto de los corazones que se abren a su luz.
Como san Pablo mirando aquella primera comunidad de Tesalónica, los monjes no dejamos de dar gracias y de rezar para que todos los peregrinos, tal y como recoge una de las oraciones colectas de la fiesta de la Virgen María, progresen en la fe, la esperanza y la caridad.
San Pablo, escribiendo las primeras letras del Nuevo testamento, nos habla de la fe no como un mero asentimiento a una verdad revelada sino como una realidad viva que tiende a propagarse comunicando con alegría la Buena Nueva de Jesucristo. Éste es el primer impulso de un verdadero encuentro con Dios: La misión. Nuestra Señora, ejemplifica la doble vertiente que tiene toda misión: la alabanza y el servicio. Después del anuncio del ángel, María se fue decididamente a llevar la Buena Nueva de Jesús a su prima alabando a Dios con el Magnificat y sirviéndole en la caridad cuidando del embarazo tardío de Isabel. Precisamente el evangelio de la visitación es el que se proclaman en la fiesta de Nuestra Señora de Montserrat como síntesis de la realidad del patronazgo de la Virgen María y de la espiritualidad de su Santuario: alabanza y misión.
María nos enseña la caridad que no se cansa de hacer el bien, y anima a monjes, escolanes y peregrinos, a imitarla compartiendo esta alegría que es fruto de la acción del Espíritu de Dios en nuestra vida y que hace, como dice el lema del Domund de este año, que nuestros corazones sean ardientes y los pies en camino.
La caridad no se cansa de hacer el bien como la atleta tampoco de superar récords, porque la caridad, como el atleta hace más horas de gimnasio que de sofá reforzando su musculatura en el entrenamiento de la oración continua, con el diálogo con la Palabra de Dios y la guía segura de que es la vida de Jesús. Es él quien hoy, en este fragmento del evangelio de san Mateo, nos enseña a no dejarnos atrapar en las polémicas que buscan más el descrédito del otro que la verdad y hacer bien. Jesús no olvida su misión de evangelizar, por eso ante la pregunta capciosa de los fariseos y herodianos no cae en la trampa en la que querían meterle, sino que se mantiene en lo que no hay que callar porque es de justicia. Jesús reafirma la primacía de Dios, porque el César también es de Dios, como cualquier otra criatura humana. La primacía de Dios fue el punto de toque que enfrentó a Jesús con los fariseos de su tiempo, ya que, con los preceptos puramente humanos que ellos defendían en beneficio de sus intereses personales, invalidaban la Palabra de Dios.
Tampoco hoy tenemos que entrar en polémicas que no llevan a ninguna parte, debemos apostar por el amor a la verdad con el fin de construir, de hacer el bien a todos y no procurar sólo el nuestro. Si queremos dar una palabra de vida desde la política, la acción social o el diálogo espiritual debemos entrenarnos a escuchar antes que hablar, a entender antes que contra-argumentar, a actuar de los de la primacía constructiva del amor que sabe leer entre líneas y pasar página cuando es necesario.
María enseña a vivir, como Jesús, la primacía de Dios en nuestra vida. No tengamos miedo. Jesús puso siempre la voluntad de Dios por delante de la suya, porque para ir bien, Dios debe ser siempre el primero. Dios es primero pero no como el César sino como Jesús. Dios es el primero en ponerse detrás, en servir y no en ser servido, en darnos la vida, no en fiscalizarla. Dios, en Jesús, no viene a discutir sobre legalismos o licitudes, no viene a señalarnos con el dedo sino a darnos la mano. Jesús viene a fresarnos el camino de regreso a la vida verdadera, y ese camino implica morir y resucitar con él.
¡Ah! Aquí, a nosotros, puede pasarnos como a los fariseos del tiempo de Jesús, envolviendo la madeja con preguntas al aire para no tener que afrontar el reto que nos propone el mensaje de Jesucristo que nos compromete con Dios y con los hermanos, sobre todo con los más pobres. Aquí también Jesús nos avisa de la hipocresía ciega del fariseísmo de siempre que queda atrapado en su propia seguridad cuando mira sólo a sí mismo y basta. Guardando la vida como quien guarda una semilla en un bote, aunque sea un bote de cristal de roca, se acaba perdiendo lo poco que es. Sólo plantada en el suelo la semilla llega a fructificar y perpetuar su existencia. Así es la propuesta y el reto de Jesús en el evangelio que no interesó a los poderosos de su tiempo, pero que sí acogieron los humildes y de corazón sincero.
María nos es un ejemplo sencillo y cercano del seguimiento de Jesucristo. Y de ella, de su “savoir faire” de madre, debemos aprender como individuos y como comunidad, porque ella, como nos dijo el Papa Francisco en la audiencia de la Cofradía con motivo de sus 800 años, nos ayuda a deshacer los nudos que se han hecho en nosotros y entre nosotros. Es decir: María también allana el camino de la amistad entre los pueblos, invitándonos a volver la mirada hacia el origen y el hito de nuestra existencia, que es Jesucristo. María nos es compañera en esta misión uniéndonos con un corazón de hermanos, y nos anima a caminar detrás de Jesús por las rutas de la paz, de la bondad, de la escucha y el diálogo paciente, persistente y sin engaños.
Es bueno aprovechar bien el domingo para alabar a Dios en comunidad y reflexionar sobre nosotros mismos dejándonos interpelar por la Palabra de Dios que nos abre al bien; nos hace más personas. Y como decía el propio Santo Padre terminando su discurso: es bueno experimentar la alegría de anunciar a Cristo de la mano de María, Madre del Evangelio viviente, Estrella de la evangelización que, para nosotros, desde Montserrat, brilla iluminando la catalana tierra y nos guía hacia el cielo.
¡Disfrutémoslo y comuniquémoslo con la alegría del amor y del servicio!
Última actualització: 30 octubre 2023