Homilía del P. Lluís planas, monje de Montserrat (16 de febrero de 2025)
Jeremías 17:5-8 / 1 Corintios 15:12.16-20 / Lucas 6:17.20-26
Quizás puede ir bien, después de oír el evangelio, que tengamos en cuenta cómo el evangelio de Lucas nos ha hecho llegar hasta el anuncio de las bienaventuranzas que hoy han sido proclamadas por el diácono. Cuando Jesús comienza la vida pública, en la sinagoga de Nazaret, Jesús, cogiendo un texto del profeta Isaías, indicó su misión: «El Espíritu… me ha enviado a traer la buena nueva a los pobres, a proclamar los cautivos la libertad, ya los ciegos el regreso de la luz, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamo libera a un hombre poseído por el demonio (Lc 4, 21-28); cura enfermos, la misma suegra de Pedro (Lc 4, 38-41); purifica un leproso (Lc 5, 12-16); cura un paralítico (Lc 5, 17-26); y llama a los discípulos para que se convertirán en apóstoles (Lc 5, 1-10. 27-32; 6,12-17). Hoy vemos que Jesús les enseña la raíz profunda de su misión. Es lo que podríamos decir una enseñanza catequética que se dirige a cada uno de los que la escuchan, los discípulos que venían de hacer una experiencia con él en la montaña; pero como nos ha indicado el evangelista en la llanura también, «había muchos de sus seguidores y un gentío del pueblo»; con este grupo de gente probablemente podríamos sentirnos identificados.
Jesús explica a los discípulos el sentido que tienen sus gestos y todo lo que había hecho hasta entonces: prestar atención a aquellos a los que socialmente podríamos considerar como personas condicionadas y limitadas por su vida; lo que hace Jesús con ellas, es liberarlas, de tal modo que sienten una nueva forma de ser y de vivir, y esta nueva forma de vivir ya les abre las puertas del Reino. Así pues, cuando Jesús proclama felices a los pobres, está señalando un camino a recorrer. La catequesis que da a los discípulos consiste en aprender a anunciar y vivir el Reino, ambas cosas a la vez. Y si nos fijamos actualiza estos condicionamientos de pobreza cuando subraya «quienes ahora pasan hambre, quienes ahora lloráis» y quienes por el hecho de ser creyentes serán despreciados, ridiculizados, aniquilados socialmente. Seguramente nos pueden dar miedo estas experiencias. Pero todavía hoy hay quien llora, hay quien pasa hambre, quien no llega a fin de mes. Hay muchos tipos de pobreza, quien no se siente amado…, Jesús te dice: el Reino de Dios es para ti.
El texto de hoy tiene una segunda parte: «Ay de vosotros los ricos… Ay de vosotros quienes ahora estáis saciados… Ay cuando toda la gente hablará bien de vosotros…» Dios no quiere que lo pasemos mal, ni que lloremos, ni que seamos perseguidos, ni que vivamos en la pobreza. Más que una amenaza, debemos entenderlo como una lamentación. El sentido lo podemos encontrar en la primera lectura cuando, con un lenguaje duro, el profeta Jeremías denuncia al hombre que se fía de sí mismo, de su propia fuerza, el profeta hablaba del propio brazo derecho, mientras «su corazón se aleja de Dios». Que contrasta con el testimonio de que los discípulos habían visto con Jesús, como hemos comentado al principio. De este modo Jesús catequizaba a los discípulos. Porque sus primeros discípulos debían aprender dónde estaba el sentido profundo de su misión y de su existencia.
Estas palabras de Jesús sobre los ricos, pueden hacernos reflexionar sobre nuestras expectativas y nuestras actitudes hoy, en el momento actual. ¿Qué sentido tiene hoy la expresión: ¿ser rico? Podemos observar que nunca existe límite, es insaciable. El profeta Jeremías nos lo describía de esta manera: «será como el manzano de Sodoma en el desierto del Arabá, que nunca tiene un momento de bonanza» Nunca le basta. No hace mucho hemos oído que se proclamaba “America first”. Con esto se quiere decir: primero nosotros y nuestros intereses para ser más grandes. Me parece que nos equivocaríamos si nuestra mirada sólo se dirigiera a quienes participan de esta
ideología política. Quizás nos iría bien si miráramos nuestras actitudes colectivas y también las personales. Hemos visto cómo Jesús desde el comienzo de su labor pastoral, cuida de quienes están en una situación de debilidad. Mira al otro, le acoge, lo levanta, y le da el aliento de la esperanza: el Reino de Dios es para vosotros. Si centras la mirada en ti mismo será difícil que te des cuenta si a tu lado hay quien te está mirando y pidiendo que tu gesto sea solidario, amoroso. Pero no podemos olvidar que el Reino de Dios es la experiencia en la que todos tenemos cabida. Recordemos del rico Zaqueo.
Seguramente lo mejor que podemos hacer ahora, es decirnos interiormente, una y otra vez: Feliz al hombre que tiene puesta en el Señor su confianza.
Última actualització: 20 febrero 2025