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Misa Funeral por el Papa Francisco (2 mayo 2025)

Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abat de Montserrat (2 de mayo de 2025)

Hechos de los apóstoles 10:34-43 / filipenses 3:20-4:1  / Juan 21:15-19

Por razones casuales, me tocó hacer la homilía el 12 de marzo de 2013, en la misa que nuestra comunidad celebró Pro Eligendo Pontificem. 

En esa homilía dije: 

“La celebración de hoy al ponernos en comunión con toda la Iglesia, en una comunión que tiene hoy su fundamento en Dios, porque nos hemos reunido en una celebración para orar, nos recuerda que la elección del obispo de Roma es algo que sobrepasa un proceso canónico y que su misión va más allá de todo lo que se pudiera pedir a cualquier hombre. Solo en la comprensión de que el Papa está sostenido per la plegaria de tantos cristianos se nos hace comprensible su ministerio, que es un servicio llamado a poner de relieve todo lo bueno que el evangelio nos sigue llevando hoy en nuestro mundo.” 

Rogábamos por el Papa Francisco, fallecido el lunes de Pascua, el lunes de la semana pasada, antes de saber quién era y lo hacemos ahora, cuando su pontificado ha terminado. Hemos escuchado en esta eucaristía, que celebramos por su reposo eterno, las mismas lecturas que se leyeron en su funeral el sábado veintiséis de abril. 

No todas las lecturas son las más normales de una misa de difuntos, pero cabe decir que se avienen profundamente a la llamada que el obispo de Roma recibe de Dios en el momento de su elección: confirmarnos en la fe. 

Hay tres aspectos que quisiera comentar en las lecturas de hoy. 

La primera es una mirada a San Pedro como fundamento. Los Hechos de los Apóstoles nos hablan de aquel inicio en el que, la fuerza de la resurrección del Señor hacía a los discípulos de Jesucristo capaces de enfrentarse a cualquier circunstancia para dar testimonio. Todo cristiano da testimonio y debe poder decir «que obedecer a Dios es primero que obedecer a los hombres». Todo Papa lidera esta misión y sobre todo la hace pública y presente en el mundo. El funeral del Papa Francisco nos muestra la verdadera presencia de este testimonio universal, y el respeto que la Iglesia despierta, más allá incluso de las afinidades religiosas y sociales de jefes de Estado. El obispo de Roma es referencia de la fe y la unidad dentro de la Iglesia católica y lo es públicamente, a una enorme distancia en cuanto a la presencia mediática de cualquier otro cristiano en el mundo. Esta posibilidad de impactar a la sociedad es un valor positivo para la evangelización, hace presente a Jesucristo en el mundo y debería empujarnos a hacer lo mismo, en la gran diversidad de carismas en la Iglesia de Dios. También es una gran responsabilidad. 

Por eso nos dolemos por la muerte del Papa Francisco, y celebramos funerales para orar, como hacemos hoy. 

La segunda mirada a las lecturas de hoy es más íntima. También se fundamenta en San Pedro, pero en esta ocasión entramos en este diálogo sobre el amor entre Jesucristo resucitado y el primero de los apóstoles. La triple insistencia de la pregunta sobre el amor está plenamente justificada por el precedente de las tres negaciones. Pero cuando te preguntan algo tres veces, en el fondo te parece que quien te pregunta te está diciendo que no se cree tu respuesta. Aquí, sin embargo, el diálogo es desigual porque un interlocutor es Cristo resucitado y es insistente, como lo es San Pedro, hasta rendirse. La mejor manera de sincerarse es como pasar la carga de la prueba a quien pregunta: «Tú lo sabes. No puedo engañarte». Al final quizás ante Dios sea la respuesta más sincera que podemos dar: La que no quiere justificarse y la que confía a la omniscencia de Dios y al intento de nuestra respuesta aquello bueno que podemos hacer. Un colaborador cercano expresaba el día de su muerte que el Papa Francisco había pasado de decir que tenía respuestas para todo cuando era un joven provincial de los jesuitas en Argentina a decir que no tenía apenas ninguna respuesta. Es una buena posición espiritual, aunque un obispo de Roma necesita, tomar muchas decisiones y el Papa Francisco lo ha hecho. Todos debemos ejercer nuestras responsabilidades. Este Evangelio nos enseña al menos la tranquilidad de fundamentar nuestra misión en el amor que Dios nos tiene y que nosotros intentamos devolverle que es la fuente de la misión que Él nos pide. 

(Continua en castellano) 

Decía el poeta Jorge Manrique: 

que a papas y emperadores y prelados, 

así los trata la Muerte 

como a los pobres pastores 

de ganados. 

La Iglesia, en esta intimidad con Dios en el momento de la muerte, tan igual, tan real, el momento de la verdad definitiva, se vuelve consciente de nuestra debilidad y reza. Un funeral cristiano, ni siquiera el de un Papa olvida la oración por el difunto. También nuestra liturgia adquiere en el salmo del Buen Pastor este tono confiado en Dios, pastor que nos acompaña por los senderos de la muerte para guiarnos al descanso. La resurrección de Cristo que estamos celebrando en este tiempo pascual es nuestra esperanza como escuchábamos en la segunda lectura. Confiamos en aquella acción poderosa y transformadora del universo y de nosotros mismos. Todos, como intuyó el poeta, quedamos dentro de esta dinámica de humildad que al final, todo lo pone otra vez en manos de Dios. 

También en un funeral cristiano se dan gracias por el testimonio de fe del difunto. Y lo hacemos hoy. En estos últimos diez días, tengo la sensación de que alrededor del Papa Francisco se han agotado las palabras. Todos hemos hecho valoraciones de su legado, recuerdos de sus gestos, agradecimientos por lo que hemos recibido de él. 

En esta eucaristía, recordamos lo que le debe nuestro monasterio y Santuario de Montserrat, que nos consta que visitó privadamente como cardenal. Este año jubilar del Milenario, la atención de recibir a la Cofradía de la Virgen de Montserrat en el Vaticano y el haber sido hasta hoy el único Papa en distinguir a la Virgen de Montserrat con la Rosa de Oro. 

Le recordamos con cariño y agradecimiento mientras encomendamos a la Iglesia y a los cardenales que deben escoger a su sucesor con la guía del Espíritu Santo. 

L

Última actualització: 3 mayo 2025