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La Santísima Trinidad (26 mayo 2024)

Homilía del P. Josep-enric Parellada, monje de Montserrat (26 de mayo de 2024)

Deuteronomio 4:32-34.39-40 / Romanos 8:14-17 / MATEo 7:15-20

 

Estimados hermanos y hermanas,

La Iglesia, a través del año litúrgico, nos va guiando por el camino de la historia de la salvación. Por eso no es extraño que, en este domingo, después de la fiesta de Pentecostés, la liturgia nos invite a contemplar el misterio de Dios Uno y Trino, el misterio de la Santísima Trinidad. La fiesta de hoy se convierte en el punto natural de unión entre las celebraciones pascuales y el tiempo de durante el año que iniciamos el pasado lunes.

Para adentrarnos en la reflexión y en la oración de los textos que nos propone la liturgia es necesario que tengamos en cuenta dos premisas. En primer lugar, el misterio que hoy contemplamos reclama que huyamos de los esquemas preconcebidos de la lógica con la que habitualmente nos movemos. Adentrarnos en el misterio de la Santísima Trinidad únicamente desde la vertiente de la lógica sería cómo introducirnos en una especie de laberinto sin salida que únicamente puede desmotivarnos en nuestro camino creyente. Debemos tener en cuenta que se trata de un Misterio que nos sobrepasa, que no podemos abarcarlo y mucho menos controlarlo. Esta verdad nos desconcierta porque si profundizamos un poco nos damos cuenta de que el Misterio de Dios y el Misterio del Hombre se reclaman mutuamente y que sólo en el Amor y a través del Amor podemos hacer su experiencia.

En segundo lugar, no debemos olvidar que nos encontramos ante el misterio esencial del hombre y por tanto es invisible a los ojos. Teniendo en cuenta esto hace falta abrir las ventanas del corazón a la admiración y al agradecimiento por la actuación poderosa de Dios Padre, por la generosa donación del Hijo hecho hombre para salvarnos y por la presencia siempre vivificante y renovadora del su Espíritu. (Aldazabal, J. Orientaciones para la celebración. Misa dominical 1998 (8) p. 13).

Diciendo esto, podemos afirmar que se trata del Misterio más cercano, más profundo de nuestro ser, ya que, si nos acercamos a él desde el corazón y también desde el entendimiento, no sólo podemos relacionarnos con Dios, sino que descubrimos al Dios que nos habita, que nos conoce por el nombre, a quien invocamos sin palabras y de quien tenemos experiencia de su Presencia que modela nuestro caminar.

Hoy, la misión de los cristianos es mostrar al mundo que Dios y el Hombre se reclaman mutuamente; Dios y el hombre son los únicos que pueden establecer un verdadero diálogo en el amor, puesto que el diálogo, el verdadero diálogo, es el que nace a partir de la diversidad. El hombre que abre su corazón a la presencia del Inefable es conducido por la fuerza del poder de Dios, es decir, por el Espíritu, hacia el conocimiento de la verdad.

En contraposición a la búsqueda de todo tipo de seguridades por parte del hombre, en lo que es conocido e incluso en lo que es todavía desconocido, cuando el hombre reconoce y adora el Misterio de Dios Uno y Trino, y se abre, nace en él, no la confusión ni la fe ciega incapaz de abrir los ojos, sino la paz y la confianza interior. A pesar de las tribulaciones que podamos sufrir, la confianza de los creyentes no decaerá si arraiga en ese Dios, Padre, Hijo y Espíritu, que es para nosotros la fuente y la fuerza para responder a las múltiples situaciones de nuestra existencia.

En el evangelio que hemos proclamado, vemos como Jesús envía a sus discípulos a bautizar a todos los pueblos “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, les encomienda que lleven a todos los hombres y mujeres a entrar en el dinamismo de la comunión trinitaria significada por estos tres nombres divinos. La Escritura nos dice que hemos sido hechos “a imagen de Dios”. El sentido más profundo de esto es que somos seres hechos para la comunión, a imagen del Dios-comunión.

Hermanos, en la Eucaristía Jesús ruega al Padre por todos nosotros. No tengamos miedo de unir nuestra oración a la suya y pidámosle al Padre que nos infunda el Espíritu Santo en nuestros corazones para que reconozca en nuestras palabras la voz de Jesús al Hijo amado desde siempre. ¡Que así sea!

 

 

 

Última actualització: 28 mayo 2024