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Solemnidad de la Santísima Trinidad (15 junio 2025)

Homilía del P. Lluís Juanós, monje de Montserrat (15 de junio de 2025)

Proverbios 8:22-31 / Romanos 5:1-5 / Juan 16:12-15

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Cada vez que hacemos la señal de la cruz, recordemos que el camino de la vida cristiana es un camino esencialmente trinitario y esto, lo han intuido grandes teólogos que, a lo largo de veinte siglos de cristianismo, han escrito estudios profundos sobre la Trinidad, tratando de pensar conceptualmente el misterio de Dios. Algunos toman la Santísima Trinidad como el ejemplo paradigmático de la dificultad conceptual del cristianismo, pero se equivocan. La Trinidad no es un galimatías o un laberinto sin salida, sino un hogar, una comunión de calor, una combustión divina. Si queréis una imagen simple y entrañable de la Trinidad mirad una chimenea: el fuego es el Padre, la leña es el Hijo, y el aire es el Espíritu Santo. El Padre es amor que arde y da luz. El Hijo es la vida consumida por ese amor. El Espíritu es el viento que atiza y hace más viva esta combustión de amor.

Dios es como una chimenea. Es la memoria agradecida de la humanidad, el corazón encendido de un mundo convulso, el rincón entrañable en el que son posibles todas las confidencias y todas las reconciliaciones. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo mantiene encendido el hogar del mundo cuando llega el invierno y hace que el mundo sea un hogar habitable. Mantiene encendida la memoria agradecida del mundo y le habla al oído un lenguaje entrañable. La razón es sencilla. La teología cristiana viene a decir, en definitiva, que Dios es Amor. No es una realidad fría e impersonal, un ser triste, solitario y narcisista. No debemos imaginarlo como poder impenetrable, encerrado en sí mismo. En su ser más íntimo, Dios es amor, vida compartida, amistad gozosa, diálogo, juego, entrega mutua, abrazo, comunión de personas.

Lo más grande es que nosotros estamos hechos a imagen de ese Dios. El ser humano es una especie de «miniatura» de Dios. Es fácil intuirlo. Siempre que sentimos necesidad de amar y ser amados, siempre que sabemos acoger y buscamos ser acogidos, cuando disfrutamos compartiendo una amistad que nos hace crecer, cuando sabemos dar y recibir vida, saboreamos el «amor trinitario» de Dios. Por eso, el mejor camino para aproximarnos al misterio de Dios no son los libros que hablan de ellos, sino las experiencias amorosas que se nos regalan en la vida. Cuando dos jóvenes se besan, cuando dos enamorados se entregan mutuamente, cuando dos esposos hacen brotar de su amor una nueva vida, están viviendo experiencias que, incluso cuando son torpes e imperfectas, apuntan hacia Dios. Quién no sabe nada de dar y recibir amor, quién no sabe compartir ni dialogar, quien sólo se escucha a sí mismo, quien se cierra a toda amistad, quien busca su propio interés, quien sólo sabe ganar dinero, competir y triunfar, ¿qué puede saber de Dios?

El amor trinitario de Dios no es un amor excluyente, un amor egoísta entre tres. Es amor que se difunde y regala a todas las criaturas. Por eso, quien vive el amor desde Dios, aprende a amar a quienes no le pueden corresponder, sabe dar sin apenas recibir, puede incluso «enamorarse» de los más pobres y pequeños, puede entregar su vida a construir un mundo más amable y digno de Dios.

El libro de los Proverbios nos habla de la prehistoria de ese Amor. La Sabiduría es el primer alumbramiento divino. Antes de crear el mundo, Dios alumbra a un hijo. Este alumbramiento es la primicia de todo lo que vendrá, la fuente de inspiración, el modelo y el patrón de toda la creación. Un hijo que «jugaba continuamente a su presencia.» El amor se presenta como un juego y no como un cálculo. La energía, la fuerza, el motor del universo no es una fórmula fría y ciega, sino un juego, un juego eterno entre un

Padre y un Hijo que se aman. Y esto es el Espíritu Santo, el amor de un Padre y un Hijo que juegan sin cesar y que deciden compartir con los hombres sus delicias. ¿Puede haber una imagen más delicada de la Santísima Trinidad que la que nos dibuja este texto antiguo? Para nosotros, Jesús es ese hijo, «engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, por quien fue creado todo». Un juego divino que se convierte en peligrosamente humano, mortal, con la encarnación del Hijo. Pero, en Él, la muerte no interrumpe el juego divino, porque jugar es amar, y la culminación del juego es dar la vida por amor. El juego, entonces, estalla en fiesta y el Espíritu Santo es la alegría de un Padre que recobra a su Hijo entregado a la cruz por amor.

Quizás no es muy complicado ver al Dios Uno y Trino que confesamos como una chimenea, o como un Padre que juega con su Hijo, pero es un misterio que debería suscitar en nosotros la adoración, la admiración y la alabanza. Lamentablemente hemos excluido a Dios como “Misterio del mundo” (E. Jüngel), y el mundo se va cerrando cada vez más sobre los intereses de unos pocos. Hemos hecho del mundo «una inmensa fábrica» de producir y consumir objetos, pero este mundo ya no nos remite a algo más profundo y sagrado. Hemos prescindido del Creador y hemos desatado una agresión a la Creación que ya no sabemos cómo detener.

Probablemente, nunca ha estado tan necesario como hoy el retorno a Dios, fuente misteriosa de la vida, amor original y fundamento último de la dignidad inalienable del ser humano.

La fiesta de la Trinidad es una invitación a adorar a Dios como “Misterio del mundo”. Esto nos ayudaría a recuperar una visión más unitaria de la humanidad y de nosotros mismos; nos urgiría a una fraternidad real tan necesaria entre todos los pueblos, y nos desvelaría el respeto por la Creación entera y el amor por todo viviente. “Dios ama tanto al mundo, que ha dado a su Hijo único, para que no se pierda nadie de quienes creen en él, sino que tengan vida eterna.” (Jn 3, 16). Sea ésta nuestra esperanza, «aquella esperanza que no puede defraudar a nadie, después de que Dios, dándonos el Espíritu Santo, ha derramado en nuestros corazones su amor.» (Rm 5,5)

A Él sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén

Última actualització: 15 junio 2025

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