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Domingo XVIII del tiempo ordinario (4 agosto 2024)

Homilía del P. Jordi-Agustí Piqué, monje de Montserrat (4 de agosto de 2024)

Éxodo 16:2-4.12-15 / Efesios 4:17.20-24 / Juan 6:24-35

Estimados hermanos y hermanas en Cristo:

La complejidad textual y narrativa del Evangelio de Juan que acabamos de escuchar puede ser incluso abrumadora para un domingo de verano como éste. Por eso nos centraremos sólo en una de las frases que dice Jesús: “Yo soy el pan que da la vida” (Jn 6, 35).

Puede resultar también chocante hablar de “pan de vida” en nuestra sociedad, donde cuando uno debe hacer régimen, lo primero que le sacan de la dieta, es el pan.

En cierto modo hemos olvidado el sentido de “alimento básico” que tiene el pan, al menos por los seres humanos en torno al Mediterráneo, donde nace el Evangelio.

Sin embargo, la Biblia desde el AT hasta el NT contempla muchas veces el tema del pan: “comerás el pan con el sudor de tu frente” (Génesis 3,19); Melquisedec, rey de Salem, llevó a Abraham “pan y vino” (Génesis 14, 18); El Señor le dio el trigo celestial (Salmo 77, 24b); “toma un poco de harina y hazme un pan”, le dice el profeta Elías a la viuda de Sarepta (1 Reyes 17:8-24); Jesús multiplica los panes (Jn 6); Jesús parte el pan y se lo daba como Eucaristía post-pascual!!!

El gesto dar y tomar el pan, es el gesto por antonomasia del que quiere dar vida a sus hijos. La guerra supone la ausencia de pan; el racionamiento, la miseria (como bien lo vemos todos los días en televisión).

Y nuestra sociedad opulenta, demasiado harta de todo, se olvida de quienes pasan hambre y sed de lo básico, se olvida de quienes tienen sed de justicia, de quienes sufren las guerras en curso. El pan sigue careciendo en muchas casas y para muchas personas (y no muy lejos de nosotros); hasta el pan de la concordia no es habitual en muchas familias actuales.

Y Jesús se presenta como el Pan de Vida: no como ese pan que los israelitas recibieron en forma de maná. Porque Jesús es más que Moisés y viene a dar cumplimiento a los profetas. Pero nosotros, cristianos, ante estas realidades, ¿tenemos hambre y sed de Jesús?

Los domingos que siguen a Pentecostés están caracterizados por la catequesis sobre los hechos y las palabras que Jesús hizo y enseñó entre los suyos. El gesto de partir el pan, el pan la Eucaristía, nos remite a uno de los principales actos de Jesús cuando se presenta resucitado. Su Cuerpo y su Sangre, siguen alimentando hoy a su Iglesia (que somos nosotros) y esparciendo el don del Evangelio a todos los cansados ​​y agobiados de nuestro mundo.

En este domingo centrémonos un poco más en la Eucaristía. La liturgia que se sabia y maestra, nos lo enseña a hacer: nos hace cantar como antífona de comunión un fragmento del mismo Evangelio que hemos proclamado mientras vamos a comulgar. Cuando lo hagamos, no olvidemos la piedad eucarística, en el comportamiento y en los gestos. Y si de verdad creemos que Jesús es el que el Padre ha enviado, seremos capaces de propagar la esperanza y la justicia entre quienes pasan por momentos difíciles: seremos capaces de alimentarnos espiritualmente y de poder dar razón de nuestro gozo con humildad y serenidad, ante un mundo desesperanzado, venciendo todo pecado.

Acerquémonos renovados a la mesa Eucarística animados por la escucha la Palabra evangélica. Cantemos con gozo el don de la fe. No nos olvidemos de los pobres.

Cristo Señor, don del Padre, llena nuestros corazones del Santo Espíritu, renuévanos con el don de tu santidad. Amen.

 

 

 

Última actualització: 4 septiembre 2024