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Domingo XIV del tiempo ordinario (7 julio 2024)

Homilía del P. Joan m mayol, monje de Montserrat (7 de Julio de 2024)

Ezequiel 2:2-5 / 2 Corintios 12:7-10 / Marcos 6:1-6

 

El anuncio del evangelio siempre se moverá entre la fe y la incredulidad. El pasado domingo veíamos ejemplificada en Jairo y en la mujer que sufría pérdidas de sangre la fe, hoy, con los vecinos de Nazaret, la incredulidad. 

Jairo, con su hija pequeña a punto de morir y la mujer que sufría pérdidas de sangre, vivían una situación límite y, no habiendo encontrado respuesta en ninguna parte, buscaban en Jesús la salida a sus males; la actitud de los vecinos de Nazaret es muy distinta; esperan que su paisano que ahora es famoso, haga algo espectacular en el pueblo. Pero Jesús, al igual que otras ocasiones, acude a la sinagoga donde a 12 años habría hecho quizás su primera lectura pública de la Torá. Allí anuncia el Reino de Dios, lo hace leyendo las Escrituras, como era preceptivo, pero las comenta no recurriendo a grandes imágenes o con palabras grandilocuentes sino con la sabiduría del espíritu, con imágenes nuevas muy cotidianas que todo el mundo es capaz de entender, con parábolas como la del sembrador, la semilla que crece sola, el grano de mostaza. Los nazarenos también habían oído decir que Jesús ha calmado una tormenta en el lago de Galilea, que había curado a enfermos de todo tipo y se maravillaban; ésta es la primera actitud espontánea del espíritu: maravillarse ante la realidad extraordinaria que sólo puede venir de Dios. Pero Jesús también afirmaba el cumplimiento de las promesas de Dios en él, y eso les era del todo desconcertante porque ellos lo habían visto crecer y jugar por sus calles, y eso hacía que sus miradas lo vieran como ese buen artesano diligente, hijo de una familia como las demás, pero nada más. Lo conocían mucho y a la vez muy poco, sabían de su comportamiento exterior desde niño, pero no sabían nada de su vida interior de adulto que ahora se manifestaba de forma interpeladora. 

El enemigo del conocimiento es la ignorancia, ciertamente, pero el verdadero enemigo de la ignorancia no es tanto el conocimiento como creer que ya se sabe todo. Esto ya no permite ir más allá en el conocimiento. Y los vecinos de Nazaret creían saberlo todo de Jesús, por tanto, todo lo extraordinario de las curaciones que en un principio les trajo alegría y les habría perspectivas de beneficiarse, chocó con las afirmaciones y la profundidad de las palabras sencillas de Jesús, y pasaron de la admiración al escándalo. Su incredulidad les cerró el paso al verdadero conocimiento de Jesús y a la acción salvadora que Dios les ofrecía a través de sus manos. 

Nadie es profeta en su tierra, les dice Jesús. Pero es que para ellos acogerle como profeta pedía estar dispuestos no sólo a aplaudir sus milagros sino a escuchar el mensaje que traía de parte de Dios que esos signos y curaciones significaban. Y eso les daba aventurar la vida por unos senderos hasta ahora desconocidos. Quería decir salir de su semper idem e ir más allá de las seguridades que tenían en el cumplimiento mecánico de los preceptos religiosos y la rigurosa observancia de las tradiciones humanas. Ésta era su religión: seguridad de mínimos, y la propuesta de Jesús es de una amplitud de miras apasionante. 

Jesús que experimenta en su persona la fuerza del evangelio se extraña de su incredulidad. Es la primera vez que experimenta un rechazo colectivo, no de los dirigentes religiosos, sino de todo el pueblo. Esto no se lo esperaba. Esta incredulidad no le permitirá de hacer ningún milagro, solo podrá curar algunos enfermos que si tenían fe en la obra que Dios lleva a cabo en él. 

San Marcos, con esta narración nos advierte hoy que Jesús puede ser rechazado precisamente por quienes creemos conocerlo mejor si nos limitamos a una religión de mínimos y no dejamos entrar la osadía del evangelio en los acontecimientos de nuestra vida para que su fuerza nos lleve a la excelencia más allá de lo previsto o establecido. 

Para andar en la fe y no escandalizarse, hacen falta tres actitudes fundamentales: la capacidad de maravillarse ante la belleza y el bien que nos implica, el interés por conocer más a fondo la verdad y el sentido de la vida que nos cuestiona, y aventurar la vida en aquello que aprovecha para siempre. 

Los conciudadanos de Jesús se escandalizan y él, en cambio, se sorprende. No entiende que no puedan creer ante la evidencia de una vida y de unas obras que manifiestan el amor Dios por la humanidad. Y así como el escándalo de los nazarenos les hizo rechazar todo aquello de bueno que habían acogido en un principio, el sorprenderse de Jesús no lo lleva a despreciar aquella gente que en un principio lo acogieron con entusiasmo. Jesús, en su corazón, mantenía firme lo esencial del evangelio que él encarnaba: el amor compasivo de Dios, por eso a pesar del rechazo de todo el pueblo, impuso las manos a unos cuántos enfermos, que se curaron, y continuó recorriendo las villas y los pueblos y enseñando, y más adelante enviando sus discípulos con la misma actitud. 

El anuncio del evangelio siempre se moverá entre la fe y la incredulidad. La evangelización tiene una doble vertiente irrenunciable: el servicio de la caridad y de la verdad, a pesar de que la primera normalmente es muy aceptada porque reporta un beneficio tangible a la sociedad, la segunda, porque tiene sus exigencias éticas, no es aceptada del mismo modo y a veces es menospreciada sino combatida. 

El evangelio no es nunca historia del pasado. También hoy la actitud de los discípulos de Jesús tiene que continuar estando al servicio de la caridad y de la verdad tal cual nos han sido reveladas por Dios en Jesucristo, y esto siempre supondrá más aventurar la vida que vivir de cómodas seguridades. 

En el fondo lo que se nos propone es la aventura de vivir una existencia apasionada por la gloria de Dios y el bien de los hombres como la que vivieron san Pablo y tantos otros cristianos que a lo largo de la historia han pasado, como Jesucristo, todo tipo de vicisitudes para comunicar la Buena nueva de Dios que lleva en ella misma una experiencia que sobrepasa todo deseo de plenitud y de felicidad. 

 

 

 

 

 

Última actualització: 8 julio 2024