Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (11 de mayo de 2025)
Hechos de los Apóstoles 13:14.43-52 / apocalipsis 7:9.14b-17 / Juan 10:27-30
La providencia nos ha llevado este domingo del buen pastor a tener bien presente el ministerio episcopal representado por nuestros ilustres huéspedes, los obispos de la conferencia episcopal griega que concelebran esta misa conventual, pero también a unirnos a toda la Iglesia en la alegría de la elección del obispo de Roma, el Papa León XIV. Esta situación nos hace poder escuchar con más identificación y profundidad la palabra que la liturgia nos da hoy, que es una palabra de Jesucristo diciéndonos a todos, «sígueme. Yo soy el Buen Pastor».
En la Sagrada Escritura encontramos a menudo mezclada la descripción de la realidad con un deseo del Reino, una pasión por la unidad y por la universalidad centrada en Cristo, un deseo y una pasión siempre presentes en la Iglesia que bebe de la Palabra, un deseo y una pasión que fueron un anhelo del mismo Señor Jesucristo.
La descripción de los Hechos de los apóstoles es bastante realista y no nos habla de una misión fácil sino de rechazo. Incluso de animadversión consciente y de descrédito buscado para con los discípulos por quienes representaban una ortodoxia judía para quien la novedad teológica de Cristo era excesiva. Casi comprendemos esta antipatía. A veces es cómodo mantenerse en una espera que ya tenemos medida, a la que nos hemos acostumbrado y nos da miedo el cambio de estatus. Algo así ocurría a muchos de los que escuchaban a los apóstoles. Su espera del Mesías estaba controlada, era cómoda. Pero no todos lo vivieron así. Hubo judíos que comprendieron, como hubo muchos paganos que no lo hicieron.
La presenza oggi dei vescovi di Grecia, latini e del esarcato per i catolici di rito bizantino e armeno, ci porta il ricordo del passo di San Paolo e Barnabe in quelle terre che furono le prime in Asia ed Europa a ricevere la buona nuova del Vangelo. Il passaggio propio di San Paolo in Atene e in altre parte della Grecia attuale ci fa ricordare le difficoltà immense che il suo messaggio aveva anche per i pagani e per le sue filosofie.
La situación de oposición social con la que se encontraron los primeros discípulos es muy actual. Aunque esta semana podemos haber vivido el espejismo de que nuestra Iglesia era el centro del mundo, no nos engañemos. Una cosa es la fascinación por unas formas de hacer únicas que no se han dejado influir por el resto de la evolución de la comunicación contemporánea, y otra cosa es compartir realmente el mensaje del Evangelio. Algunos medios en nuestro entorno parecían que se tenían que justificar por dedicar tanto tiempo a la elección del Papa.
Afortunadamente, la Palabra que hemos escuchado al tiempo que describe una situación social de oposición, habla de lo imprescindible: de la resurrección de Jesús, de la promesa que nos hace de la vida eterna, de la presencia ya ahora del Reino de Dios, de algo tan grande que todavía hoy lo estamos comprendiendo. No la hemos agotado en ninguna de nuestras categorías: todas las lecturas de hoy son del Nuevo Testamento y todas ellas nos hablan de la realidad que inaugura esta resurrección, en la que el centro es Jesucristo, Buen Pastor.
Él querría para toda la humanidad que respondiéramos a su ser Bue n Pastor reconociendo su voz. Los apóstoles heredaron con fuerza este deseo del Señor y lo tuvieron ellos mismos para toda la Iglesia. Hicieron su misión. Lo hemos visto en la lectura de hoy de los Hechos de los Apóstoles, hemos encontrado el deseo de que Bernabé y Pablo tenían que todo el mundo siguiera al Señor. Éste era el ideal. Y si una parte importante no acogía el mensaje, no se desalentaban. Jesucristo había pedido que continuaran, que el mundo era muy grande y que había que seguir buscando a quien escuchara la voz del Señor.
Por un lado, pedían fidelidad a sus palabras y su mensaje evangélico, pero por otro también había un sentido personal de adhesión a Él, al igual que una oveja sigue al pastor, al igual que en el Reino imaginado en el libro del apocalipsis, hay un reconocimiento del fin de paz y de gloria de todos los que han oído esta voz, han reconocido al pastor y han continuado su misión.
Este llamamiento a ser buen pastor resonó ya en las primeras palabras del Papa León, el pasado jueves desde la logia de San Pedro. Él, llamado a la tarea de ser precisamente pastor, pastor universal de una iglesia que tiene otros muchos pastores y muchas otras ovejas, pero en la que todos somos el rebaño de nuestro Señor Jesucristo. El propio Papa ha pedido a todo el que tiene autoridad en la Iglesia que se abaje para que lo que sea realmente visible sea la verdad, sea Cristo.
Las lecturas y la elección del nuevo obispo de Roma, también nos ayudan a pensar en esta Iglesia que abarca a todo el mundo. De su catolicidad, que significa universalidad. En Montserrat es fácil vivir esa catolicidad. Sólo sería necesario en muchas de nuestras celebraciones saber de cuántos lugares de la tierra somos quienes nos reunimos en esta basílica.
Reconocemos y agradecemos que Montserrat sea un lugar donde Dios se encuentra con su pueblo, como quise subrayar hace dos semanas con ocasión de la fiesta de la Virgen, un lugar donde quisiéramos que se reconociera a Cristo, presentado y ofrecido al mundo por la Moreneta, como el buen pastor y que nos pusiéramos a seguirle como buenos hijos e hijas de Él.
Afrontaremos dificultades, pero la promesa que nos hace es la vida eterna y poder ser contados en la experiencia de aquellos escogidos que vienen de la gran tribulación pero que ahora ya cantan su alabanza ante él.
Vosotros escolanes participáis de esta alabanza que quiere hacer presente el cielo en la tierra. Así nos lo dicen muchos peregrinos que os escuchan. En el libro del Apocalipsis, la representación de Dios y de Cristo glorificado aparece a menudo rodeada de música. En Montserrat hemos querido que este momento de encuentro de los fieles con Dios también estuviera acompañado de música y nuestra liturgia no se comprendería sin ese canto de alabanza ininterrumpido todos los días del año. Vosotros sois instrumento y protagonistas y es una buena ocasión de seguir a Jesucristo, el buen pastor y de escuchar lo que les dice cada día.
Preparémonos a continuar la comunión con Cristo, que nos será dada en el pan y el vino de la eucaristía, sacramento de su cuerpo y de su sangre, y que ese momento de intimidad nos lleve a escuchar más clara y fuerte su voz.
Última actualització: 13 mayo 2025