Scroll Top

Domingo XI del tiempo ordinario (16 junio 2024)

Homilía del P. Lluís Planas, monje de Montserrat (16 de Junio de 2024)

Ezequiel 17:22-24 / 2 Corintios 5:6-10 / Marcos 4:26-34

 

Los evangelios, cada uno con su estilo, son una catequesis, que nos explica cómo el mensaje de Jesús fue penetrando en la comprensión de quienes le seguían. Pero no siempre el mensaje que Jesús anunciaba era bien entendido. Hoy, el evangelio, al final, nos ha dicho que Jesús «con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender». De hecho, la comprensión de Jesús requiere todo un camino para entender que su mensaje va más allá de la literalidad de las palabras. El objetivo no es detenerse en la literalidad de las imágenes, comparaciones o parábolas que utiliza, sino que es una manera de instarnos a querer comprender cuál era el mensaje que Jesús quería dar. Podría ocurrir que, al hablar del Reino, estas “disposiciones” se entendieran como un poder que sometería a todos, cómo fácilmente podrían entenderlo los mismos contemporáneos suyos si, por ejemplo, se fijaban en el imperio romano, al que todos los habitantes de Palestina estaban sometidos. El Reino de Dios que Jesús anunciaba estaba en las antípodas de lo que podría entenderse por poder terrenal.

Si vamos leyendo el evangelio de Marcos veríamos que incluso los propios discípulos no acababan de comprenderlo bien; como ejemplo de esto podemos recordar que Santiago y Juan, justo antes de entrar en Jerusalén, le hacen aquella petición de poder estar a su derecha e izquierda cuando Jesús esté en su gloria. Ya habrá ocasión de comentar esta anécdota en los próximos domingos. (Mc 10, 35-45). Hoy nos detenemos a mirar con detalle lo que nos dice el evangelio. Las últimas palabras de la narración que hemos escuchado nos remarcaban que a la gente Jesús «todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos les explicaba todo en privado».

¿Qué debemos entender de la primera parábola, por el grano sembrado en la tierra? La descripción que hace se refiere al crecimiento, al despliegue, al arraigo, también podríamos decir, es la profundización, que el grano va entrando en la realidad en la que vive. Todo ocurre casi silenciosamente, pero constantemente. Nos lo ha dicho así: el que siembra «duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo». Esta semilla es imagen de cómo penetra el Reino de Dios. Nosotros debemos ser como esta tierra que acoge el misterio de Dios en nuestro interior. Es importante, pues, que dejemos que la fuerza de Dios penetre en nuestro interior. Dejémonos agarrar por Dios. Y nosotros, como los discípulos, debemos ser el instrumento para que esto se haga realidad en nuestro entorno. Porque el Reino de Dios es hacer que su amor de justicia y misericordia llegue a todos los ámbitos de la vida. Y así llegue a ser el trigo granado dentro de las espigas; el grano, la semilla, el espíritu de Dios ha dado fruto.

Pero en la segunda parábola, cuando nos ha puesto la imagen del grano de mostaza, nos ha remarcado que es la más pequeña de las semillas. Por la apariencia, nada importante. Y sin embargo cuando se va transformando, parecido a la descripción que hemos descubierto en la primera parábola, el crecimiento, llega a ser una referencia para los pájaros que pueden anidar a su sombra. El Reino de Dios, es muy diferente de otros reinos que deben hacer alarde de su poder. Jesús anuncia un Reino que nada tiene que ver con esto. Cuando muchos creyentes nos contamos y miramos si somos muchos, quizás vayamos en una dirección equivocada, porque no se trata de si somos muchos o pocos, sino de cómo la justicia misericordiosa de Dios va arraigando, en el interior de cada uno de nosotros y en nuestra sociedad, de tal modo que se convierta en instrumentos de Dios, actuando con misericordia con los que necesitan nuestra sombra para protegerse: los llamaremos inmigrantes, los llamaremos sin techo, los llamaremos maltratados por una legalidad que no sabe qué es la

compasión. Probablemente muchos de los que estamos aquí nos sentimos pequeños, como un grano de mostaza, pero nuestra fuerza está en Dios, al dejar que Dios se apodere de nosotros, para que nosotros seamos instrumentos de la bondad de Dios. Sí, debemos ser discípulos de Jesús: dejémonos coger por Él.

 

 

 

Última actualització: 26 junio 2024