Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (6 de mayo de 2023)
Hechos de los Apóstoles 1:12-14 / Efesios 1:3-6.11-12 / Lucas 1:39-56
Decíamos, queridos hermanos y hermanas, en una de las antífonas de laudes de esta semana, con palabras de San Juan, “Vosotros, pues, ahora tenéis tristeza; pero de nuevo os veré, y se alegrará vuestro corazón,” (Jn 16,22), y yo pensaba: “Qué bien reflejan estas palabras el corazón de nuestra devoción a la Virgen de Montserrat”, porque es en la mirada perenne, constante, e inmutable de nuestra querida Moreneta que todos y cada uno de nosotros hemos vivido el gozo del reencuentro.
“Vosotros, pues, ahora tenéis tristeza; pero de nuevo os veré, y se alegrará vuestro corazón,” es de hecho unas palabras de Jesucristo en ese momento pascual de la última cena, del discurso de despedida a sus amigos íntimos, pero me permito hoy, ya que siempre María es intermedia del amor de Jesucristo y por tanto su mirada es la de su hijo, decir que ahora es la Virgen María que nos dice que nos alegramos porque la volvamos a ver.
Santa María continúa en medio de nuestra Iglesia tal y como lo estuvo al principio en medio de los apóstoles. La primera lectura de hoy empezaba con la frase: “Después de ver cómo Jesús era llevado al cielo…” Ciertamente la visión de la ascensión es la última de los discípulos, es la que cierra las muchas veces que Jesús miró, habló y que los discípulos vieron, incluso después de resucitar. El tiempo pascual que estamos celebrando es el tiempo de la visión. Es el momento de tener los ojos abiertos. Debemos abrir los ojos y en esto María nos es maestra como lo ha sido siempre.
No se trata sólo de mirar, sino que hay que ver algo más allá. Quizá necesitamos extender nuestros ojos a otros sentidos, y hacernos discípulos de Cristo con todo el corazón, con toda el alma con todas las fuerzas, y en eso tenemos en la Virgen un modelo a seguir.
Ella nos es maestra para que abramos los ojos de la fe. Por la fe María fue capaz de confiar en medio de las situaciones más desesperadas. Por la fe fue capaz de comprender lo que racionalmente no podía ser, debemos creer que por la fe pudo pasar de la oscuridad del sepulcro donde habían puesto a su hijo, a la luz de la noche y de la mañana de Pascua que este cirio nos recuerda durante todo ese tiempo. ¡Qué reto, qué estímulo, qué gracia tener Santa María por ejemplo!
Ella nos es maestra para que abramos también los ojos a las necesidades de los demás. El Evangelio de la visitación que hemos leído es el evangelio en primer lugar de la conciencia de las necesidades de los demás, de la prima Isabel que espera un hijo. Qué ejemplo tan poco complicado, tan cercano. Qué bien comprenderéis tantas de vosotros que en un momento de la vida habéis ayudado y/o habéis sido ayudadas por una hermana, una amiga, una madre en el momento del embarazo. El evangelio de hoy nos dice en primer lugar que en esta sencillez de la ayuda está el primer reconocimiento de un Dios, que se hace muy cercano a Jesucristo.
El evangelio de la Visitación está profundamente arraigado en la historia de nuestro santuario. Lo leemos el día de la solemnidad titular de la Basílica, el día 8 de septiembre, lo leemos el día de la Visitación naturalmente, a finales de este mes de mayo, el día de San Juan, el día 21 de diciembre. En todas estas ocasiones, el evangelio nos recuerda que somos como María peregrinos, pero que es también a ella a la que venimos a visitar, para ser en el fondo visitados y acogidos por su amor, por su gracia, por su mirada. Es Dios, en todo caso, quien da a todos nuestros sentimientos de piedad una intensidad diferente aquí, en Montserrat, donde a veces, al menos a mí me pasaba de niño y joven, parece más fácil creer, más fácil amar, más fácil ser feliz.
Los ojos de la imagen de la Moreneta están abiertos desde siempre, acogiendo las plegarias, alegrías y esperanzas de todos los pueblos, y muy especialmente de nuestra gente catalana que le dice “Vos sois el honor de Nuestro Pueblo” y hace de esa frase el lema de Montserrat. Es la fuerza de su mirada que nos cautiva y os hace volver, y os hace quererla tener también presente en vuestras parroquias e instituciones, en cada lugar donde arraiga esa fraternidad de amor y de cariño mariano y montserratino que es nuestra cofradía, y de la que hoy celebramos estos ochocientos años.
Desde su trono de Montserrat ella nos dice: “vuestro corazón se alegrará porque os volveré a ver, y vuestra alegría nadie os la quitará”. La promesa de Santa María de Montserrat es siempre la promesa de la vuelta aquí, a casa. De la añoranza de este lugar que nuestros poetas y músicos han cantado: como Mossèn Cinto Verdaguer cuando escribió en el Emigrant: “donde encontraré tus cimas Bello Montserrat”; O el “Recuerda Madre divina, recuerda a quien se aleja, con el corazón en Cataluña, orando mientras camina” de Pau Casals que nuestra escolanía sigue cantando a menudo.
Vuestras delegaciones mantienen vivo este noble sentimiento que primero os vincula a Jesucristo, Dios hecho hombre, y a su madre, en el desafío personal de la fe cristiana y del seguimiento del evangelio, después os une a la comunidad que ruega en Montserrat, monjes, escolanes y peregrinos, y por estas dos razones también os hermana entre vosotros.
El monasterio, promotor desde el inicio hace ochocientos años de la Cofradía ha querido estos últimos años animar una vez más a esta hermandad y muy especialmente con la dedicación del P. Joan M. Mayol, rector del santuario, la ha visto reflorecer, llamear las brasas todavía bien rojas de una devoción que ha ayudado a encender otras hogueras nuevas, en pueblos y parroquias a las que no había llegado antes.
Pero desde siempre, Dios nos ha hecho la gracia de que la advocación de Montserrat vaya más allá de Cataluña, y la Cofradía también se ha hecho ejemplo de ello. La Cofradía hermanada de Sevilla, hoy presente, las delegaciones de Caspe, y las más lejanas de Chile y Brasil son la muestra de que hemos tenido la gran alegría de ver ampliar la cofradía hasta los extremos de la tierra. Y aún podríamos añadir muchos más lugares donde veneramos la memoria y la imagen de la Virgen de Montserrat. Juntos estamos convocados a ir a celebrar este aniversario en el corazón de la Iglesia, para presentar al Papa Francisco esta realidad de fe, de piedad popular y que también quisiéramos que fuera de solidaridad.
Debemos tener los ojos abiertos, los de la fe y los de la caridad, como ya he comentado, pero también los de la esperanza. La alegría que nadie nos va a quitar, tiene algo divino, eterno. La esperanza de que somos capaces de transformar la tierra y de luchar por el amor, pero que finalmente todo pertenece a Dios. La mirada de la Moreneta nos hace pensar que ella hace realidad la oración del Canto Espiritual de Joan Maragall: “Y cuando venga la hora temible en que se cierren estos ojos humanos, dame otros mayores para contemplar vuestra faz inmensa”. Éste es nuestro deseo más profundo, el que millones de veces confiamos a la Moreneta cuando en el Virolai le decimos con fe, guiadnos hacia el Cielo, que Ella, la Estrella de Montserrat nos conduzca allí mientras caminamos por esta vida.
https://youtube.com/watch?v=3JmI2K0htOs
Última actualització: 9 mayo 2023