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Domingo II de Adviento (4 de diciembre de 2022)

Homilía del P. Damià Roure, monje de Montserrat (4 de diciembre de 2022)

Isaías 11:1-10 / Romanos 15:4-9 / Mateo 3:1-12

 

Hoy, el profeta Isaías nos decía que el Espíritu del Señor reposa sobre quienes abren su corazón a los demás y de este modo puede llegar la justicia a los desvalidos. Por su parte, san Pablo nos comenta que la Palabra de Dios nos ayuda a mantener nuestra esperanza, una esperanza que abre sus puertas, y que quiere compartir con todo el mundo la alegría de la fe. Uno de los primeros cristianos, el Pastor de Hermas, aseguraba que «todo hombre alegre obra el bien, piensa el bien y desprecia la tristeza. Vivirán en Dios quienes alejan la tristeza y se revisten de alegría». Es una cita que el papa Francisco recuerda, en una Carta Apostólica sobre la Misericordia, para que no nos dejemos agobiar por las dificultades y para que sepamos alejarnos de la tristeza: cuando experimentamos la misericordia, dice, sentimos renacer la alegría dentro de nosotros. Por eso, no permitimos que las aflicciones y preocupaciones nos quiten la alegría, sino que la alegría se mantenga bien arraigada en nuestro corazón y nos ayude a mirar siempre con serenidad la vida de cada día.

Precisamente con una actitud abierta a la alegría podremos deshacer aquellas quimeras que prometen una felicidad fácil en paraísos artificiales y reconocer la alegría que se revela en el corazón cuando ha sido tocado por la misericordia. Por eso, necesitamos vivamente la esperanza que proviene de la fe en el Señor resucitado. Es cierto, que a menudo pasamos por pruebas de todo tipo, pero nunca debemos dudar de la certeza de que Nuestro Señor nos ama. Su misericordia se expresa también en el cariño y en el apoyo que, a menudo, hermanos, hermanas, familiares y amigos nos ofrecen cuando vienen días más duros y difíciles.

Si queremos acercarnos a Jesús tratemos -tal y como decía nuestro actual Santo Padre Francisco- de hacernos cercanos a los demás, porque nada es más agradable al Padre que un detalle concreto de misericordia, un signo visible y tangible que sea concreto y práctico. Así podemos experimentar la verdad de nuestra fe y no conviene volver atrás: por eso, tratemos de abrir los ojos para que sepamos ayudar a las personas más necesitadas.

Por suerte, encontramos a personas que tratan de ayudar continuamente por solidaridad a los más pobres e infelices. Agradecemos el don valioso de estas personas que, ante la debilidad de la humanidad, son como una invitación a descubrir la alegría de hacernos cercanos a los demás. Así abrimos paso a una auténtica misericordia, y así experimentamos lo bueno que es la firmeza y la bondad de la solidaridad.

Tal y como propone el Papa Francisco, es muy importante que formemos siempre una cultura de misericordia, una cultura en la que nadie mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando ve la necesidad que tienen quienes son también, a fin de cuentas, hermanos y hermanas. El mismo San Pablo, en la carta a los Gálatas, decía que «nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, cosa que hemos procurado cumplir» (Ga 2,10).

Es necesario, pues, un tiempo de misericordia para todos y todas, teniendo en cuenta que Dios mismo y Nuestra Señora nos hacen sentir su ternura. Podemos decir que participamos en un tiempo de misericordia, para que también los más débiles e indefensos puedan ser hermanos y hermanas que también tienen sus necesidades. Formemos siempre, pues, un tiempo de misericordia, tal y como lo propone el Papa Francisco, cuando desea que los pobres sientan una mirada respetuosa y atenta. Para eso, necesitamos vencer la indiferencia, y debemos ayudarnos para conseguir para todos lo esencial en la vida.

Tal y como vivimos ahora, la celebración de la misericordia de Dios culmina en el sacrificio eucarístico, memorial del misterio pascual de Cristo, del que brota la salvación para cada persona, y para el mundo entero. Por eso cada momento de la celebración de la eucaristía nos acerca a la misericordia de Dios. También pedimos que la presencia de la Virgen María llegue a todo el mundo, tal y como lo propone el Santo Padre Francisco, que desea que la Virgen María, con su Misericordia dé a todo el mundo su ayuda y nos ayude a seguir a Jesús, que es para todos un testimonio constante de la misericordia de Dios. Que así sea.

 

Última actualització: 12 diciembre 2022