Scroll Top

Domingo XXI del tiempo ordinario (25 agosto 2024)

Homilía del P. Jordi Castanyer, monje de Montserrat (25 de agosto de 2024)

Josué 24:1-2.15-18 / Efesios 5:21-32 / Juan 6:60-69

 

Queridos hermanos, desde hace algunos domingos hemos ido escuchando varios fragmentos de la carta de san Pablo a los Efesios y, casi entero, el capítulo 6º del Evangelio según san Juan. He pensado compartir ahora con vosotros alguna reflexión en torno a ambos textos. Y empiezo por el fragmento de la carta a los Efesios.

Probablemente no me equivoco mucho si pienso que al oír, casi nada más empezarlo, “que las esposas se sometan a sus maridos” ya se ha distraído, quizá murmurando un poco y todo -qué cosas tan retrógradas que nos dice san Pablo , esto ahora está fuera de lugar–, se ha distraído, digo, de la primera frase del texto, fundamental en el sentido más literal de la palabra, fundamento, y de la continuación de la lectura. Y pasadme, si es necesario, ese mi mal pensamiento, que yo también he tenido alguna vez. Más de una vez, en reuniones con matrimonios, he tratado de aclararlo, este texto, de ver su fundamento, pero no sé si con mucho éxito. Lo pruebo, pues. En primer lugar, san Pablo, tanto aquí como en la carta a los Colosenses, donde toca también este mismo punto, está interesado en dos temáticas muy importantes, básicas para la vida cristiana: una, más teológica, es la relación, la unión, entre Cristo y la Iglesia; la otra, más práctica, de la vida cotidiana, es la relación entre nosotros, entre quienes nos llamamos discípulos de Jesús, miembros de su iglesia, cristianos. Cristo es el Jefe del Cuerpo que es la Iglesia, y lo ama tanto, tanto y tanto, que se ha entregado a la muerte por ella. Por eso, dice Pablo, la Iglesia debe someterse a Cristo. Pero ¿os parece que esta sumisión es humillante? ¿Es que anula la libertad y la dignidad de la Iglesia y de sus miembros? ¡De ninguna manera! ¡Cómo puede ser humillante someterse a Cristo, que es Dios, si es él que se somete a nosotros, que se agacha para lavarnos los pies, que da la vida por nosotros! Sí, hermanos, Dios, el Creador, en Jesucristo, el Señor, se somete a la criatura. Éste es un misterio muy grande. Volvamos al texto, que ya os he dicho que una de las cosas que más le interesa decir a los Efesios es que, como cristianos, deben tener unas nuevas relaciones personales. ¿Y cómo debe ser esta forma nueva de relacionarse? Os leo la primera frase que hemos oído hoy: “someteros a los demás por reverencia a Cristo”. Quedémonos, quédese con eso. Las relaciones entre nosotros, esposos y no esposos, laicos, clérigos y monjes, mayores y pequeños, hombres y mujeres, jefes y súbditos, dueños y trabajadores, todos, si queremos seguir siendo discípulos de Jesús, si vamos por el mundo como cristianos, debemos someternos unos a otros por reverencia a Cristo, porque en el otro, en todo otro, vemos a Cristo mismo. San Pablo podría haber terminado con esta primera y fundamental afirmación: someterse a los demás por reverencia a Cristo, y cada uno que se le aplique. Pero san Pablo decide poner tres ejemplos: las relaciones entre esposo y esposa, entre padres e hijos y entre dueños y trabajadores. Lo hace teniendo presente la cultura y costumbres de la época en estos tres ámbitos; las mujeres, los niños y los trabajadores contaban muy poco, por no decir nada, las relaciones eran esclavizadoras –ay, en nuestros tiempos, y no hace falta recurrir a países lejanos– es lamentablemente aún así (no necesito poner ejemplos). Y Pablo, sin cambiar el vocabulario de la época, les recuerda, les manda, que si quieren seguir siendo cristianos deben cambiar la manera de relacionarse, deben hacerlo como Cristo y la Iglesia, con amor, avanzando- se mutuamente en el servicio. Así pues, la sumisión que dispone para las mujeres no tiene nada de humillante, ni la que dispone para los niños o para los trabajadores. Pero es que Pablo da un paso más: a los maridos –y también a los padres, padre y madre, pues, ya los dueños– les dice que quieran a sus esposas, pero no de cualquier manera –¿es que se puede querer de cualquier manera? – sino cómo Cristo ama a la Iglesia, y recuerda que le ama tanto, tanto, que se ha entregado a la muerte por ella. Y para que nadie olvide el principio fundamental –someterse unos a otros por reverencia a Cristo– Pablo repite 6 veces (hoy sólo hemos leído dos) que el modelo a imitar, en todas las relaciones humanas, es Cristo, el amor de Cristo. Hasta no está fuera de lugar decir que Pablo es más exigente con los esposos que con las esposas, con los padres que con los hijos, con los dueños que con los trabajadores. Pero no se trata ahora de comparar sino de quedarnos con lo fundamental y que en la época de Pablo no sólo no era retrógrada sino que hasta era revolucionario, cristianamente avanzado.

¿Y ahora qué puedo deciros del evangelio? Después de escuchar lo que Jesús iba diciendo a quienes le seguían –y que oímos nosotros en los tres domingos anteriores, como “Yo soy el pan que da la vida: quienes vienen a mí no pasarán hambre, quienes creen en mí nunca tendrán sed”; o “yo soy el pan vive bajado del cielo. Quien come este pan, vivirá para siempre. Más aún: El pan que yo voy a dar es mi carne, para que dé vida al mundo” o “quien come mi carne y bebe mí sangre está en mí y yo en él”– después de oír todo esto san Juan nos dice que muchos de los que le seguían dijeron “este lenguaje es muy difícil, ¿quién es capaz de entenderlo?”. Y dice que muchos de los que le ¿habían seguido lo abandonaron y ya no fueron más con él? ‘entender, Jesús, todo lo que dice y todo lo que hace? A veces sí, o nos parece que sí, ya veces no; ¿no se trata de entenderlo sino de creer en él? “Y vosotros también me queréis dejar”?, preguntó Jesús a los doce. con usted. No, ellos tampoco entendían muchas cosas y muchas palabras de Pedro, pues, dijo, ¿a quién iríamos? de la fe, del amor. ¿Dónde quieres que vayamos, Señor? ¿Debemos ir detrás de otros dioses, que no son nada? Si sólo Tú tienes palabras de vida eterna: a menudo no te entendemos, Jesús, pero nos has seducido y nos hemos dejado seducir por Ti, y queremos seguirte vayas donde vayas y pídenos lo que quieras porque sabemos que no nos dejarás nunca solo, que nos apoyas siempre y en todas partes, que nos alimentas con tu palabra y, sí, con tu mismo Cuerpo glorificado, que ahora comeremos. Porque sólo Tú nos das vida, nos das la Vida.

 

 

 

Última actualització: 6 septiembre 2024

Dejar un comentario

Debes iniciar sesión para publicar un comentario.