Homilía del P. Jordi Castanyer, Monjo de Montserrat (6 de abril de 2025)
Isaías 43:16-21 / Filipenses 3:8-14 / Juan 8:1-11
Queridos, tengo una buena noticia a daros: ¡Dios es Amor!
Quizás os he defraudado, lo comprendo, quizás esperabais algo que no sabíais, una noticia nueva. Lo siento, si es así, pero es que no tengo otra, quiero decir ninguna otra que valga realmente la pena de ser proclamada a los cuatro vientos. Bien, sí, tengo otra, que brota como naturalmente de la primera: Dios derrama este amor, es decir, se derrama él mismo, a cada uno de nosotros, a ti, al de tu lado, a mí…; y lo hace con un amor eterno, inmenso, tanto que no podemos no sólo ni sospechar, sino que, una vez oída, esta noticia, ni podemos entenderla. No sé si os habéis preguntado nunca ante qué verdades ejercitáis vuestra fe; hacedlo, probadlo. De entrada, sin pensar demasiado, yo diría, por ejemplo, que la ejercemos, la fe, ante estas afirmaciones dogmáticas: la encarnación –es decir, que Dios se haya hecho hombre–, la resurrección –es decir, que Jesús, muerto y sepultado, haya resucitado–, la presencia real de Jesús en la Eucaristía, en el pan… hechos, verdades, ya veis, fundamentales de nuestra fe cristiana pero que nos sobrepasan del todo; sencillamente, y más allá de nuestras dudas y de nuestras oscuridades, las creemos por más que nuestros sentidos no nos las corroboran ni nuestra inteligencia, tan grande y a la vez tan limitada, no puede demostrarlos siquiera medio entender. Bien, pues; y ante esta buena noticia que hoy, como aquel que nada, se me ha ocurrido proclamar, ante la afirmación de que Dios es Amor, que Dios nos ama, ¿notáis que para creerla debéis hacer un verdadero acto de fe? Hombre, más de uno de vosotros, y yo mismo, quizás diría que no mucho; no nos es difícil, francamente, creer que Dios es amor; lo encontramos como natural, como evidente; si yo mismo, pecador como soy –y no lo digo para quedar bien ni para que alguien me dé una palmadita en la espalda diciéndome que no será tanto–, si yo mismo, pues, soy capaz de amar, aunque sea un poco, si soy capaz, y seguro que también todos vosotros, pecadores como sois –y ¡a ver quién es el primero en tirar piedras!- si somos capaces, digo, de hacer actos de amor, entonces podemos afirmar, podemos creer sin esfuerzo, que Dios sea Amor, que Dios ama mucho, sí, mucho más que nosotros pero sin decirlo, esto, no nos reclama ningún verdadero acto de fe. Pues alerta, hermanos, si pensamos entender el amor de Dios quizá sea que lo reducimos a medida humana, una medida, sí, muy superior a la nuestra, pero humana al fin y al cabo. Estemos seguros, hermanos, el amor de Dios no hay quien lo entienda, sobrepasa infinitamente lo que podemos sospechar; Dios, por amor, hace lo que nadie hace, por santo que sea. Dios ama y perdona, y abraza y salva, a la persona, viva o difunta, que más tenemos por pecadora, a la persona que más aburrimos, que más nos incomoda –que cada uno ponga nombres y apellidos bien concretos– pues sí, Dios la ama y no la condena (¡y que en el cielo nos podamos ver todos, eh, y todos en primera fila); a veces, en momentos breves pero muy intensos, Dios me hace la gracia –no la gracieta sino una auténtica gracia que deseo para cada uno de vosotros– la gracia de pensar, y de creer, que si yo, por su incomprensible misericordia, soy salvado, amado, redimido, pues esto ya está hecho, seguro que ya está hecho, seguro que ya está hecho. No lo entiendo; lo creo.
Me he extendido mucho en esto. La culpa, mejor dicho, la causa, es el evangelio que hoy nos ha sido proclamado; esta escena de la mujer pecadora rodeada por un grupo de cafres (quizás alguno de ellos, quizás todos, son también adúlteros; ¡ay!, que esto sigue pasando, se la cargan las mujeres, y los hombres tan tranquilos!) –que Dios nos libre de los que se sienten perfectos cumplidores de la ley y que utilizan los preceptos, sean de Moisés o del evangelio o del derecho canónico, como armas arrojadizas, digamos piedras–, esta escena, pues, de la mujer pecadora rodeada de cafres hipócritas pero, y ahí radica el núcleo fundamental de la escena, rodeada, abrazada, salvada, por la mirada y la palabra de Jesús: yo tampoco te condeno. Porque no he venido, sigue diciendo hoy Jesús, a condenar al mundo sino a salvarlo. Todo lo que he dicho del amor de Dios es en Jesús que se manifiesta, que se revela, no lo olvidemos. Tanto tiempo que estoy con vosotros, dijo Jesús a Felipe, ¿y todavía no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Cuando dentro de pocos días, el jueves santo, escuchemos y quizás lo veamos reflejado plásticamente que el presbítero, que Jesús, se arrodilla a lavar los pies de los apóstoles, es Dios mismo quien lo hace, es Dios mismo que nos lava los pies, el pecado a todos.
Hermanos queridos. Quiero deciros todavía dos cosas: 1a. debemos leer y asumir los textos que la liturgia nos va ofreciendo estos domingos de cuaresma como una catequesis que nos hace profundizar más y más en la persona de Jesús, y por tanto quién es Dios. Si puede, ahora que ya estamos casi a las puertas de la gran semana santa, releedlos, estos textos, meditadlos, devoradlos. 2a cosa: Intentad mirar las escenas evangélicas, como la de hoy, no como si estuvierais en una platea de teatro mirando un espectáculo más o menos bonito, más o menos entrañable, sino poniéndoos dentro de la escena, en el escenario, e identificándoos, poniéndoos en la piel, de cada uno de los personajes: los acusadores, la mujer, y si queréis y sobre todo, identificándoos con el mismo Jesús.
Y tengo otra buena noticia que deciros: el amor recibido de Dios, y no hay nadie que no lo reciba, no es para quedárnoslo, no es para devolverlo a Dios, como aquel que le devolvió la moneda que había recibido y que había guardado para sí mismo en un pañuelo; no, el amor que recibimos de Dios, el regalo que recibimos de Dios, y todos lo recibimos, es para compartirlo, para difundirlo, para testimoniarlo, para hacerlo rendir… y esto es buena noticia, efectivamente, porque es fuente de gozo, no de una alegría cualquiera sino de la misma alegría de Dios. Pruébelo, ¡no falla nunca!
Última actualització: 10 abril 2025