Homilía del P. Joan Recasens, subprior de Montserrat
Hechos de los Apóstoles 2:42-47 – 1 Pedro 1:3-9 – Juan 20:19-31
Queridos hermanos y hermanas,
Después de haber vivido en la intimidad, pero solemnemente, las fiestas pascuales en las que hemos hecho presente el gran misterio del amor de Dios por la humanidad, acompañando a Jesús en los momentos trascendentales de su vida, los de su pasión y muerte en la cruz, y el de su resurrección, hoy en este segundo domingo de Pascua la liturgia nos quiere hacer vivir algunas de las apariciones de Cristo Resucitado a sus discípulos.
Según el fragmento del Evangelio que se nos ha proclamado, en la tarde del mismo día de Pascua Jesús se aparece a sus discípulos y les dice: “Paz a vosotros”. Les enseñó las manos y el costado para dar testimonio de que era él mismo, y les vuelve a decir: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”, y alentando sobre ellos les dice:” Recibid el Espíritu Santo”.
Según el relato evangélico, en esta primera aparición de Jesús a sus discípulos, el apóstol Tomás no estaba en casa con todos los demás y es por eso que no quiere creer nada de lo que los otros discípulos le dicen de la aparición de Cristo resucitado .
Al cabo de ocho días de la primera aparición, Jesús se aparece de nuevo a sus discípulos estando las puertas cerradas, estando presente esta vez también el apóstol Tomás, y les dice de nuevo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado”. No seas incrédulo, sino creyente. ¿Por qué me has visto has creído?, y añade: “Dichosos los que crean sin haber visto”. Hasta aquí el relato evangélico.
Hermanos, me parece que la lección que podemos sacar de las enseñanzas del evangelio de hoy es clara: por nuestro bautismo hemos sido hechos hijos de Dios y como otro Cristo en medio del mundo que nos ha tocado vivir, tenemos que mirar de imitar a Jesucristo en nuestro comportamiento y debemos ser portadores de paz, de esperanza y de amor a todos aquellos hermanos nuestros que esperan de nosotros un gesto de estimación, de comprensión y de ayuda, sobre todo hoy que el mundo está tan carente del sentido de respeto, de hermandad y de colaboración de los unos por los otros. Es muy triste constatar que, muchas veces, muchos de los que deberían ser guías y comportarse como buenos samaritanos se dejan llevar por la envidia, por el resentimiento y por el castigo, haciendo la vida imposible a todos aquellos que no piensan como ellos y que tienen otros ideales de libertad y de respeto. Ciertamente no se puede poner la Ley como excusa, ya que la Ley está hecha para los hombres y no los hombres para la Ley. Roguemos para que el Señor nos ayude a ser más comprensivos y respetuosos con todos nuestros hermanos, para poder crear una sociedad donde reine el amor, la esperanza y la comprensión de los unos por los otros, tal como Cristo ha venido a proponernos.
Abramos nuestros corazones y dejemos que penetre el aire fresco y la luz que viene de Dios para poder ser cada día más imitadores de Jesucristo. Que así sea.
Última actualització: 23 abril 2020