Bendición del Abad Manel Gasch i Hurios – Palabras del P. Abad (13 de octubre de 2021)

Palabras del P. Manel Gasch i Hurios al final de la Eucaristía de su bendición abacial (13 de octubre de 2021)

 

Doy gracias a Dios por todo lo que hemos vivido hoy en esta celebración. Porque nos hemos sentido una comunidad que oraba e invocaba los dones del Espíritu Santo para fortalecer mi fidelidad a Jesucristo y a su Evangelio en el servicio que mis hermanos me han encomendado como abad.

Una comunidad de oración abierta a todos los que estáis aquí, conscientes de que, si tal vez a todos no nos une la fe, sí compartimos la amistad, el respeto y la estimación por Montserrat. Una apertura que la tecnología ha extendido, como hace cada día, a través de los medios de comunicación a muchos hogares de fieles a los que quiero tener presentes en estas palabras, para hacerles sentir parte de nuestra asamblea, especialmente los enfermos y los ancianos .

«Acoged a todos» fueron las palabras que el Papa San Pablo VI dirigió al Abad Cassià M. Just y que han marcado la vida de nuestra comunidad. No podía ser de otro modo. Son palabras que también encontraríamos en el corazón de la espiritualidad de la Regla de San Benito y que estoy seguro que continuarán inspirándonos. El monasterio es siempre la casa de Dios y por lo tanto la casa de todos; para unos, los monjes, de manera estable y por los otros, los huéspedes, de manera pasajera, como Jesucristo que pasa; Montserrat es además la casa de la Virgen, de la Moreneta, de la Patrona de Cataluña, venerada por fieles y peregrinos de todas partes, la casa donde quisiéramos que todo el mundo se encontrara bien. Este santuario es el don que Dios ha hecho a nuestra comunidad y nos sentimos a la vez responsables y agradecidos.

Gracias en primer lugar al P. Manuel Nin y Güell, obispo titular de Cárcabo y exarca apostólico para los católicos de tradición bizantina de Grecia, que aceptó presidir esta bendición, con quien nos unen lazos de fraternidad y que, aportando un poco de la tradición de Oriente Cristiano ha hecho más católica, más universal, esta asamblea.

La comunión que personalmente me ha expresado, el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, mi ciudad de nacimiento, que hoy no puede estar con nosotros, y la presencia del Cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo emérito de Barcelona, y de nuestro obispo de Sant Feliu de Llobregat, Mons. Agustí Cortés, junto con la de los arzobispos de Tarragona y de Urgell, a este último le debo la ordenación presbiteral, más la presencia de obispos de todas las diócesis con sede en Cataluña y aún la del obispo de Mallorca, y la de todos los sacerdotes y diáconos que está aquí, nos dan cuenta de la profunda eclesialidad a la que estamos llamados los monjes de Montserrat: al servicio de las parroquias, de los sacerdotes y de los fieles. Un servicio que compartimos con tantos religiosos y religiosas, que nos complementamos en la diversidad de carismas y que avanzamos juntos en el discernimiento de la voluntad de Dios.

The monastic family couldn’t be higher represented in this celebration and I am most grateful to the most Reverend father Gregory, abbot Primate to have been able to attend it and to bring with him the communion and the prayer of the whole benedictine Confederation. Being just as we are a single monastery, your presence remind us that we are really part of something bigger than just us. Je remercie le Père Abbé Jacques Damestoy qui nous partage son amitié et celle de monastères français. También agradezco al Abad Guillermo, Presidente de nuestra congregación sublacense-casinense, a nuestros hermanos abades y monjes de los monasterios hermanos de El Paular, Silos, Leyre y Santa Brígida, que hoy nos acompañéis, así como la fraternidad de los abades y abadesas, monjes y monjas de los monasterios catalanes presentes aquí con quien compartimos la misión de hacer presente y viva la vocación monástica en nuestra tierra catalana.

La extensa representación del mundo civil, encabezada por el presidente de la Generalitat, Muy Honorable Sr. Pere Aragonés, la consejera de Justicia, honorable Sra. Lourdes Ciuró, la Delegada del Gobierno en Cataluña, Excma. Sra. Teresa Cunillera, la presidenta de la Diputación de Barcelona, Excma. Sra. Núria Marín, y todas las demás autoridades y representantes de entidades y medios de comunicación, nos recuerdan nuestra tradición de servicio especial a la sociedad y al pueblo de Cataluña, que se hace presente en toda su riqueza y variedad en Montserrat.

Nuestra comunidad de monjes no sólo estamos en Montserrat. Somos también monjes que nos dedicamos a nuestra diócesis de Sant Feliu de Llobregat o que vivimos en las casas del Miracle, en el Solsonès, y de Cuixà, el Conflent, que animamos la vida cristiana y espiritual de sus territorios; monjes que vivimos en Roma, colaborando con el ateneo universitario de San Anselmo; un monje que está en África, en Uganda, intentando mejorar la vida de los más pobres. Todos empezamos estas semanas una etapa nueva. No cambiaremos todos de lugar ni de trabajo pero sí que he pedido que nos pongamos juntos a escuchar.

En la proximidad del milenario del monasterio, en 2025, tenemos que ponernos a escuchar la voz de Dios, a escucharnos unos a otros, a escucharos a vosotros, convencidos de que si escuchamos, oiremos alguna cosa. Con la celebración del Milenario de Montserrat, el próximo 2025, queremos precisamente eso, acercar Montserrat a la sociedad. Nos gustaría que todo el mundo se sintiera suya esta celebración. Somos muy conscientes de que los mil años de Montserrat son también mil años de una sociedad con la cual han avanzado conjuntamente a lo largo de la historia. El Milenario es, a la vez, la oportunidad de proyectar Montserrat hacia el futuro. No empezamos esta etapa desde cero. Aquí cerca reposan los abades que restauraron el monasterio durante el siglo XIX e hicieron el Montserrat moderno. Mis antecesores que están aquí, los PP. Abades Sebastià M. Bardolet y Josep M. Soler son la memoria viva de la guía de la comunidad en los últimos más de treinta años. Ya lo he hecho públicamente, pero no puedo dejar hoy especialmente de agradecer a Dios y a él, los veintiún años de abadiato del P. Abad Josep M. Tenerlo entre nosotros, me da una gran seguridad y un gran confort.

Todos ellos, encabezados por los mártires que hoy conmemoramos, con todos los monjes que nos han precedido desde el cielo o desde la tierra, velan por nosotros e interceden ante el Señor, para que nos haga hombres de oración, de acogida y testimonios de bondad y de paz. Una comunidad que en estos momentos difíciles, después de la pandemia, sea capaz de dar esperanza verdadera a todos y solidarizarse con los que más sufrirán los efectos.

Finalmente quisiera dedicar unos agradecimientos más personales a los que también están aquí. A mi madre que tengo el placer que me acompañe hoy, y a mi padre, que nos dejó hace justo un año, a causa del Covid, a quienes debo la vida, la fe y el primer amor en Montserrat y que es bien presente. A mis hermanos, cuñadas, tíos y todo el resto de la familia por todo el camino que hemos hecho juntos y el que aún haremos. A los amigos, fieles durante tantos años y de los que espero que continuaremos siendo sencillamente amigos. Al Hermano Pedro de la comunidad de Taizé, lugar esencial de mi vida. To father Jonathan and to father Paul from the Church of England for so many years of friendship, and for taking the trouble to come from England to a such long celebration being unable to understand a word of it. También agradezco que estéis aquí tantos colaboradores y trabajadores de Montserrat tan cercanos en los últimos diez años de mi vida, en mi tarea de administrador-mayordomo y todos los que formáis la amplia familia montserratina: los oblatos, los cofrades, los Antiguos Escolanes.

Gracias especialmente a vosotros escolanes porque nos habéis ayudado a orar con la música y porque nos hacéis pasar tantas horas hermosas con vuestro canto y nos demostráis vuestra capacidad de sacar adelante tantos proyectos extraordinarios aun siendo tan jóvenes. Me acuerdo de vuestras familias y de la Capella, con algunos de los cuales compartíamos hace «sólo» quince años, educación, conciertos y viajes…

Y a todos los que sé que habéis trabajado mucho para garantizar la organización y la seguridad de este acto. A todos gracias de corazón.

Y quiero terminar recordando dos personas importantes en mi vida y que hoy no están aquí debido a la salud: monseñor Antoni Vadell, buen amigo de hace 25 años y el P. Ramon Ribera Mariné, formador mío en el noviciado y el juniorado. Que puedan recuperarse pronto.

Y si me he dejado alguien, quiera perdonarme. No ha sido con mala intención.

Pongámonos, pues, en camino bajo la mirada de la Virgen, la Rosa de Abril que desde Montserrat ilumina la catalana tierra, el mundo entero y nos guía hacia el cielo.

Abadia de MontserratBendición del Abad Manel Gasch i Hurios – Palabras del P. Abad (13 de octubre de 2021)

Jubileo monástico del P. Ramon Ribera (1 juny 2020)

Homilía del P. Josep M Soler, Abad de Montserrat (1 junio 2020)

Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia.

Génesis 3:9-15 – Juan 19:25-34

Mujer, ahí tienes a tu hijo. Esta frase, hermanos y hermanas, es la base de la celebración de Santa María como Madre de la Iglesia. El Papa Francisco, desde hace tres años, estableció que el lunes después de Pentecostés se hiciera memoria de la maternidad espiritual de la Virgen sobre todos los discípulos de Jesús. Es una consecuencia de un hecho anterior. El Papa Pablo VI, al final de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, declaró María «Madre de la Iglesia», es decir, de todo el pueblo cristiano, fieles y pastores.

Recordemos brevemente este pasaje de la escena evangélica que hemos escuchado. Jesús, antes de morir, desde la cruz deja un testamento de amor a su madre y al discípulo amado. Pide a María que acoja en su solicitud maternal a este discípulo y a este discípulo le da María por madre y con ello le pide que tenga una actitud filial hacia ella. Pero la comprensión de la Iglesia ve un alcance más amplio en este testamento de Jesús. Se da cuenta de que este discípulo personifica a todos los discípulos de Jesús, los de la primera hora y todos los que lo serán a lo largo de los siglos. Este discípulo personifica, por tanto, la Iglesia, que es la comunidad que reúne a todos los discípulos de Jesús. Y, con una perspectiva más amplia, personifica a la humanidad entera. A todos nos ha sido dada María como Madre. Y ella nos recibe como hijos y acoge la misión de cuidar de todos los que Jesucristo ha engendrado en la cruz entregándoles el Espíritu Santo. María se convierte así, cerca del nuevo árbol del nuevo paraíso, que es la cruz (Gn 2, 17), en la nueva Eva, la madre de todos los que viven (cf. Gn 2, 20). Esta misión maternal, María la empezó a ejercer desde los primeros inicios de la comunidad cristiana, cuando ella junto con los apóstoles y otros discípulos de Jesús perseveraban en la oración en espera del don del Espíritu Santo. María ejerció esta nueva misión de la maternidad confiada por su Hijo, orando, haciendo comunidad, amando y sirviendo, testimoniando la vida de Jesús en medio de los que estaban reunidos en aquella casa de Jerusalén (Hch 1, 12-14). Adán dijo a Dios, según hemos escuchado en la primera lectura: La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí (Gn 3, 12). María, en cambio, la mujer puesta al lado de Jesús, y enemistada radicalmente con el poder del Mal, en su misión maternal nos guía hacia la vida nueva que brota del costado abierto de Jesús. Esta maternidad espiritual de María se hace presente cada día en esta casa de Montserrat, ella acoge y consola a todos quienes la invocan para llevarlos a Jesús.

El testamento de Jesús en la cruz, encarga una nueva misión a su Madre que abarca a todos los discípulos, a todo el pueblo cristiano. Y esta misión de María continúa después de su Asunción al cielo, desde donde sostiene el pueblo cristiano que peregrina en la tierra y a toda la humanidad con su oración de intercesión y con su solicitud llena de misericordia y portadora de esperanza. Es Virgen y Madre de la Iglesia.

Ahí tienes a tu madre. Pero el testamento de Jesús también encarga una nueva misión al discípulo amado. En un signo de confianza, le es dada María porque con amor filial la acoja, no sólo físicamente en su casa, sino también y sobre todo en lo más íntimo de sí mismo. Tal como he dicho antes, este discípulo representa a todos los discípulos de Jesucristo, a toda la Iglesia. En él, pues, Jesús nos da su madre como madre nuestra y nos llama a acogerla en lo más íntimo de nuestra vida interior. Y esto quiere decir imitarla en el modo de acoger la Palabra de Dios llena de apertura del corazón y de amor agradecido, significa poner toda nuestra existencia al servicio de la voluntad de Dios, dejar que Jesucristo crezca en el nuestro interior para identificarnos cada vez más con él, significa servir a los demás con amor, ver la historia con los ojos de la fe en el Dios que la lleva, testimoniar la esperanza de la plenitud futura. Y, para poder hacerlo a pesar de nuestra poca cosa, significa invocar María y confiar en su solicitud maternal.

Le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. A Jesús, después de haber cumplido todo lo que decía la Escritura y de haber entregado el Espíritu, la lanzada de un soldado le abrió el costado y en brotó sangre y agua.Más allá de la explicación natural que esto puede tener, la mirada contemplativa del evangelista ve una realidad más profunda. A partir de la enseñanza de Jesús, el agua evoca el don del Espíritu Santo (cf. Jn 7, 37-38) y la sangre, la vida eterna otorgada, también según la palabra de Jesús, a quienes la beben (Jn 6, 53-55). Espíritu y vida que son comunicados a los creyentes a través de los sacramentos, sobre todo a través del bautismo y la confirmación y de la Eucaristía, que son los que dan vida a la Iglesia. La muerte de Jesús no es el final de una existencia. Es el nacimiento de una vida nueva. Por ello podemos hacer un paralelo con el libro del Génesis; allí Eva, la esposa, sale del costado de Adán dormido (cf. Gn 2, 21-22). Aquí, la Iglesia, esposa de Jesucristo, el nuevo Adán, nace, gracias a los sacramentos, de su costado abierto mientras duerme en la cruz. Los nuevos discípulos estimados dados a María como hijos nacemos, pues, a la vida cristiana del costado abierto de Jesús.

La memoria de Santa María, Madre de la Iglesia, nos hace entender que la vida cristiana debe estar arraigada en el misterio de la cruz, unida a la oblación que Jesucristo hace de sí mismo al Padre y ayudada por la oración de Santa María, que se unió a la ofrenda de su Hijo; y, por ello, a la misión de ser la madre del Redentor, le fue confiada la de ser madre de los redimidos.

Hoy, lunes después de Pentecostés, se cumplen los cincuenta años de profesión de nuestro P. Ramon Ribera Mariné. Damos gracias junto con él por todos los dones que el Señor le ha hecho durante estos años de vida monástica y por todo el bien que ha hecho a través de él a favor de tantas personas, particularmente a través de la difusión de la Palabra de Dios y del anuncio de Jesús, el Mesías de Israel y Salvador de toda la humanidad. Ahora que renovará su compromiso monástico en el seno de nuestra comunidad, rogamos que cada día más se puedan hacer realidad en él aquellas palabras del salterio: Feliz […] el que ama de corazón la ley del Señor y la repasa de noche y de día (Sal 1, 2); el Señor será su pastor, el hará descansar en verdes praderas junto al agua, y, ni que pase por cañadas oscuras, no tendrá miedo de ningún daño, porque la bondad y el amor del Señor le acompañan y le prometen que vivirá por años en la casa del Señor (Sal 22, 1-4.6).

 

Abadia de MontserratJubileo monástico del P. Ramon Ribera (1 juny 2020)