Misa del dia de Navidad (25 de diciembre de 2022)

Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (25 de diciembre de 2022)

Isaías 52:7-10 / Hebreos 1:1-6 / Juan:1-18

 

Qué gozo de oír en las montañas…, con estas palabras empezaba la primera lectura de hoy. ¡Qué gozo! En el día de Navidad, dejémonos llevar por el gozo, por la alegría que impregna el ambiente. ¡Que no nos lo quiten! 

Compartimos todas las razones que nos llevan a celebrar la Navidad, hasta las de quienes quizás hoy sólo es un día de reencuentro familiar, de regalos. Porque es más importante alegrarnos juntos y pensar que Jesucristo ha nacido para todo el mundo, tanto para quienes creen en él y como para quienes no creen en él, porque de un extremo a otro de la tierra todo el mundo puede ver su salvación, ¡todo el mundo!

Sí que necesitamos tener bien presentes a quienes no pueden estar contentos porque pasan pruebas y dificultades. ¡Qué fácil es gritar y predicar la alegría cuando no tienes ningún problema muy grande! Qué obligación no tenemos de recordar a quienes estas Navidades sufren por la guerra, por el hambre, por la falta de vivienda, por la discriminación. Nuestra sociedad es solidaria y ayuda a través de tantas instituciones que a menudo quedan superadas por la necesidad. Es para llevar a cabo un pequeño signo de solidaridad a todas estas realidades que al final de la eucaristía, como ya hacemos siempre en Navidad, os ofreceremos colaborar, como hace también nuestra comunidad, con Caritas que lleva a todo el mundo y también en nuestra tierra esta muestra concreta del amor de la Iglesia.

Estamos contentos con todo el mundo, pero seamos conscientes de que los cristianos somos el motor de esta alegría y que alabamos a Dios en esta eucaristía porque celebramos el nacimiento de Jesucristo, en Belén de Judea hace más de dos mil años y nunca hemos dejado de estar con nuestro testimonio como el fondo de la Navidad. Los siglos han puesto muchas cosas: ¡algunas que cuentan la historia de Jesús como el Belén! Lo hacemos de muchas maneras: En la Escolanía vi que tenía uno con figuras de Clicks de playmóvil, ¡muy moderno! y que los de cuarto también tenían en su aula. También hemos añadido música y más música, que se ha compuesto con motivo de Navidad. También la conocéis bien: Britten, los villancicos de Civil, la música religiosa de los Maestros de Montserrat o de Victoria, y hemos añadido tantas otras cosas que nunca acabaríamos. La Navidad también nos ha internacionalizado, hemos adoptado otras costumbres tales como decorar casas y árboles, siempre para expresar la misma alegría. Digo todas estas cosas por hacernos conscientes de la fuerza, de la excepcionalidad, de la capacidad de inspirar que tiene el nacimiento de Jesús. Y que es así porque decimos que Este Niño es el Hijo de Dios y ha venido a la tierra a salvarnos, a cumplir aquellas promesas que encontrábamos en la primera lectura de hoy del profeta Isaías: Dios reina, Dios vuelve a Jerusalén y esto es una Palabra de buena noticia, de paz y de salvación. ¡Y es esa palabra que escuchamos con gozo cuando nos la dice un mensajero que avanza por las montañas!

El mundo, aunque le cueste reconocerlo a veces, tiene necesidad de Dios. En la primera lectura se nos decía que el Señor volvía a las ruinas de Jerusalén. No se preveía que volviera a un palacio o a una situación ideal. Jesús no nació en un sitio fácil, no lo era entonces ni tampoco lo es ahora. Tampoco nosotros tenemos un mundo fácil como os decía hace un momento. Cuanto más profundicemos en los problemas de la tierra más nos haremos conscientes de que necesitamos una salvación. Que Dios reina y que Dios vuelve a Jerusalén significa que Dios está ahí, que Dios está presente en el mundo y nos guía para que seamos unos buenos colaboradores suyos en esta salvación. Dando un paseo por la Escolanía, el viernes con el P. Prefecto, ¡por eso sé tantas cosas!, vi que habíais trabajado dos temas: la situación del planeta, haciendo por ejemplo unos posters sobre animales en vías de extinción y la realidad internacional de Europa. Esto es muy importante: tener los ojos abiertos para saber qué ocurre alrededor, para ser sensibles a todas las necesidades. La salvación no es algo muy complicado o muy abstracto. Es pensar que Dios creó un mundo sin estos problemas y que con Jesús y el Evangelio nos ha vuelto a decir que este mundo puede ser tan bonito como en un principio.

Os decía que Jesús de Nazaret, a quien reconocemos como a Dios mismo nacido en la tierra como hombre, nació de una manera muy sencilla. Un escritor francés decía con sentido del humor: ¡Nació el Hijo de Dios y los periodistas de ese momento no se enteraron! Durante este tiempo de Navidad cantaremos un himno a Laudes que tiene una estrofa que dice de Jesucristo:

Yace en la paja,

No rechazó un pesebre,

es alimentado con un poco de leche,

aquél, por el que ni los pájaros pasan hambre

Feno iacere pertulit, 

praesepe non abhorruit, 

parvoque lacte pastus est

per quem nec ales esurit

Jesús nació en el mundo. En la realidad. Cada día más, vivimos en un mundo que inventa lugares imaginarios tan potentes, tan sofisticados, que a veces pueden llegar a confundirnos no distinguiendo nuestro mundo de verdad y el mundo imaginario. Que el centro del cristianismo sea un Dios hecho hombre en nuestra historia, en una fecha y en un lugar concreto de la tierra, debería llevarnos a amar mucho nuestra realidad, nuestro entorno. Me ha impresionado la frase final de una película americana, del año 2018, hecha por un reconocidísimo director judío, llamado Ready Player One, y que un conocido me recomendó para entender que era la realidad virtual y el metaverso. En esta película que algunos conoceréis, casi todo ocurre dentro de un videojuego, pero al final, el inventor del videojuego, una especie de dios que ha creado todo un universo ficticio, y que llama Oasis, le dice al protagonista, que ha logrado ganar el juego; sólo la realidad es real. Y no es en el videojuego, sino fuera donde los hombres y las mujeres aman de verdad, se hacen daño, viven bien o no tan bien. Desde un punto de vista que no tiene nada de cristiano, el mensaje de la película coincide con lo que querría transmitir: necesitamos controlar todo aquello que en lugar de hablarnos del mundo sólo nos ajena y nos entretiene. La vida de Jesús y la de los cristianos no es un videojuego, ni ninguna película. Es algo bastante más serio.

San Agustín, uno de los santos que mejor ha explicado el misterio de Navidad, y que no podía imaginarse nuestro mundo, expresó esta realidad de la vida de Jesús cuando en un sermón se dirigió a San Pedro, y a nosotros diciendo:

Descendit vita, ut occideretur; descendit panis, ut esuriret; descendit via, ut in itinere lassaretur; descendit fons, ut sitiret; et tu recusas laborare? Noli tua quaerere. Habe caritatem, praedica veritatem; tunc pervenies ad aeternitatem, ubi invenies securitatem (Sermo 78, 6 = PL 38, 492 ss.)

Bajó la vida, para que la mataran; bajó el pan, para pasar hambre, bajó el camino, para cansarse cuando caminaba; bajó la fuente, para pasar siete; y tú: ¿rechazarás trabajar? No busques tus intereses. Ama. Predica la verdad, así llegarás a la eternidad, donde encontrarás la seguridad.

Jesús de Nazaret, nacido en un pesebre, la vida, el pan, el camino y la fuente, es precisamente lo contrario a toda enajenación: en él sólo está la verdad de la humanidad, la verdad de la historia y la verdad de Dios.

Por eso celebramos su nacimiento y lo continuaremos imitando en la eucaristía y en la vida.

 

Abadia de MontserratMisa del dia de Navidad (25 de diciembre de 2022)

Misa del dia de Navidad (25 de diciembre de 2021)

Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abad de Montserrat (25 de diciembre de 2021)

Isaías 52:7-10 / Hebreos 1:1-6 / Juan:1-18

 

“A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Lo acabamos de escuchar. Era la última frase de este fragmento inicial del evangelio de San Juan. Permitidme un apunte referente a la traducción. El verbo final utilizado en catalán, revelar traduce un verbo original griego exegésato que en la versión latina tradujeron por enarravit. Los dos verbos significan explicar detalladamente, narrar…, esta traducción, algo distinta a la litúrgica, nos permitiría decir que la última frase que he citado nos proclama sencillamente que Jesucristo nos ha explicado con detalle quién es Dios: ipse enarravit.

Lo primero que nos explica Jesucristo de Dios es su voluntad de servirse de la humanidad. Demasiado resplandeciente para ser visto, Dios quiso hacerse hombre en Jesucristo para que no tuviéramos más confusiones, ni errores sobre quién era él: un Dios capaz de amar más allá de las categorías humanas, más allá de la reciprocidad, más allá de todo. En toda la tradición del Antiguo Testamento, Dios apuntaba ya a la humanidad como un instrumento de su salvación, pero finalmente como nos decía la lectura de la Carta a los Hebreos, después de haber hablado de muchas maneras, ha hablado definitivamente en Jesucristo. Admira, hace pensar que la humildad de lo que contemplamos en cada pesebre, un paisaje, unas personas, un niño recién nacido, es exactamente lo que San Juan nos explica en el inicio de su Evangelio, El que es la Palabra se ha hecho hombre y ha habitado entre nosotros. Hombre en el sentido de humano, sin distinción alguna de género. Humano y suficiente. Sin adjetivos. No humano europeo, o humano rico o pobre, ni siquiera humano cristiano, sino humano. ¡Qué exigencia de fraternidad universal no debería provocarnos un Dios hecho hombre de este modo radicalmente transversal!

Jesucristo nos explicará a Dios a partir de aquí por su vida humana. No celebramos el nacimiento de las personas ni sus cumpleaños por su nacimiento sino por todas sus vidas. También Jesús, más allá del significado inevitable de la Encarnación, contenido desde el primer momento de su concepción, en su nacimiento proyecta de algún modo todo lo que vendrá después. Porque a pesar de cumplir la promesa mesiánica del Antiguo Testamento y proclamarlo Rey, Príncipe de la paz, mensajero del designio de Dios y tantas otras categorías con las que la liturgia de Navidad nos invita a alabarle, es el hijo de María y José, será conocido como Jesús de Nazaret y nos dejará por encima de todo un evangelio, fuente para conocerlo y ley para seguirle como cristianos. En este evangelio, leeremos que su mesianismo es amar. Estimar especialmente lo que más necesita ser amado: los pobres, los enfermos, las viudas, los leprosos. Nos explicará a un Dios que ha querido salir al mundo a buscar estas situaciones, que nos manda que no nos desentendamos de las situaciones de pobreza.

Siempre me ha sorprendido la validez del lenguaje del Evangelio, después de casi dos mil años de su redacción. Cuántos pobres, cuántos enfermos, cuántas personas solas a imagen de las viudas del Antiguo Testamento, no tenemos hoy en nuestras sociedades. ¿Cuántos desequilibrios territoriales en el mundo. Jesucristo ha venido a explicarnos que Dios quiere otra cosa. Quiere su Reino: si no lo tuviéramos claro en todo el Antiguo Testamento, que también lo decía, ahora no podemos dudar de ello. Su nacimiento casi como un sin techo nos exige ser solidarios con estas realidades que ha querido habitar. Nos estremece escuchar y leer algunos casos de familias sin techo, a quienes vemos caer a veces en manos de mafias que negocian incluso con habitáculos infrahumanos, aprovechándose de la miseria y de la desesperación. Con el propósito de colaborar y tener presente el drama de tantas personas sin techo, os proponemos colaborar con Caritas, que nos advierte de las graves consecuencias sociales de la Covid y que presta especial atención a los problemas de vivienda.

Pero a pesar de su enseñanza, a pesar de su intervención directa en el mundo con hechos y palabras, Jesucristo también nos ha explicado que ni siquiera Él, mientras estuvo en la tierra, consiguió la conversión de la humanidad a los ideales de Dios y del Reino. Es más: acabó víctima de la misma dolencia humana, y sólo en el ámbito pascual de su resurrección, su mensaje empezó a impregnar el mundo y lo sigue haciendo hasta la fecha. La Navidad que hoy celebramos también avanza la Pascua: la divinidad entra en la humanidad, para que un día la humanidad pueda entrar en la divinidad, como su destino y su desempeño final. No nos desesperemos pues, si nos cuesta ver avanzar a este Reino. Lo único que podemos hacer es seguir luchando por hacerlo real.

Jesucristo nos explica de Dios su generosidad y gratuidad como también dice el evangelio de hoy: y a nosotros nos ha hecho el don de poder acogerla. Pero fijaos: poder acogerla. Ninguna obligación, ninguna exigencia. Dios admite de nuevo los límites humanos y nos deja la libertad de seguirle. ¿Podría ser de otro modo si hablamos de un Dios manifestado en un niño, en humildad y debilidad? Gracia y libertad son también los dones de Navidad. Gracia porque todo es gratis: Porque sí: porque podemos decirnos cómo decía San Agustín hablando de la Encarnación, en el final de uno de sus sermones de Navidad: Pregunta qué mérito, pregunta qué causa, pregunta qué justicia, y verás que sólo encuentras gracia: gratuito. Quaere meritum, quaere causam, quaere iustitiam; et vide utrum invenias nisi gratiam.

Y por si aún no lo hubiéramos entendido del todo, finalmente Jesucristo nos ha explicado un Dios que ha ido hasta el extremo del amor, que no sólo ha querido hacerse hombre sino que ha querido todavía abajarse más, hasta la misma materia de cada día y quedarse con nosotros en el pan y el vino de la eucaristía, en su cuerpo y su sangre: gratuitos, ofrecidos a todos, signo de un Reino que empezó ciertamente en un Pesebre de Belén, en la primera Navidad, y que continuaremos celebrando hasta su regreso glorioso.

Es él quien nos lo explicó. Ipse enarravit. Creo que Dios en Jesucristo y su Evangelio nos lo ha dejado bastante claro.

 

Abadia de MontserratMisa del dia de Navidad (25 de diciembre de 2021)

Misa del día de Nadal (25 de diciembre de 2020)

Homilía del P. Josep M Soler, Abad de Montserrat (25 de diciembre 2020)

Isaías 52:7-10 / Hebreos 1:1-6 / Juan 1:1-18

 

Y la Palabra se hizo hombre. Este es, hermanos y hermanas, el anuncio que nos hace el Evangelio de esta mañana radiante, ayudándonos a penetrar más y más el sentido del nacimiento del hijo de María que hemos contemplado esta noche.

Y la Palabra se hizo hombre. Plantó entre nosotros su tienda, para ser uno de nosotros. Por eso es en la Navidad que toman toda su fuerza las palabras de Isaías que escuchábamos en la primera lectura: qué hermosos son […] los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae el Evangelio.

Es el anuncio definitivo; es la Palabra por excelencia que Dios nos comunica. En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, decía la segunda lectura.

La Palabra todopoderosa y eterna, creadora, que estaba junto al Padre y por la que todo ha venido a la existencia, ahora nos ha sido enviada, hecha hombre para comunicarnos la Vida que hay en ella. Sí: ¡Qué hermoso es sentir la presencia de aquel que es la Palabra y trae la buena nueva, el Evangelio!

El mensajero anunciado por el profeta, el hijo de María, nos es presentado hoy en el evangelio como aquel que es la Palabra eterna. Fijémonos qué implica esta afirmación del evangelio: Palabra significa comunicación personal, revelación de la intimidad, hacer transparente el pensamiento y el corazón, invitación al diálogo. El Dios inalcanzable debido a su grandeza, por tanto, en Jesucristo nos revela su intimidad, nos hace transparente su pensamiento y su corazón, desde el momento que Jesús es la expresión más auténtica de la gloria de Dios y la impronta de su ser, según nos decía, también, la segunda lectura. Todo porque Dios quiere darse a conocer como horno de luz y de amor para establecer un diálogo con la humanidad, con cada persona concreta. Si Dios, en Jesucristo, se da del todo en el diálogo personal, nosotros no podemos rechazar escucharlo, hablarle de corazón a corazón, darle una respuesta generosa viendo su generosidad. El que tiene la gloria de Hijo único del Padre se ha hecho compañero nuestro de ruta; ha asumido nuestra pobreza radical para llevarnos a la comunión con Dios, para que podamos establecer con él un diálogo cordial, de amigo a amigo.

El niño del pesebre habla de una manera elocuente, pues, también con su silencio, al igual que lo hará en la cruz. En el silencio es también la Palabra la que nos habla de humildad, de compartir nuestra experiencia humana, con la debilidad y el llanto que le es inherente. Por eso es muy instructivo leer el prólogo del evangelio de san Juan, que nos acaba de ser proclamado, pensando en la escena tan humana y tan pobre del nacimiento de Belén tal como nos era narrada por san Lucas en el evangelio de la noche.

Y ya antes de hacerse hombre, el Verbo y la Luz del mundo había establecido una relación profunda con la humanidad. El evangelista nos ha dicho que por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él, pues, hemos sido creados; él es el secreto de nuestra vida y de nuestro destino, él nos mantiene en la existencia, él nos proyecta hacia nuestro futuro. En él nos encontramos a nosotros mismos en plenitud, él es la raíz y la explicación última de quien somos. No sólo de nosotros, los cristianos. Sino de toda persona creada. Esta realidad está en sintonía con el hecho de que él es la luz verdadera, la que […] ilumina a todos los hombres. Lo cual nos abre unas perspectivas nuevas en nuestro diálogo con las religiones y con los que no creen, pero se quieren fieles a su conciencia. También ellos participan, de alguna manera, de la Luz que desde los orígenes del mundo ha iluminado e ilumina el corazón humano. «Antes de encarnarse en Jesús, el que es la Palabra se ofrecía ya a la humanidad como luz, como sentido de la vida; se le ofrecía indicando cómo cada persona es llamada a amar, a darse, a superarse a sí misma, a despegar hacia el misterio de Dios «(cf. Carlo M. Martini, Il caso serio della fede, pp. 42.44).

Esto explica, por otra parte, porqué el cristiano no puede permanecer indiferente ante ningún ser humano ni ante ninguna situación de injusticia o de sufrimiento. Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance a favor de nuestros hermanos de humanidad. Se ha visto en la forma en que la Iglesia, en sus miembros, se ha hecho presente para ayudar, para consolar y curar en la pandemia que nos afecta; en la forma en que la Iglesia, en sus miembros, contribuye a paliar las nuevas situaciones de pobreza que se han creado y que cada día van creciendo. Cada uno debe ver cómo puede ayudar a los demás de cerca o de lejos.

¡Qué alegría tener entre nosotros al que es la Palabra! ¡Qué alegría conocerlo por la fe tal como él se nos manifiesta «hoy» que ha plantado entre nosotros su tienda! La liturgia, en sus textos, subraya fuertemente esta expresión: «hoy». Porque la celebración de la Navidad, como la de Pascua, no es un simple recuerdo, sino una irrupción de Dios en nuestra historia, en nuestro «hoy». Hoy se nos renueva la comunicación del don concedido a la humanidad en el nacimiento de Jesús. Hoy es, pues, día de memorial; día de recuerdo y de don de la gracia. Una gracia que se concreta en nuestra adopción como hijos de Dios y en la llamada a toda la humanidad para que participe. Cuando el tiempo llegó a su plenitud, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, […] para que recibiéramos la condición de hijos (cf. Ga 4, 4-5; Jn 1, 12), enseña San Pablo en unísono con el evangelio de san Juan.

La Navidad nos sumerge más y más en nuestra filiación divina, en nuestra incorporación a Jesucristo. Y, por tanto, nos adentra en la comunión con el Padre por obra del Espíritu. La intimidad con el que es la Palabra nos hace crecer, nos va transformando íntimamente. Acojamos, hoy, este Don, entremos en diálogo de fe, de revelación y de amor con el que es la Palabra hecha hombre. Y estallemos en cantos y en gritos de alegría, en adoración y en acción de gracias ahora que él se hará presente en los Santos Dones eucarísticos.

 

Abadia de MontserratMisa del día de Nadal (25 de diciembre de 2020)