Isaías se da cuenta de su pequeñez ante la majestad de Dios: se siente impuro: «Yo, hombre de labios impuros». Pero la acción de Dios, hecha a través de uno de los serafines que le tocó los labios, le hace saber que ya «ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado». Una vez puro, es capaz de ofrecerse a Dios diciendo: «Aquí estoy, mándame». ¿Tienes miedo de que Dios te pida servirle?
Señor, purifica mi voluntad.
Última actualització: 24 julio 2019