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6 de julio de 2019 Sábado XIII Gén 27, 1-5.15-29

Estas días, a veces con historias que sorprenden nuestra sensibilidad por su desenlace, nos va mostrando cómo el camino de la historia va evolucionando de tal manera que lo que en un momento determinado parecía lógico, cambia, por decirlo así, su rutina; pero lo importante es que los acontecimientos van transformando la historia. El creyente ve en estos cambios la mano de Dios. Hoy la historia de Esaú y Jacob que eran gemelos, nos habla de un cambio cultural, de un cambio en la manera de vivir. Esaú, que es el heredero, pierde los derechos de primogenitura por la astucia de su hermano; nos cuenta cómo Jacob, mientras Esaú estaba de caza, él, con la ayuda de su madre Rebeca, suplanta la personalidad de su hermano, y recibe la bendición de su padre que lo hace heredero de lo que entendemos todos que será el pueblo de Israel. Jacob cambiará de nombre para llamarse Israel. Independientemente de la moralidad de esta historia, hay que subrayar que quiere explicar un cambio cultural. Esaú representa al cazador, Jacob representa al pastor, y por tanto un progreso, pues el pastor ya tiene un cierto dominio sobre los animales, digamos sobre algunos animales, y por tanto un cambio en la manera de entender la vida. ¿Ante los cambios que se van produciendo en nuestra sociedad, ¿cuál es la actitud que tengo? ¿Cuáles son los criterios que utilizo para aceptar o rechazar lo que aparece en mi entorno?
Señor, haz que en mi vida sepa, en los cambios que se irán produciendo, encontrar la raíz de la fe y que nunca la arranque de mi corazón.

Última actualització: 24 julio 2019