Pablo nos habla de su experiencia que bien puede ser nuestra: «no hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo… ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor!»
Señor aquí tienes mis manos, mis obras: que siempre sean limpias y en ellas no haya maldad.