La población de Judá estaba sometida al emperador Asurbanipal cuando éste muere y sube al poder un personaje incapaz de gobernar: Nabopdasar; el imperio se derrumba y esto dará pie a la liberación de Judá. De ahí el sentido entusiasta del comienzo de la lectura de hoy: «He aquí sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz.» Hoy no vivimos sometidos a un imperio que nos impida ser nosotros mismos, pero quizás estamos sometidos a unas fuerzas que, con más sutileza, nos tiene muy cogidos: el dinero, por ejemplo; la economía pesa en las decisiones y la manera de ser de mucha gente. ¿Es necesario que nos liberen? Pero ¿queremos y podemos liberarnos?
Señor, líbrame incluso de lo que no soy consciente.