Hoy la carta a los Hebreos comienza comparando el sacerdocio judaico con el cristiano. El texto nos hace ver, entre otras cosas, la llamada de Dios a este servicio. Lo dice así: «Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios». En el caso de Cristo remarca: «Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo».
Señor, que los que has llamado al sacerdocio hagan como Cristo de no atribuirse la gloria de serlo, sino que como Él sean instrumentos de salvación.