12 de enero de 2020
Is 42, 1-4. 6-7 / Hch 10, 34-38 / Mt 3, 13-17
Al finalizar las fiestas navideñas en las que hemos celebrado el nacimiento del Niño Jesús y la adoración de los Reyes Magos, hoy la iglesia nos propone la fiesta del Bautismo del Señor, inicio de su misión como predicador de la buena Nueva de salvación para toda la humanidad.
Como hacían muchos del pueblo sencillo de Israel, Jesús también se presenta a Juan Bautista para ser bautizado con su bautismo de purificación para preparar los caminos para la venida inminente del Salvador, el Mesías tan esperado por todo el pueblo de Israel.
Según el fragmento evangélico de hoy, Juan se niega a bautizar a Jesús, diciéndole que es él quien necesita ser bautizado por Jesús, pero Jesús le responde que conviene que se cumpla de esta manera todo lo que es bueno hacer.
Al salir de las aguas del Jordán, Jesús percibe sobre sí mismo la venida del Espíritu de Dios y la voz divina que lo declara su Hijo amado en quien se ha complacido y que le encomienda la misión de ser el Mesías que el pueblo tanto espera.
Así comienza la vida pública de Jesús. Primero pasando un tiempo retirado en el desierto para preparar su misión y luego saliendo por los caminos de Galilea para anunciar a todos, con su vida y su ejemplo, la Buena Nueva de salvación diciendo a todos que el Reino de Dios ya está presente en medio del pueblo, y es por eso que habrá que seguir sus consejos y llevar una vida de conversión basada en la fe, la esperanza y el amor.
Jesucristo no ha venido para fundar una nueva religión como la de los hebreos o la de otros pueblos de su tiempo. Ha venido a predicar un cambio de vida que será también el cambio de una nueva sociedad basada en el amor y la libertad. Ya no podrá haber esclavos ni amos, señores y siervos, pobres y ricos; todos somos considerados hijos de un mismo padre, el Padre del Cielo que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y se salve.
Jesucristo debe ser para todos y cada uno de nosotros el ejemplo que debemos seguir. Ya no podemos ser seguidores únicamente de una religión con sus liturgias y preceptos, sino procurar ser otros Cristo en medio del mundo en que vivimos y predicar con la propia vida el amor de donación tal como Él nos ha enseñado. Deberíamos procurar liberar a las personas que nos rodean de todo lo que los mata la esperanza y despertar en ella de nuevo el auténtico amor y la confianza en Dios.
Para todos los que nos decimos cristianos, la fiesta del bautismo de Jesús nos debe animar a una conversión profunda en nuestro vivir de cada día. Tratar de dejar de lado nuestros egoísmos, nuestras envidias, nuestras esclavitudes y tantos otros defectos que nos privan de vivir con un espíritu amplio, llenos de la alegría de saberse amados por Dios. Debemos poder hacer felices a todos aquellos que están a nuestro alrededor y que esperan un gesto nuestro de comprensión y de acogida, como hacía Jesús con todos aquellos que con fe se dirigían a Él para recibir su bendición y su curación.
No olvidemos nunca que por medio del bautismo hemos recibido la filiación divina, y que somos fruto de un amor infinito y que en este nuestro mundo, en el que nos ha tocado vivir, tan lleno de miserias, de envidias, de venganzas, de egoísmos y de odios, nosotros tenemos que aportar un brote de esperanza de una vida mejor basada en el auténtico amor y la libertad responsable.
Que la fiesta del Bautismo de Jesús, que celebramos hoy, nos haga más conscientes de la misión que hemos recibido y que nos dé la fuerza para llevarla a cabo. Que así sea.
Última actualització: 3 febrero 2020