Hoy, día 25 de diciembre, es el día más destacado de las fiestas navideñas. Celebramos la festividad de la Navidad de nuestro Señor Jesucristo, en Belén de Judá. La Iglesia también celebra en esta jornada: la Madre de Dios de Belén o del Pesebre; y santa Anastasia, mártir.
Navidad, nacimiento de nuestro Señor Jesucristo
Tras muchos siglos desde que Dios creó el mundo y hizo al hombre a su imagen, y muchos siglos después de que cesó el diluvio y el Altísimo hizo resplandecer el arco iris, señal de alianza y de paz; diecinueve siglos después de Abraham, trece siglos después de Moisés, diez siglos después de David, Jesucristo, Dios eterno y Hijo del eterno Padre, queriendo santificar el mundo con su venida, habiendo sido concebido por obra del Espíritu Santo, tras nueve meses de su concepción, nace en Belén de Judea de la Virgen María, hecho hombre, para llevar a la tierra paz a los hombres de buena voluntad y dar gloria a Dios en el cielo.
Hoy celebramos el misterio de la Encarnación de Jesucristo, que nació de Santa María en Belén. Celebramos que el Hijo de Dios se hace hombre, sin dejar de ser Dios. Celebramos que Dios entra en la historia humana compartiendo nuestra condición, haciéndose hombre en la persona de Jesús para nuestra Salvación y Redención.
Santa Anastasia, mártir
Esta mártir, originaria de Sirmio (Pannonia, actual Serbia), goza de la distinción única en la liturgia romana de tener una conmemoración especial en la segunda misa del día de Navidad.
Según la tradición hagiográfica, era de familia noble romana con madre cristiana. Al enviudar, decidió dedicarse al servicio de los cristianos perseguidos, visitando prisiones para asistir a los cautivos y curar a los enfermos, llevándoles ayuda y consuelo. Es conocida con el nombre de “pharmakolytria”, la salvadora de las pociones, porque ayudaba y sanaba gracias a sus preparados. Murió mártir defendiendo la fe, probablemente a principios del siglo IV, durante las últimas persecuciones del Imperio romano.
Narraciones legendarias cuentan que, después de ayudar a presos y enfermos, fue detenida y torturada, manteniéndose firme en la fe. Fue condenada a morir con otros cristianos dentro de un barco al que agujerearon para hundirlo, pero milagrosamente no se hundió porque “un ángel” condujo la nave hasta la costa, salvando a todos los que estaban a bordo, convirtiéndose 120 de los condenados al cristianismo. Una vez en tierra, santa Anastasia y muchos de sus compañeros fueron capturados y ejecutados.

