Hoy, día 27 de octubre, celebramos la festividad de: san Evaristo, papa y mártir; san Frumencio, obispo; y de los santos Vicente, Sabina y Cristeta, compañeros mártires.
San Evaristo, papa y mártir
La tradición hagiográfica explica que nació a mediados del siglo I en Belén, en el seno de una familia judía asentada en tierras griegas de Antioquía, y estudió en los liceos helénicos. No se conoce la fecha de su conversión al cristianismo, pero se le encuentra en Roma como un presbítero muy estimado por los fieles. Buen conocedor de las Sagradas Escrituras, era docto en predicación y humilde en el servicio. Se convirtió en el cuarto o quinto sucesor de san Pedro alrededor del año 97. Durante su pontificado, que duró unos nueve años, atendió cuidadosamente las necesidades de la Iglesia, defendió la verdadera fe frente a los errores de los gnósticos y estableció normas de comportamiento para los obispos y diáconos. Según algunas tradiciones, murió mártir en Roma a comienzos del siglo II.
San Frumencio, obispo
Es venerado como evangelizador y apóstol de Etiopía. Según las narraciones de Rufo de Aquilea, nació en el siglo IV en Tiro, Fenicia. Cuando era niño, regresando de un viaje a la India, el barco en que viajaba llegó a Etiopía, donde todos los tripulantes fueron asesinados salvo él y su hermano Edesio por ser muy jóvenes, y fueron llevados como esclavos a la corte del rey de Etiopía en Axum. Allí, gracias a un gran milagro, ganaron el favor del rey y trabajaron para introducir el cristianismo en el reino.
A la muerte del rey fueron liberados, pero permanecieron como tutores del joven heredero del reino hasta que alcanzó la mayoría de edad. Frumencio, de regreso a su país, pasó por Alejandría, donde san Atanasio lo ordenó obispo y le pidió volver a Etiopía para consolidar la fe. Allí, junto con un grupo de misioneros, se dedicó a la evangelización del país, bautizando al rey y al pueblo convertido en masa. Traducido la Biblia al idioma local y enriqueció la liturgia cristiana alejandrina con danzas, bellas canciones y antiguos ritos populares. Los etíopes lo llamaron “Abuna Salama Kesetie Berham”, es decir, un padre pacífico revelador de la luz. Murió alrededor del año 383.
Santos Vicente, Sabina y Cristeta, compañeros mártires
Fueron tres jóvenes de Talavera de la Reina que hacia el año 304, durante la persecución de Diocleciano, fueron identificados como cristianos y huyeron de la persecución, siendo detenidos en Ávila. Allí fueron azotados, desmembrados en un potro en forma de aspa y finalmente golpeados con piedras hasta la muerte. Sobre lo que fue su sepulcro, se levantó en Ávila la magnífica basílica románica de San Vicente.

