Hoy, día 31 de julio, celebramos la festividad de san Ignacio de Loyola, presbítero.
San Ignacio de Loyola, presbítero
Nació en Loyola, Guipúzcoa, en 1491, en el seno de una familia noble. Sirvió en la corte de Fernando II y luego al duque de Nájera, virrey de Navarra. Fue herido durante el asedio de Pamplona por los franceses, y durante su convalecencia leyó libros espirituales que lo llevaron a peregrinar a Tierra Santa y a llevar una vida penitente.
El peregrino pasó tres días en Montserrat, donde fue acogido por el P. Joan Chanon, quien instruyó a este caballero poniéndolo en contacto con la espiritualidad metódica de la devotio moderna y lo ayudó a hacer una confesión general por escrito durante tres días. Allí veló las armas durante la noche del 24 al 25 de marzo de 1522, se vistió con un saco, y luego permaneció en Manresa hasta 1524, donde practicó y comenzó a escribir los Ejercicios Espirituales, síntesis de sus experiencias y de las corrientes espirituales de la época. Después de estudiar en distintos lugares, en París se consagró a Dios junto con otros seis compañeros en 1534, cambió su nombre de Íñigo por Ignacio y, más tarde, en Roma, se pusieron a disposición del papa. Así nace la Compañía de Jesús, los jesuitas, congregación pensada fundamentalmente en función del servicio apostólico y que supondrá un cambio decisivo en la manera de entender la vida religiosa.
Lo que más caracteriza el magisterio espiritual de san Ignacio es el entrenamiento que ofrece para buscar y hallar a Dios en medio de la vida, y no solo en situaciones determinadas: un encuentro con Dios que es invitación constante a colaborar con Él en la obra de su Reino y fuente de una vivencia cristiana unificadora y cálida. Descansó en el Señor el 31 de julio de 1556, y fue canonizado en 1622.