Hoy, día 20 de junio, celebramos la festividad de san Silverio, papa y mártir; de santa Florentina, abadesa; y de la beata Margarita Ball, mártir.
San Silverio, papa y mártir
Nació cerca de Roma hacia el año 480. Descrito por las crónicas como un hombre bueno y humilde, llegó a la Sede de san Pedro en un momento turbulento de la historia. A pesar de sus esfuerzos pacificadores, terminó siendo víctima de la violencia política. Defendió la doctrina de la Iglesia y trabajó por la paz. Solo duró un año y medio como papa, ya que, a instancias de la emperatriz Teodora, fue exiliado primero a Patara y posteriormente a la isla de Ponza (sur de Italia), por haberse negado a restituir al patriarca hereje de Constantinopla, depuesto por su predecesor. Murió en Ponza debido a los malos tratos sufridos y a la inanición en el año 537, y pronto fue venerado como mártir.
Santa Florentina, abadesa
Hermana de los santos Leandro, Fulgencio e Isidoro de Sevilla, nació en Cartagena a mediados del siglo VI y tuvo que exiliarse con su familia a Sevilla, tal vez a causa de la ocupación bizantina de la zona. Mujer culta, según testifican sus hermanos en sus obras, y dedicada a las cosas de Dios, fue abadesa de un monasterio en Écija, Sevilla, para el cual su hermano Leandro escribió una regla. Posteriormente fundó una cuarentena de monasterios femeninos. Murió hacia el año 633. Con la ocupación musulmana, sus restos fueron llevados a las montañas de Guadalupe, en Extremadura; de ahí proviene la veneración que recibe en la diócesis de Plasencia. También es patrona de la diócesis de Cartagena.
Beata Margarita Ball, mártir
Nacida en 1515 en el seno de una familia aristocrática irlandesa, fue casada a los quince años con Bartolomé Ball, quien llegaría a ser Lord Mayor de Dublín, y con quien tuvo, según algunas fuentes, hasta 20 hijos, de los cuales solo cinco llegaron a la edad adulta. Cuando quedó viuda, abrió una escuela en su casa para niños católicos, recibiendo alumnos de toda la isla. Eran tiempos de persecución y también acogía a sacerdotes católicos. Uno de sus hijos, que quería seguir una carrera política, la denunció, y al negarse a prestar juramento renegando de la fe católica, permaneció tres años encarcelada en el castillo de Dublín, donde murió en 1584. Fue beatificada en 1992 junto con otros 16 mártires irlandeses.