Hoy, 10 de abril, celebramos la festividad de: el profeta Ezequiel; santa Magdalena de Canossa, virgen; y el beato Antonio Neyrot, presbítero y mártir.
San Ezequiel, profeta del Antiguo Testamento
Era hijo de un sacerdote de Jerusalén, que en el siglo IV a.C., fue deportado al exilio de Babilonia, donde ejerció gran parte de su tarea profética. Como sacerdote, mostró un gran celo por el Templo y la Ley; como profeta, anunció la infusión de un espíritu nuevo.
En una primera etapa, amenaza fuertemente al pueblo por sus infidelidades. Pero luego, cuando llegan las noticias de la destrucción definitiva de Jerusalén, a manos de Nabucodonosor en el año 587, pasa a convertirse en el profeta de la reconstrucción, hablando de la fidelidad de Dios hacia su pueblo y del futuro renovado que Dios creará.
Santa Magdalena de Canossa, virgen
Hija de los marqueses de Canossa, nació en 1774 en el palacio familiar de Verona. A los cinco años quedó huérfana de padre y, dos años después, su madre volvió a casarse y confió la formación de sus cinco hijos a una institutriz particularmente severa. A los quince años sufrió una especie de viruela que le dejó como secuela un asma crónica y una dolorosa contracción de los brazos.
Después de varias experiencias fallidas en el Carmelo, decidió dedicarse a la caridad en el mundo: dedicó su casa y sus bienes a ayudar a los necesitados, a los niños abandonados y a los jóvenes delincuentes. También hospedó a Napoleón, quien al conocer su fervor le dio el exconvento de las Agustinas. Allí fundó el germen de lo que se convertiría en un instituto doble, el de las Hijas y el de los Hijos de la Caridad Canossianos, dedicado a fomentar la instrucción cristiana de los jóvenes: “¡Hagan conocer sobre todo a Jesucristo!”. Su determinación era famosa, por lo que fue conocida como la “Napoleón con falda”. Sintiendo que moría, pidió a sus hermanas que la sostuvieran de pie: falleció rezando tres avemarías el Viernes de Pasión de un 10 de abril de 1833. Fue canonizada en 1988.
Beato Antonio Neyrot, presbítero y mártir
A mediados del siglo XVI, siendo religioso de la Orden de los Predicadores, fue capturado y conducido a África donde fue torturado y renunció a la fe para conseguir la libertad y casarse. Estando aún en Túnez, con la ayuda de la gracia divina, se confesó y comenzó a hacer penitencia. Retomó públicamente el hábito dominico, fue encarcelado y torturado hasta que el Jueves Santo de 1460, estando frente al verdugo, la multitud impaciente lo apedreó y le dio puñaladas. Fue beatificado en 1767.