Hoy, 16 de marzo, celebramos la festividad de los obispos san Heriberto de Colonia y san Agapito de Rávena.
San Heriberto de Colonia, obispo
Nacido a finales del siglo X en Worms (Renania-Palatinado) en el seno de una familia noble. Tras ser educado en la escuela catedralicia de la ciudad y en la abadía benedictina de Gorza, fue llamado primero por el obispo de Worms, quien lo ordenó sacerdote y le confió diversas tareas, y también por el emperador germánico Otón III, quien lo nombró Canciller para la zona de Italia y más tarde para Alemania. En el año 999 fue elegido obispo de Colonia y desde ese cargo continuó actuando en la vida política al mismo tiempo que se preocupaba por la asistencia a los pobres, la predicación y la consolidación de monasterios. En el año 1002 asistió al emperador en su lecho de muerte.
No se entendió con el sucesor de Otón, san Enrique II, porque se había opuesto inicialmente a su candidatura. A pesar de servir fielmente al rey, no ganó su confianza hasta poco antes de morir, momento en el que se reconciliaron afectuosamente. Murió el 16 de marzo de 1021 en la abadía de Deutz, que él mismo había fundado.
Su culto fue autorizado hacia el año 1075 y fue canonizado oficialmente en 1626. Se dice que durante una gran sequía que afectó a Colonia, encabezó una procesión hasta la iglesia de San Severino, rezó de rodillas ante el altar y, cuando se levantó, comenzó a llover abundantemente. Por eso se le invoca para pedir lluvia, especialmente en la zona de Colonia.
San Agapito de Rávena, obispo
La palabra griega “agapé” se usaba para designar la caridad y el amor fraterno que unía a las primeras comunidades cristianas y que las distinguía de los paganos. Parece que esta virtud se transmitió a los portadores de este nombre si hemos de juzgar por el ejemplo de su patrón, san Agapito, obispo de Rávena, que vivió entre los siglos III y IV. Agapito destaca porque llegó a ser llamado “padre de los pobres”, por la infinita caridad que les prodigaba.