Hoy, día 16 de enero, celebramos la festividad del profeta Miqueas del Antiguo Testamento; de san Marcelino I, papa; de los obispos Fulgencio y Honorato; y la de los cinco primeros mártires franciscanos.
El profeta Miqueas, ante los desórdenes que en el año 721 arrastraron a Samaria a la ruina, presenta el ideal de la Alianza como un “practicar la justicia, amar con fidelidad y caminar ante Dios”. Anunció que aquel que debía regir Israel saldría de Belén Efrata y sería la paz.
San Marcelino I fue papa en los años 308 y 309, en la difícil época que siguió a la persecución de Diocleciano, que había dejado a la Iglesia muy dañada. Tuvo que enfrentarse al problema de quienes habían renegado de la fe para salvarse de la muerte y ahora pedían volver a la comunidad.
San Fulgencio, obispo, era hermano de los santos Leandro, Florentina e Isidoro. Fulgencio nació en Cartagena entre los años 540 y 550 y tuvo que exiliarse con su familia a Sevilla, posiblemente debido a la ocupación bizantina de la zona. Hombre culto, como se refleja en las obras de sus hermanos, fue nombrado obispo de Écija (Sevilla). Su muerte estaría datada antes del año 633. Con la invasión musulmana, sus reliquias y las de su hermana santa Florentina fueron escondidas por los fieles en las montañas de Guadalupe, en Extremadura, y recuperadas tras la Reconquista. Por ello, el santo goza de veneración en la diócesis de Plasencia, así como también en su Cartagena natal.
San Honorato, obispo, organizó el monacato en la isla de Lérins, en las modalidades cenobítica y semianacorética. Cuando murió en el año 410, había servido durante dos años como obispo de la diócesis de Arlés.
Y finalmente, hoy, la Iglesia recuerda a los cinco primeros mártires franciscanos, enviados por el propio san Francisco a predicar la fe de Cristo en Marruecos, donde murieron a manos de los musulmanes en el año 1226.