Hoy, día 13 de diciembre, celebramos la festividad de: santa Lucía, virgen y mártir; y la de santa Otilia, abadesa.
Santa Lucía es una de las mártires con una devoción más antigua y más extendida. A cuya vida, se han ido añadiendo a lo largo de los siglos elementos nuevos. Las actas de su martirio explican que Lucía era hija de una familia acomodada de Siracusa (Sicilia), nacida hacia el 280. Movida por su profunda fe cristiana, quiso consagrar su vida a Cristo. Optó por la vía más ascética: dio sus bienes a los pobres, rechazando el matrimonio con su prometido. Éste, no dudó en denunciarla ante las autoridades por el hecho de ser cristiana. Lucía fue arrestada por la justicia romana que la interrogó incesantemente para que abandonara su fe: pero se mantuvo firme a pesar de las amenazas de tortura. Finalmente, Lucía murió mártir en Siracusa, probablemente en el año 304, bajo la última de las persecuciones contra los cristianos, la de Diocleciano.
Santa Otília, nacida en Oberheim, Alsacia, hacia el año 660, era hija de los duques de Alsacia, que al nacer ciega la rechazaron y la dieron a un convento. La vida de esta santa está llena de milagros y de hechos extraordinarios. A doce años, el obispo san Erhard de Ratisbona, visitó el convento y bautizó a la chica que, en el mismo momento de recibir el agua, fue curada. La noticia del milagro llegó a oído del hermano de la santa, que fue a buscarla y la devolvió a casa, pero el padre se mostró muy contrariado. Pacificada la familia, santa Otília entró en la vida religiosa, y fundó varios monasterios benedictinos, en el valle del Rin, de los que fue abadesa. Se durmió en el Señor, en el año 720.