Hoy, día 2 de noviembre, celebramos la Conmemoración de todos los fieles difuntos.
Por obra de San Odilón, abad de Cluny, a finales del primer milenio, se extendió por todas partes una conmemoración para los difuntos al día siguiente de Todos los Santos. La oración por los muertos encierra la fe en la comunión de los santos y expresa el carácter pascual de la muerte cristiana.
Este día es una ocasión propicia para recordar con oración a nuestros seres queridos y reflexionar sobre la realidad de la muerte, que la “civilización del bienestar” intenta frecuentemente remover de la conciencia de la gente, sumergida en las preocupaciones de la vida cotidiana.
Jesús revolucionó el sentido de la muerte. Lo hizo con su enseñanza, pero sobre todo afrontando Él mismo la muerte. “Muriendo destruyó la muerte”, dice la liturgia del tiempo pascual. “Con el espíritu que no podía morir –escribe un padre de la iglesia– Cristo venció la muerte que mataba al hombre”. El Hijo de Dios quiso de esta manera compartir hasta el fondo nuestra condición humana, para abrirla a la esperanza. En última instancia, nació para poder morir y de esa forma, liberarnos de la esclavitud de la muerte.