Hoy celebramos la fiesta de dos apóstoles, Simón y Judas, de los cuales casi solo sabemos que fueron elegidos por Jesús para formar parte del grupo de sus doce discípulos más cercanos. San Lucas llama a Simón “el zelote”; pertenecía, por tanto, al grupo judío más intransigente ante la dominación romana, lleno de deseo por la venida del Reino de Dios. Judas, también llamado Tadeo, es quien en el Evangelio según San Juan hace la pregunta que le obtiene la promesa: “Si alguno me ama, el Padre lo amará, y vendremos a él y en él haremos morada”.
Fidel de Como fue un mártir de los primeros siglos de la Iglesia. Aunque su fama es grande, las noticias existentes sobre su vida son escasas. Según la tradición, Fidel era un legionario del ejército imperial que desertó al convertirse al cristianismo, en el tiempo en que el emperador Diocleciano publicó los primeros edictos contra los seguidores de Cristo. Fue arrestado, juzgado y condenado al martirio. Tras su muerte, su fama de taumaturgo se extendió rápidamente. Lo cierto es que antes del año mil, las reliquias de San Fidel fueron llevadas a la ciudad de Como, en el norte de Italia, a la iglesia de Santa Eufemia. Siglos después, en el año 1572, San Carlos Borromeo trasladó los restos del santo a Milán.