Hoy, día 1 de octubre, celebramos la festividad de: santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora; y la de san Remigio de Reims, obispo.
Teresa de Lisieux, conocida también como santa Teresa del Niño Jesús o, más popularmente, santa Teresita, nació el 2 de enero de 1873, en Alençon, Francia. A la edad de cuatro años quedó huérfana de madre, y poco después, la familia se trasladó a vivir a Lisieux. Carmelita a quince años, con un permiso especial que León trece le dio, vivió nueve, de intensa vida religiosa, enderezando el camino de la “niñez espiritual”, y experimentando en la propia existencia, la oscuridad de la fe y la claridad del amor de Dios. Penetrada de una gran responsabilidad eclesial, su espíritu misionero la hizo sentir como nadie, solidaria de todos.
La obra escrita de Santa Teresa presenta un claro interés espiritual, teológico e incluso antropológico. Consta de tres manuscritos autobiográficos, 274 cartas, poemas religiosos, alguna obra teatral y textos dispersos. Murió de tuberculosis pulmonar el 30 de septiembre de 1897, con sólo veinticuatro años. Considerada por Pío XI, como “la estrella de su pontificado”, fue rápidamente beatificada y canonizada. En 1927 es proclamada patrona de las misiones, a pesar de no haber abandonado nunca el convento. En 1997 es declarada Doctora de la Iglesia Universal por el papa Juan Pablo segundo.
Remigio, nacido en la región francesa de Laon hacia el año 440, fue elegido obispo de Reims muy joven, y fue un personaje relevante de la época en la que, tras la caída del imperio romano, se consolidaba el reino de los francos, la futura Francia. El evento más recordado de su pontificado, es haber conseguido, con el apoyo de la reina Clotilde, la conversión y bautismo del rey de los francos Clodovoz. Murió en 532.